sábado, 29 de mayo de 2021

VOX es de extrema derecha, y la CUP no es anticapitalista

Me dirigí al Defensor del Lector de El País para intentar que reflexionara sobre el uso del adjetivo anticapitalista para la CUP, pero no he conseguido que entrara en el caso particular. Seguramente es más fácil analizar el nacionalpopulismo de VOX que el quizás más complejo del nacionalpopulismo catalán, del cual a mi juicio la CUP es un componente.

A continuación transcribo mi carta, y la respuesta del Defensor del Lector:

Estimado Defensor del Lector,


le escribo en relación a los criterios que utiliza El País (y otros medios) para adjetivar a las formaciones políticas.
Mi inquietud ha surgido al plantearme dudas la constante adjetivación de la CUP como "los anticapitalistas".
A mi modo de ver, esta formación lleva incurriendo desde hace tiempo en serias contradicciones sobre su supuesto carácter anticapitalista.
Sé que cualquier formación política tiene contradicciones (incluida la mía, el Partido Socialista).
Por ello es importante que los adjetivos que se utilizan tengan alguna base objetiva.
Por ejemplo, al PSOE y al PP se les llama "los socialistas" y "los populares" porque estos adjetivos están en el nombre del partido. A Podemos se le suele llamar "los podemitas" o "el partido morado" porque se deriva del nombre o del color de su simbología. Se habla también de "los republicanos" por ERC (está en su nombre) o los convergentes o los post-convergentes...
Las contradicciones de la CUP han llegado a un punto máximo, a mi juicio, en el proceso de investidura que ha llevado a la elección legítima y legal de Pere Aragonès como presidente de la Generalitat y a un gobierno de coalición ERC-Junts apoyada por la CUP, dando lugar a la presencia en dicho gobierno de un personaje vinculado al más alto capitalismo catalán y español, el Sr. Giró, perfectamente retratado en su diario por Xavier Vidal-Folch: Gobierno de Cataluña: La lealtad itinerante de Jaume Giró | Opinión | EL PAÍS (elpais.com)

Por eso muy poco después del nombramiento de Giró me sorprendió que El Pais, en un texto firmado por Clara Blanchar, volviera a referirse a la CUP como "los anticapitalistas", en minúscula y sin entrecomillar, y publiqué el siguiente tuit

Como puede ver en los comentarios de mi tuit, me contestaron dos periodistas de su diario a los que respeto mucho, con comentarios valiosos, pero que no ofrecen criterios objetivos definitivos para resolver el asunto. Claudi Pérez dijo que se solía utilizar el adjetivo con el que se autodenomina cada partido (aunque "anticapitalista" no está en el nombre de la CUP; ignoro si lo está en sus documentos oficiales, que no me he leído). Cristian Segura, igual que Claudi, apuntaba que todos los partidos incurren en contradicciones, lo cual no tengo inconveniente en aceptar, y de ahí la importancia de usar criterios objetivos y evaluables. Y Cristian añadía que a veces se hacen valoraciones como llamar a VOX partido de extrema derecha. Eso es algo evaluable, un criterio periodístico que se puede cotejar con hechos y datos (y con el que estoy de acuerdo) a pesar de que VOX, creo, no se autodenomina de extrema de derecha. Cristian también dice en su comentario que para definir a un partido pesan sus líneas generales de actuación.
Efectivamente, deberían pesar sus líneas de actuación, no lo que declaran necesariamente. Y en la línea de actuación de la CUP no ha estado en los últimos años ninguna actuación que haya puesto en peligro el capitalismo. Al contrario, ha apoyado activamente a una coalición que a juicio de muchos, sirve para que en Cataluña no haya una coalición de izquierdas que por lo menos corrija el capitalismo. A eso se refería precisamente otra columnista de El País, Carmen Domingo, en un brillante artículo: Cup se escribe con C de Convergència | Cataluña | EL PAÍS (elpais.com).
La CUP no sólo ha votado ya por dos presidentes de derechas partidarios de seguir con el capitalismo (Puigdemont y Torra), sino que en la última negociación trabajó activamente por acercar posiciones entre ERC y Junts, cuando las posturas de estos partidos estaban más alejadas, según explicó muy bien su periódico. La CUP sabía que en ese gobierno el presidente iba a ser de ERC y el consejero de Economía de Junts, y que si no era Giró, iba a ser Artadi, o Canadell, o Tremosa, todos ellos personas de ideología por lo menos de centroderecha liberal, mucho más cercanos a Xavier Sala-i-Martín que a Arcadi Oliveres.
(Que sea un movimiento que no haga nada por reformar el capitalismo, no quiere decir que, como efecto no deseado por ellos sino por efecto de su torpeza, no haya sectores del capitalismo que se asusten ante los embates independentistas, como se vió con la fuga de empresas).
Otro dato es que, como también ha recogido varias veces su diario, los votantes de la CUP son, en contradicción ciertamente a veces con su discurso, los de nivel de renta más alto. A ello se ha referido en alguna ocasión un prestigioso columnista de su diario, Javier Cercas, de quien he aprendido que el juego de la CUP (hacerse pasar por anticapitalista cuando es un apoyo importantísimo de un movimiento que no hace nada por ni siquiera reformar el capitalismo), forma parte de la Gran Mentira que estamos viviendo en Cataluña. Por ejemplo, Cercas escribió un artículo por el que fue premiado recientemente, donde dice que el movimiento del que la CUP es un puntal, es una revolución de los ricos: Columna: Javier Cercas: La revolución de los ricos | EL PAÍS Semanal (elpais.com)

