El federalismo se ha
situado en el centro del debate. No hay día en que los principales diarios
catalanes y españoles no lleven algún artículo sobre las propuestas
federalistas, ya sea a favor, en contra, pidiendo detalles, matizando… Como reciente
tesorero de Federalistes d’Esquerres, les puedo asegurar que no es fruto de una
campaña orquestada y financiada por los federalistas organizados, que tenemos
unas finanzas perfectamente descriptibles y a quienes no nos apoya ningún gobierno ni lobby.
Es porque existe una conciencia creciente de que, en la España y la Europa del
siglo XXI, el debate necesario no es ya si federalismo si o no (el federalismo
es la opción preferida de arquitectura institucional en todas las encuestas
recientes), sino sobre los detalles, los contornos exactos de nuestro
federalismo.
Algunos piden detalles a
los federalistas, con el argumento de que hay muchos federalismos posibles: vale, pero
¿somos los federalistas quienes debemos asumir la carga de la prueba de
realizar propuestas concretas? La verdad es que ya hay muchas propuestas concretas, a las
que modestamente algunos hemos contribuido en un libro reciente.
Pero ¿dónde
está el libro blanco del proyecto independentista, el equivalente a las
600
páginas escritas por encargo del gobierno escocés? No sabemos ni si nos
proponen un estado con ejército o sin ejército. Y eso que se supone que
estamos
a tres meses del referéndum, “sí o sí”. ¿No deberían ser quienes
proponen romper con nuestra evolución institucional quienes asumieran
la carga de la prueba?
El
federalismo no tendrá
un dia D, no habrá un momento histórico en que a partir de ese momento
justo caerá
sobre nosotros un nuevo mundo. En esto también los sueños soberanistas
parten
con ventaja, ofreciendo el mito del día, del año en que “seremos
libres”. Hace
un tiempo era el año 2014, pero ahora que ya se va acabando dicen que
será por Sant
Jordi de 2015, o quizás en 2016 con la DUI y la toma del aeropuerto. No
tendremos un día D del federalismo porque ya estamos en un proceso de
construcción federal tanto en España como en Europa, con muchas
limitaciones
que hay que ir superando, por la vía de la negociación, el voto y el
pacto, es
decir, con la necesaria lentitud propia de las democracias avanzadas.
Pero por esta vía, la única posible, conseguiremos ir superando nuestros
problemas, que en su inmensa mayoría son problemas compartidos.
Mientras tanto, los que
alimentan el mito del estado-nación seguirán utilizando la táctica del teflón.
Si Merkel les desprecia es porque “el mundo nos mira”. Si se descubre la
corrupción del clan Pujol, es culpa del autonomismo, y el independentismo se
revela más que nunca necesario porque nos librará de la corrupción. Lo más
humillante es que la sociedad catalana ha sido incapaz de denunciar ella misma la corrupcion de los Pujol. Cualquier
observador externo diría que si la principal fuerza política que ha liderado el
proyecto independentista está implicada en una avalancha creciente de
descubrimiento de corruptelas, y si su entorno mediático, social e
institucional ha sido incapaz de denunciarlo y se ha sometido de modo feudal a
la gran familia corrupta durante décadas, ese observador externo diría que el
descubrimiento de corruptelas más bien perjudica a los independentistas. Pero
no…
El federalismo debe seguir
trabajando en la elaboración de propuestas y en promover una cultura federal,
porque no sólo de reformas legales viven las sociedades. En teoría, se podría
hacer una interpretación más federal de la actual constitución, y un texto
constitucional más federal podría ser interpretado de forma restrictiva. Apunto
que nuestro federalismo catalán y español será europeísta o no será: nos
gobiernan varios niveles, y cada nivel debe tener relación directa con el
ciudadano. En la zona euro el nivel clave para nuestro bienestar económico hoy es
el nivel europeo: la regeneración democrática pasa por su democratización; los
principales rivales del federalismo son los soberanistas de los viejos (como
los soberanistas ingleses o franceses) e hipotéticamente nuevos estados, los que
desean más que nada en el mundo un “estado propio” –¿qué idea puede haber más insolidaria?-, en
lugar de una arquitectura institucional compartida. ¿Cómo pueden creerse
algunos que lo de “estado” y lo de “propio” suena progresista y moderno?
Sobre Europa y la
regeneración democrática comparto el diagnóstico del libro reciente de Ignacio
Sánchez-Cuenca, que desnuda los argumentos de “regeneracionistas” como César Molinas. Nuestros problemas de crisis institucional no son debidos a la forma
concreta de nuestras instituciones locales, sino a la incapacidad de poder tomar
decisiones democráticas en la actual configuración de la zona euro. Estoy de
acuerdo en el diagnóstico, no en el remedio que propone, nada menos que salir
de la zona euro y hacer marcha atrás en la globalización (¿habría leído Sánchez-Cuenca
a Piketty cuando escribió el libro? Me temo que no). El remedio es democratizar la zona euro,
entre otras razones para frenar la concentración creciente del capital que amenaza nuestra democracia; ese es el gran proyecto del federalismo catalán, español y europeo del siglo
XXI para regenerar la democracia, esa es la forma posible de resolver el
trilema de Rodrik, al cual se refiere el libro mencionado.
Entonces, ¿Quién teme al
federalismo? Quien no está preparado para relativizar el concepto de nación y
el concepto de soberanía nacional, quien no está preparado para una mayor
diversidad institucional, quien no desea una auténtica democracia adaptada al
mundo del siglo XXI.
¿Quién teme al federalismo?
ResponderEliminarLa lista sería larga pero podría encabezarla el grupo de los centofóbicos, (los recelosos de las ideas nuevas), seguidos por los metatesiofóbicos (los temerosos de los cambios) y los neofóbicos (los enemigos de todo lo nuevo).
Al margen de los trastornos fóbicos, es evidente que el federalismo se presenta como el gran enemigo de los conservadores, los insolidarios, los egoístas, los nacionalistas, los separatistas, los incultos, etc.
Queda mucho por hacer y mucho más por divulgar.
Jorge Luis Molist