jueves, 30 de enero de 2014
El regulador británico: ¿más independiente o mejor político?
El próximo mes de abril comenzará a funcionar en el Reino Unido la Competition and Markets Authority (CMA), fruto de la fusión de la Office of Fair Trading y la Competition Commission, las dos agencias que hasta ahora se repartían las funciones propias de la política de defensa de la competencia. A diferencia de España, a nadie se le pasa por la cabeza en el Reino Unido fusionar la política de defensa de la competencia con la regulación sectorial, ni mucho menos crear un organismo fusionado con prisas y reduciendo su independencia. Al contrario, el nuevo presidente de la autoridad, David Currie, habrá tenido hasta un año de tiempo para preparar el lanzamiento del nuevo organismo, etapa que ha aprovechado para preparar junto con los organismos pre-existentes una puesta en marcha sin tensiones innecesarias. Sin embargo, existe en España la percepción de que el nombramiento de los reguladores británicos recae en personajes inmaculados totalmente ajenos al proceso político. Pero David Currie es Lord Currie de Marylbone, y está en la Cámara de los Lords desde 1996, donde entró como miembro del partido laborista. Con el tiempo abandonó dicho partido pero siguió en la Cámara de los Lords como miembro no adscrito. Por supuesto, David Currie también es un economista que posee una amplia trayectoria académica, y fue el primer presidente de OFCOM, la agencia reguladora que fusionaba la regulación de telecomunicaciones y la audiovisual, desde 2002. En un debate la semana pasada en Londres, preguntado por las intenciones de su ex-partido, de reformar a fondo el sistema regulatorio para asegurar que los consumidores fueran la prioridad absoluta de la regulación (lo que ha sido interpretado en algunos sectores como un intento de recortar la independencia regulatoria), Lord Currie fue mucho más diplomático que otros participantes en el mismo debate y recordó a los asistentes que la legitimidad de los reguladores había sido puesta en cuestión por los fallos regulatorios propios de la crisis financiera y que era lógico que los políticos fueran sensibles a esta pérdida de legitimidad. Un regulador debe ser un experto en su tema, pero también tiene que tener la suficiente prudencia y experiencia política como para facilitar su supervivencia y el éxito de la agencia que preside. En España también ha habido y hay reguladores con un pasado político, pero uno tiene la sensación de que se trata de peores políticos que David Currie, quien es famoso por haber dicho en una ocasión que un regulador debería ser como una cañería: si tenemos noticias suyas es señal de que funciona mal.
lunes, 27 de enero de 2014
Cataluña y el declive del estado-nación
Los costes y beneficios de la secesión de una
región relativamente rica como Cataluña no pueden desvincularse de la
cuestión del federalismo europeo. Por federalismo europeo me refiero
aquí a la adopción de mecanismos de decisión comunes y democráticos (y
no tecnocráticos) aplicados a una selección de políticas, en la línea de
la propuesta de una cámara presupuestaria para los países de la zona euro de Thomas Piketty. Eso implicaría eliminar de facto las fronteras a los efectos de estas cuestiones.
Un artículo escrito por el economista Rodríguez Mora y sus coautores
ilustra el "efecto frontera" en el comercio internacional: si Cataluña
se separase y se crease una nueva frontera, los intercambios con el
resto de España descenderían a un nivel similar al de Portugal con
España. En este artículo se calcula que el coste de esta disminución del
comercio podría alcanzar el 9 % del PIB, que es más que el déficit
fiscal que Cataluña supuestamente dejaría de sufrir respecto al resto de
España. También encuentran que el efecto frontera es en general
considerable entre pares de países europeos, incluso en el contexto del
mercado único y la unión monetaria.
Los críticos con este planteamiento han argumentado que una reducción
de tal magnitud en el comercio entre Cataluña y el resto de España
necesitaría mucho tiempo, e incluso en el largo plazo es difícil
imaginar que los españoles perderían de tal modo la capacidad de
interactuar con los catalanes (que hablan español y que no tienen
ninguna razón personal para no comerciar con los españoles), y que
cualquier disminución se vería compensada por el aumento del comercio
con otros países, presumiblemente europeos.