Por todo ello, creo que El País (y otros medios) deberían revisar el adjetivo de "anticapitalista" referido a la CUP, y en general revisar los criterios con los que adjetiva a las formaciones políticas. En el caso de la CUP, creo sinceramente, que el adjetivo "anticapitalista" cae en la trampa de la estrategia que la línea editorial de su periódico ha combatido en los últimos años: la de la apropiación de las palabras por parte del proceso independentista catalán.
Algunas propuestas a beneficio de inventario: se les podría llamar "cuperos", "supuestamente anticapitalistas", "eurófobos", "comunitaristas". Estos apelativos responden ya sea a su línea de actuación más o menos sincera, ya sea a su nombre.
Espero que estas notas le hayan sido de utilidad.
Atentamente,

Francesc Trillas (Barcelona)

Y la respuesta del Señor Yárnoz, que se puede encontrar también en el canal del Defensor del Lector:

DEFENSOR DEL LECTOR. Resulta interminable el debate sobre los calificativos y las designaciones que los periodistas damos a los partidos políticos. Al respecto hay ya varias entradas en este canal y también he escrito alguna columna al respecto, como esta:

Ni inocentes ni impunes

http://cort.as/-Fnlb

Lo cierto es que no hay criterios científicos e inapelables para utilizar uno u otro término. Como criterio general, los periódicos utilizan fundamentalmente conceptos que sean realmente descriptivos y diferenciadores para cada formación, de modo que puedan utilizarse también como sinónimos a la hora de redactar un texto. Pocas veces se eligen esos términos con criterios fundamentalmente ideológicos, aunque hay excepciones, como puede ser el caso de Vox.

viernes, 28 de mayo de 2021

El model escocès, a mig camí de la realitat

Pere Aragonès ha dit que el seu objectiu en aquesta legislatura és fer realitat a Catalunya el model escocès cap a la independència, que vol dir un referèndum legal dicotòmic, vinculant i on guanyi l’opció que tregui més vots, sense cap exigència de majoria qualificada.

Comparat amb els disbarats que s’han fet i s’han dit a Catalunya els darrers 10 anys, el model escocès és el summum de la racionalitat i el respecte a l’estat de Dret, sense les regles del qual no hi ha democràcia possible.

Però els  líders del nacionalisme escocès tenen l’oportunisme i la demagògia de qualsevol nacionalista, això sí, amb un sentit de la realitat més agut que els independentistes catalans: el nacionalisme escocès ha intentat fins ara avançar cap a la independència per vies estrictament legals, malgrat les veus cada vegada més audibles de sectors fins ara minoritaris que pretenen imitar els independentistes catalans i buscar una via unilateral (o sigui, il·legal).

El llavors primer ministre David Cameron passarà a la història per haver convocat el referèndum del Brexit, que va donar lloc, després d’una campanya demagògica plena de mentides, a la sortida del Regne Unit de la UE, per poc mes del 50% dels vots emesos, i amb bosses de l’electorat significatives en contra, com la joventut, les grans ciutats o la matexa Escòcia. 

Poc abans del referèndum del Brexit, també havia convocat, per via del Parlament de Westmister (el del Regne Unit) el referèndum sobre la independència d’Escòcia, cosa que aquest Parlament pot fer perquè al Regne Unit no hi ha una Constitució escrita que restringeixi significativament allò que pot fer una cambra legislativa en un moment donat del temps. Contra el consell de moltes persones, en comptes de convocar un referèndum que ratifiqués un acord, o una consulta amb més de dues opcions, Cameron va convocar un referèndum vinculant, dicotòmic, i que es podia guanyar amb el 50% dels vots, com el del Brexit. Al dia després del referèndum del Brexit, per cert, la cerca més habitual a Google al Regne Unit era "Unió Europea": la gent no sabia què havia votat.

Els laboristes i Gordon Brown van salvar l’embolic irresponsable en què s’havia ficat Cameron, i van fer possible que la permanència guanyés al referéndum d’Escòcia de 2014, quan el Regne Unit encara no havia decidit sortir de la Unió Europea.

Molt millor els referéndums sobre els acords de Divendres Sant a Irlanda del Nord i a la República d’Irlanda, que van ratificar uns pactes que van signar totes les parts afectades (i que ara precisament el Brexit està malmetent).

Els independentistes escocesos poden argumentar que els termes en els quals van perdre el referèndum de 2014 han canviat degut al referèndum del Brexit de 2016 i posterior sortida del Regne Unit de la UE (encara que els lligams seguiran durant dècades, i veurem si no tornaran les coses a ser com en el passat, és a dir quasi a fora en comptes de quasi a dins de la UE).

Espanya, igual que la inmensa majoria de democràcies del Planeta, sí que té una Constitució escrita (votada en el seu moment per una majoria qualificadíssima de la ciutadania), que diu amb gran claredat, com quasi totes les Constitucions escrites, que la secessió d’una part del territori no hi cap.

Espanya, a diferència del Regne Unit, no només està a la Unió Europea i no té cap intenció de sortir-ne, sinó que està a la zona euro i a l’espai Schengen. O sigui, Espanya no és independent, i aquesta no independència ens permet viure en l’espai de llibertat, prosperitat i drets humans més gran del Planeta.

Seria una bona idea que la Constitució espanyola, degudament reformada, permetés fer un referèndum com el d’Escòcia de 2014? Jo crec que no; ens dividiria dramàticament, encara més, en un moment que hauríem de refer lligams entre nosaltres i amb els altres. I dividits ens seguiríem empobrint i perdent oportunitats, enganyant-nos sobre una aspiració de sobirania que no té cap sentit en l’Europa unida de 2021.

El que serveix per a una realitat que no té Constitució escrita, que no està a la Unió Europea, que no està ni ha estat mai a la zona euro ni a l’espai Schengen, no pot servir per a una realitat que té una Constitució escrita (que es pot reformar per majoria qualificada) i que està en el cor de l’Europa més integrada, que avança cap a un model federal, i que es beneficiarà en els propers anys de la mutualització del deute i dels fons europeus Next Generation EU, idealment només l’inici d’una llarga història de solidaritat.



viernes, 21 de mayo de 2021

La Gran Mentida del Procés

Crec que hi ha una part creixent de processistes que són practicants, però ja no creients. O almenys així prefereixo pensar-ho. Perquè em costa creure que tanta gent es pugui empassar tantes mentides durant tant de temps. Cada vegada hi ha menys gent que es creu "el procés", la gran mentida segons la qual des del poder autonòmic es pot aconseguir fer un estat independent, en un territori que és part d'Espanya, al seu torn a la UE, la zona euro i l'espai Schengen. Ja no s'ho creuen, però alguns segueixen fent costat als polítics que el lideren perquè són els seus, o sigui, per raons d'identitat de grup.