Pero el comercio no es algo que simplemente sucede, sin ningún tipo de
condiciones institucionales previas. Si la reducción progresiva de los
intercambios con el resto de España se tiene que ver compensada por un
aumento del comercio con el resto de la UE, ello significa (a menos que
uno piense que el comercio carece de mecanismos que lo sustentan) que
las relaciones con el resto de la UE tendrán que reforzarse mediante
instituciones como las que facilitan la densidad del comercio que
Cataluña ha mantenido con el resto de España a lo largo de siglos. En
España, estas instituciones han incluido una lengua, aranceles comunes,
una moneda, un ejército, migraciones, una liga de fútbol, canales de TV,
grandes empresas comunes, canciones, chistes, amistades y proyectos
culturales comunes. Con Europa, no tienen por qué ser exactamente los
mismos mecanismos, pero serán necesarias algunas instituciones comunes
más allá de las ya existentes (y más allá de la Liga de Campeones), y
parece razonable esperar que la UE proporcione la plataforma de despegue
para ellas. Es plausible pensar que Cataluña puede aprovecharse
gratuitamente de algunas instituciones y disfrutar de sus beneficios sin
ser miembro de la UE, aunque algunos de los beneficios son difíciles de
disfrutar sin ser un Estado miembro (los programas de subvenciones, la
política de defensa de la competencia, el crédito bancario). Parece más
probable que, para gozar de los beneficios comerciales de un mercado más
integrado, a Cataluña se les pida que contribuya a sus costes,
suponiendo que todos los demás Estados miembro acepten al nuevo país
después de la secesión.
(El texto completo de este artículo puede leerse aquí, en Agenda Pública).
miércoles, 22 de enero de 2014
Els liberals d’Artur Mas són… federalistes!!
Jo no sóc liberal, sóc
social-demòcrata. Però com a tal comparteixo valors liberals, i m’interessa el
liberalisme. Com acostuma a passar, el descobriment fa uns dies a Catalunya que el Partit Liberal britànic, de la mà del seu líder històric Menzies Campbell, recolzava una solució federal per a les relacions entre Escòcia i el Regne
Unit, no ha tingut pràcticament cap ressò entre els mitjans de comunicació tradicionals. El partit de Campbell és el partit frontissa al Regne Unit, i actualment està al govern amb el Partit Conservador, però a partir de 2015 podria estar al govern amb el Partit Laborista.
El liberalisme internacional se suposa que és la primera porta d’entrada del partit d’Artur
Mas, Convergència Democràtica de Catalunya, al món. Els eurodiputats
convergents tradicionalment han format part del grup liberal al Parlament
Europeu i Artur Mas i alguns dels economistes i altres intel·lectuals que li
donen suport, no oculten les seves simpaties liberals. Un dels problemes que tenen en la seva croada internacional per convèncer
el món de les bondats del seu projecte sobiranista és que
existeix una importantíssima tradició federalista entre els liberals europeus i
d’altres parts del món. No hauria de sorprende a ningú que els únics que es
vulguin reunir amb Mas, i fer-se fotos amb estelades, siguin els euro-escèptics xenòfobs de la Lliga Nord. Els
federalistes al Canadà són sobretot els liberals. A Europa hi ha una forta
tradició federalista entre els liberals. En són exponents liberals britànics
com l’economista Lionel Robbins (veure el fantàstic llibre “Altiero Spinelli and the British Federalists”, on s’explica com un dels pares del federalisme europeu, el progressista italià Spinelli, es va veure molt influït pels
liberals federalistes britànics). El pare intel·lectual dels economistes
liberals italians (els treballs recents d’alguns dels quals han estat
utilitzats com a munició pro-independentista), Luigi Einaudi, era un
federalista. Això diuen dos historiadors del pensament econòmic, Forte i
Marchionatti, que han estudiat la seva obra:
El nucli d’aquestes idees es troba en
dos articles, “Per una Federazione
economica europea” (1943), i “I
problemi economici della Federazione europea” (1944), escrits durant el
seu període d’exili a Suïssa. És en aquests articles que Einaudi construeix el
que s’ha anomenat la seva teoria del mercat global (...), fonamentada en la
discussió del teorema smithià sobre la divisió del treball i l’abast del
mercat, i va desenvolupar la seva teoria del govern federal, és a dir, els seus
pensaments sobre el model d’un estat supranacional federal democràtic que faria
possible capturar les oportunitats ofertes per un mercat mundial, o almenys un
gran mercat unificat. La federació europea representa un òptim de segon
ordre respecte a l’estat supranacional,
essent l’òptim teòric un govern mundial. En efecte, el projecte d’un govern
federal té en compte la tendència a l’expansió del mercat, reconciliant-la amb
la dimensió política màxima possible.