Ahir Salvador Illa, en el seu important discurs al debat d'investidura al Parlament de Catalunya, va articular amb més contundència i claredat que mai per part d'un polític català, en què consisteix la Gran Mentida del Procés. I va fer bé, perquè quan hi ha una Gran Mentida que està fent mal a la societat, cal denunciar aquesta mentida. De fet, va articular la Gran Mentida com un cocktail d'enganys:

"El primer engany és el d’una majoria fictícia. Parlen del 52% dels vots a les darreres eleccions quan corresponen a menys del 25% sobre el cens dels vots, insuficient per qualsevol projecte rupturista.

El segon és un engany d’unes institucions fictícies, inexistents, que no representen tots els catalans. Les institucions del nostre Govern són les que estan recollides a les lleis i s’ajusten al nostre marc de convivència: el Parlament, la Presidència i el Govern de la Generalitat. No n’hi ha d’altres. Enganyar-se amb unes noves institucions a mida és auto enganyar-se i vostès s’enganyen i desprestigien les existents.

El tercer engany és el d’un plantejament d’unilateralitat disfressat d’uns drets ficticis que exclouen la meitat de la societat catalana i fan més gran la rasa de la divisió del nostre país i afeblint la cohesió social que necessitem.

El quart és l’engany de vincular l’avenç social a plantejaments rupturistes, que parteixen de premisses d’insolidaritat des del meu punt de vista incompatibles amb el valor de l’esquerra.

I el cinquè engany és el de presentar els darrers deu anys com uns anys d’èxit, quan en realitat presenten un balanç negatiu per als catalans i no han comportat cap guany pels nostres conciutadans." 

Alguns d'aquests enganys es retroalimenten. Per exemple, el retrocés social està molt associat al deteriorament de les institucions realment existents, deteriorament que produeix inseguretat jurídica i desconfiança econòmica i social. Però sens dubte l'engany d'una promesa d'avenç social (el "leftwashing") per tapar un projecte insolidari és flagrant. I la llista es podria ampliar amb enganys subsidiaris, com l'afirmació que Europa ens rebrà amb els braços oberts; o l'afirmació del caràcter democràtic del moviment i el caràcter anti-democràtic d'Espanya; o que el dret a l'autodeterminació interpretat com a dret de secessió és equiparable a un dret humà; o que estem en una transició nacional cap a la independència que només cal culminar; o que es puguin negociar amb un govern espanyol coses que no hi caben a la Constitució; o que la Generalitat és republicana... Aquí m'aturo: la Generalitat republicana autèntica era la que es va restaurar amb el President Tarradellas (l'única institució de l'època de la Segona República Espanyola -no de l'Edat Mitjana- que es va acceptar a la nova democràcia), que malgrat que era qui tenia autoritat moral per fer-ho, no va reclamar mai l'adjectiu de "Republicana", perquè era perfectament conscient de la legalitat que ens estàvem donant. Avui l'adjectiu és una apropiació partidista, un exorcisme improbable com ha dit Bassets. Es pengen adjectius partidistes com es pengen llaços i banderes al patrimoni col·lectiu. Podríem continuar amb els enganys.

Té certa lògica que vulguin posar un periodista expert en comunicació corporativa de responsable d'economia, encara que no tingui formació o trajectòria rellevant com a economista (em fa l'efecte que el seu CV és la seva agenda). Es tracta de seguir enganyant. O, si no funciona, i crec que cada cop funciona menys, de seguir tenint motivada la parròquia reforçant la identitat de grup. Bona sort, però cada vegada cola menys i les contradiccions suren per tot arreu.

domingo, 16 de mayo de 2021

Financiar gobiernos de alta capacidad a todos los niveles

La salida de la crisis está siendo y va a ser profundamente socialdemócrata, tanto por mecanismos automáticos como por mecanismos discrecionales (¿quién dijo que el tamaño del estado había alcanzado un límite?) de apoyo del sector público al sector privado. Y va a ser federalista, porque requiere un enfoque de gobierno multinivel, desde el local hasta el global pasando por un nivel europeo con atributos federales reforzados (transferencias, deuda, impuestos europeos).

Menos abiertamente se explica que esto debe ir asociado a un aumento de los ingresos fiscales, aunque la política de Biden de armonizar el impuesto de sociedades y financiar sus planes con aumentos impositivos hace imposible ya mirar hacia otro lado.

El hecho es que se van a necesitar gobiernos de alta capacidad a todos los niveles, y la actuación reforzada de estos gobiernos y su cooperación se tiene que financiar, y el déficit y la deuda no pueden ser un recurso a la vez creciente, sostenible y generalizado. La idea conservadora de que es la bajada de impuestos la que hace crecer la economía, es una de las ideas zombi en economía, desacreditadas una y otra vez por la evidencia empírica, que destaca Paul Krugman en su último libro.

Para gestionar un mundo con crecientes riesgos y necesitado de más bienes públicos, la tendencia va a ser ir hacia un tamaño del sector público más parecido al de Dinamarca y Francia que al de Estados Unidos. Milanovic y otras voces autorizadas sugieren que no hay mucho margen para ello, por la competencia fiscal y el hartazgo de las clases medias, que se puede hacer más por igualar con la predistribución que con la redistribución… Quizás haya un límite (que podría ser el de Dinamarca y Francia, actualmente, quizás), lo cual sugiere que la igualdad y la eficiencia deberán aumentar por otras vías además del gasto (como políticas que mejoren la igualdad que emerge del mercado y de la empresa, como explica el reciente número de Papeles de Economía Española dedicada a Empresa e igualdad). Pero pienso que predistribución y redistribución no son mecanismos sustitutivos sino complementarios: sólo con un Estado fuerte se pueden limitar las tendencias más injustas de la asignación de recursos que emerge de la interacción de empresas y mercados. El mismo Milanovic acepta que para igualar las oportunidades que se producen en el mercado, un mecanismo clave es el impuesto de sucesiones, o una educación pública fuerte (imposible de sostener sin un fuerte músculo fiscal público). Entre otras razones, el estado tiene que ser fuerte para que los mercados funcionen mejor y sean más estables y sostenibles.

En España hay un déficit público estructural previo a la pandemia, y no hay margen, o no debería haberlo, para recortar los gastos (una reforma previsional puede atenuar el crecimiento de las obligaciones implícitas, pero no reducir el gasto). El consiguiente ajuste fiscal (necesariamente por la vía de aumento de ingresos) lo recomiendan desde la Airef hasta la Comisión Europea pasando por el Banco de España. La ministra Montero en una entrevista en La Vanguardia, ha anunciado la reforma fiscal para cuando finalice el trabajo de la Comisión de Expertos que se ha nombrado a tal efecto. No se trata de partir de cero, sino de construir sobre lo que hay, porque en España hay un sistema impositivo perfectamente homologable.

No hay que olvidar que la redistribución es sólo uno de los objetivos de la imposición. Otro es la eficiencia: gran parte de la redistribución tiene lugar por el lado del gasto, y es importante recaudar el dinero necesario (recaudar lo que se necesite es otro objetivo) causando las mínimas distorsiones económicas. Aunque el principio de la capacidad de pago tiene que ser el prioritario desde el punto de vista de justicia social, en ocasiones hay que recurrir al principio del beneficio, y cobrar por beneficios individualizados, como con los peajes. La gestión política y la justicia (sobre todo por la creciente concentración de la riqueza) requiere centrar las subidas de impuestos en quien más tiene, pero seguramente tendrán que aumentar los ingresos de todos los impuestos, también del IVA, afectando por lo tanto a la clase media. Es el resultado final de ingresos combinados con gastos el que tiene que explicarse bien para ofrecer un paquete socialmente justo y eficiente.

La justicia social es el imperativo que se reivindica cuando se sugiere (por Piketty, Zucman y muchos otros) subir los impuestos sobre la riqueza y de sociedades; deben contribuir a aumentar los ingresos fiscales y también a aumentar la legitimidad del sistema: los más adinerados deben ser quienes más contribuyan. Todas las formas de financiar la acción del estado (incluyendo los peajes) tienen ventajas y desventajas desde el punto de vista de los distintos objetivos que se plantean, por lo que es necesaria una visión de conjunto y una pedagogía permanente.