miércoles, 15 de enero de 2014
Federalismo contra reduccionismo
De acuerdo con el “trilema” formulado por el economista
norteamericano Dani Rodrik, existen tres realidades, de las cuales hay
que elegir dos porque las tres simultáneamente son incompatibles: el
Estado-nación, la democracia política y la integración económica
supranacional. En los años anteriores a la Gran Depresión de los años
treinta, el mantenimiento estricto del patrón oro permitió
compatibilizar la integración económica internacional y los
Estados-nación, pero poniendo en serio peligro la democracia política.
Ello debido a que la camisa de fuerza del patrón oro no podía dar
respuesta a las demandas crecientes de la ciudadanía, canalizadas a
través de instituciones exclusivamente nacionales.
En las décadas posteriores a la II Guerra Mundial, los Estados-nación y la democracia política coexistieron en los países desarrollados porque la integración económica internacional se limitó a los acuerdos de Bretton-Woods. Superados estos, un federalismo global haría compatibles la democracia y la integración económica internacional dejando atrás el Estado-nación, pero estamos lejos de alcanzarlo y no sería aconsejable sin antes asegurar la existencia y modernización del Estado de bienestar. En Europa sí tenemos en nuestras manos hacer compatibles la democracia política y la integración económica, pero solo si se reduce el protagonismo de los Estados-nación, por lo menos tal como los hemos entendido hasta ahora (en parte, ya lo estamos haciendo). El reto a nuestro alcance es crear un gran sujeto político y económico, la Unión Europea, cuya seña de identidad sea la prosperidad compartida, y que sea relevante en un mundo que tiene planteados enormes retos globales (el cambio climático, la estabilidad financiera, la pobreza mundial).
(El resto del artículo, aparecido hoy en el diario El Pais, puede leerse aquí).
En las décadas posteriores a la II Guerra Mundial, los Estados-nación y la democracia política coexistieron en los países desarrollados porque la integración económica internacional se limitó a los acuerdos de Bretton-Woods. Superados estos, un federalismo global haría compatibles la democracia y la integración económica internacional dejando atrás el Estado-nación, pero estamos lejos de alcanzarlo y no sería aconsejable sin antes asegurar la existencia y modernización del Estado de bienestar. En Europa sí tenemos en nuestras manos hacer compatibles la democracia política y la integración económica, pero solo si se reduce el protagonismo de los Estados-nación, por lo menos tal como los hemos entendido hasta ahora (en parte, ya lo estamos haciendo). El reto a nuestro alcance es crear un gran sujeto político y económico, la Unión Europea, cuya seña de identidad sea la prosperidad compartida, y que sea relevante en un mundo que tiene planteados enormes retos globales (el cambio climático, la estabilidad financiera, la pobreza mundial).