Una reforma en profundidad de la fiscalidad, como se ha destacado desde distintas instancias, entre ellas la OCDE, tiene que ir asociada con una reforma de los mecanismos de solidaridad interterritorial, en España, Europa y el mundo. Para avanzar en este debate, creo que hay cuatro puntos que la mayoría de expertos podrían avalar:

1) Hay que aumentar los ingresos fiscales, especialmente en España, pero también en general. Lo exige el tipo de sociedad que emerge tras la pandemia y el que exige el Green New Deal. Redistribución es complementaria de predistribución. No hay que elegir entre ambas (igual que un estado fuerte es complementario de una buena colaboración público privado; sin un estado fuerte y moderno, ésta no sirve).

2) Un obstáculo al reforzamiento de la capacidad financiera de los gobiernos es la competencia fiscal a la baja agresiva entre gobiernos del mismo nivel territorial, sobre todo a nivel internacional pero también en España.  Por ello hay que reducir los privilegios fiscales asociados a los territorios (Luxemburgo, Irlanda, Holanda, pero también País Vasco, Navarra y Madrid), cuando tienen efectos negativos sobre la capacidad de prestar servicios en otros territorios.

3) En el caso de Madrid, hay que estudiar la interacción entre efectos de capitalidad, fiscalidad relativamente baja y financiación autonómica y proponer mecanismos correctores. Madrid no cumple los requisitos de un paraíso fiscal, pero practica formas de competencia fiscal que perjudican a otras comunidades. El mecanismo de nivelación autonómica puede corregir aquellos aspectos del ejercicio de la autonomía impositiva que perjudican a otras comunidades autónomas.

4) Hay que mejorar la cultura tributaria y dar la batalla por la contribución a lo colectivo desde los valores éticos, además de la lucha contra el fraude fiscal. En un mundo ideal (deliberación racional, etc.) bastaría con hacer buena pedagogía. En un mundo dominado por la mala leche y la polarización (como en la campaña de Madrid) hace falta también una gestión inteligente de los tiempos políticos que se combine con una actuación constante y no improvisada de la narrativa. La palabra “impuestos” ya suena negativa, pero no hay que permitir que cada vez que se quiera tocar un tipo impositivo o un beneficio fiscal, la derecha utilice la palabra “sablazo” en un país que tiene la presión fiscal por debajo de la media europea, y muy por debajo de los países con los que a veces nos queremos comparar. Cuando se introdujo el IRPF en 1978 y el IVA en 1986 la opinión pública lo aceptó. El PSOE ganó las dos últimas elecciones y pactó una coalición, con una promesa de subida de los impuestos. Pero sabemos que la batalla cultural tiene que ser permanente, por ejemplo mostrando en procesión y apoyando a todos los empresarios (tan escasos de momento) que afirmen que es necesario subir los impuestos, o por lo menos pagarlos.


domingo, 9 de mayo de 2021

"Leftwashing" a Catalunya

La paraula composta en anglès "Greenwashing" es refereix als esforços hipòcrites de moltes empreses privades per donar una aparença de responsabilitat social corporativa en el terreny mediambiental, tot ocultant unes pràctiques que s'adiuen poc amb l'aparença. Per exemple, l'empresa constructora brasilenya Odebrecht, va ser distingida per una escola de negocis suïssa entre altres raons pel seu compromís ambiental, just abans de veure's implicada en el cas de corrupció possiblement més important de la història de Llatinoamèrica.

El Greenwashing no és l'únic cas d'hipocresia. Hi ha personatges famosos del món de l'esport que poden portar una camiseta del vaixell humanitari "Open Arms", i al mateix temps recolzar el Mundial de Qatar o treballar per famílies de monarquies medievals al Golf Pèrsic que oprimeixen els treballadors immigrants.

No cal que ens moguem a nivell internacional. És conegut el cas d'un Alcalde que va rebre un premi a la transparència per part de...  bé, Transparency International, i al cap de poc temps ser arrestat per corrupció. Què podem dir de la família Pujol, que va passar d'aquell "a partir d'ara d'ètica i moral en parlarem nosaltres" a que se'ls demanin anys de presó per activitats corruptes.