(El resto del artículo, aparecido hoy en el diario El Pais, puede leerse aquí).
miércoles, 8 de enero de 2014
Enhorabuena, Uruguay
Al regresar a la Universidad tras las fiestas navideñas he leído
el The Economist atrasado que tenía
pendiente, el especial de Navidad. Uno de los editoriales se dedica a nombrar,
por primera vez en la historia de la publicación, “el país del año”, y el
vencedor es... Uruguay. Puede parecer sospechoso que una publicación que se
dedica a promover las políticas de libre mercado ensalce las virtudes de un país
presidido por un político y un gobierno de izquierdas. Sin embargo, los motivos
del galardón son sencillamente haber aprobado el matrimonio homosexual y la
legalización de la producción, venta y consumo de cannabis, lo que puede
generar un ejemplo positivo para el resto del mundo, según la revista liberal británica.
Y tener un presidente que lleva una vida sencilla, que no ha cambiado de
residencia por su cargo, y que va a trabajar cada día con su propio vehículo, y
cuando tiene que volar lo hace en clase turista. En realidad Uruguay tiene muchos más méritos, como una larga tradición democrática y la sana costumbre de que sus izquierdas se unan para gobernar con decencia. Amigos uruguayos, no me extraña que mi primo
se haya ido a vivir con vosotros. Cuando le vaya a ver nos fumamos un porro a
vuestra salud.
jueves, 2 de enero de 2014
L'eix sòcio-econòmic d'Artur Mas és la consulta
Els darrers dies de l'any el sempre conciliador diari La Vanguardia augurava que el president de la Generalitat de Catalunya, Artur Mas, faria un esforç durant els primers mesos de 2014 per no només fixar la seva atenció en la consulta sobiranista, sinó també en "l'eix sòcio-econòmic". Uns dies després, el president feia un discurs de cap d'any dedicat en un 90% a parlar de la consulta i les seves derivades, amb alguna referència residual a la situació social i econòmica. El que molts no han acabat d'entendre o no volen entendre,és que l'eix sòcio-econòmic per a Artur Mas i el seu partit és la consulta sobiranista. És a dir, el procés de molt difícil sortida en què s'han embarcat té una gran utilitat en el seu objectiu de ser un dels únics governs de l'Europa del sud que no paga un preu polític per les retallades i per la corrupció. Mentre els joves i els indignats es mobilitzen a Itàlia, Grècia, Portugal, Madrid, València i altres indrets, contra les desigualtats, la corrupció i les polítiques d'austeritat, a Catalunya alguns intel·lectuals progressistes celebren que l'únic projecte que il·lusiona a la ciutadania és la independència. I mentrestant el conseller Boi Ruiz i la consellera Irene Rigau poden seguir les seves polítiques de privatització sanitària i de segregació educativa. Artur Mas ha decidit entrar en una campanya electoral permanent monotemàtica, que explota amb l'habilitat pròpia de tot partit nacionalista la intensitat de les preferències d'una part molt important de l'electorat per aquesta qüestió. Igual que fa la dreta espanyola. Les dues dretes estan felices de mantenir un conflicte d'intensitat mitjana, i com més duri, millor. Les cartes que Mas ha enviat als dirigents de la Unió Europea no esperen cap resposta que no sigui en el millor dels casos una educada evasiva. El que sí que esperen és contribuir a aquesta campanya permanent narcotitzant. Artur Mas i CiU estaven acorralats amb la corrupció (la seu embargada, els Pujol enganxats amb les mans a la massa, el cas Palau esquitxant-los de ple) i no tenien altre projecte de govern que no fós retallar (per cert linealment, i sense prendre decisions). El Parlament ha deixat de legislar, el govern ha deixat de governar. La gent s'empobreix, i les solucions només poden venir d'una Europa unida i democràtica, federal (perdó). Però l'autèntic eix sòcio-econòmic de Mas i els seus escolanets és que tot això no es noti, perquè estem vivint uns temps històrics camí d'Ítaca. I en aquesta campanya permanent sectors de l'esquerra a sobre hi posen la mà d'obra barata.
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