A Catalunya en els darrers anys ens hem especialitzat en una forma d'hipocresia que podríem anomenar "Leftwashing", que consisteix a auto-atorgar-se una pàtina de progressisme, per poder tenir llicència per participar en el que no és més que un intent d'una oligarquia de perpetuar-se en el poder, brandant un projecte que literalment és impossible, i que implícitament implica el gest insolidari dels sectors relativament acomodats d'una regió rica per desentendre's del que passa el voltant, per muntar-se un condomini on es recaptin tots els beneficis de la globalització i la mobilitat de capital però no els seus costos i responsabilitats.

Els que intenten passar per esquerra porten des de 2012 recolzant presidents de dretes, demostrant molt poca passió per allò col·lectiu, i contribuint als pitjors indicadors de polítiques socials imaginables en una societat rica com la nostra, com per exemple un ominós 30% de pobresa infantil (just abans de la pandèmia i segons una acreditada ONG internacional). Els mateixos que parlen de creixement inclusiu i prosperitat compartida, acorden cordons sanitaris contra la socialdemocràcia (encarnada pel partit primer en vots i clar guanyador a les zones de renda més baixa), i han de negociar en conseqüència el seu programa i la seva investidura amb els admiradors catalans de Trump i Ayuso.

Le Pen i Salvini parlen de la mort de la distinció entre esquerra i dreta, per fer forat entre l'electorat tradicional de l'esquerra. Però l'aportació catalana al nacional-populisme s'ha de reconèixer que va més enllà, fins a dir que l'esquerra existeix, i que són ells. Deu anys de retrocessos socials, retalls sanitaris i segregació educativa, i molts mesos ja de paràlisi governamental davant d'una enorme crisi social i econòmica, els desmenteixen categòricament.

domingo, 2 de mayo de 2021

Reforçar l'esperança federal

Hi ha un corrent de fons que vol passar pàgina a Catalunya, però que conviu amb un clima de fatalisme en sectors que voldrien fer-ho, donades les dificultats per arrabassar a l’independentisme el seu domini polític i social.

Els “arguments” dels sectors independentistes dominants cada dia fan més pena. La corona de flors al diàleg i l’intent d’appartheid vacunal als professionals de cossos de seguretat de l’estat que viuen a Catalnuya, situen aquests sectors exactament en el lloc moral que ocupen.

La pasta de DIR i Mediapro passa per davant de qualsevol emergència social a Catalunya, i passa per davant de dedicar els nombrosos recursos de l’autogovern a gestionar les coses públiques i a reforçar allò col·lectiu a tots els nivells, com s’intenta fer des de tota Europa i des dels Estats Units.

L’intent de “leftwashing” (per equivalència al “greenwashing” que practiquen algunes empreses) de Pere Aragonès i altres sectors de l’independentisme no pot enganyar a ningú, per molt que hi posi a l’estrambòtica CUP (entre una OJE de Puigdemont i una cèl·lula de la monja Forcades) pel mig. La socialdemocràcia homologada a Catalunya i Espanya (a la que ERC posa un cordó sanitari) és la que és. Quan ells tinguin els aliats internacionals, el bagatge de realitzacions socials i el vot obrer que té i ha tingut històricament el PSC, que parlin de socialdemocràcia (sense que se’ls caigui la cara de vergonya), de creixement inclusiu i prosperitat compartida. De moment, DIR i Mediapro són els que comparteixen la seva solidaritat. No dic que no hi hagi gent d’esquerres de veritat i fins i tot federalista a ERC, però sisplau que ho demostrin amb fets (el primer, trencant amb Waterloo).

Fa bé el Grup Socialista al Parlament a intensificar la rendició de comptes i persistir perquè el descontent amb la gestió es traslladi a vot per l’alternativa. No hem d’esperar a matar-nos per recuperar la convivència després, com a Irlanda del Nord i País Basc, per no parlar d’experiències encara més traumàtiques a la història de la humanitat. Sempre es pot acabar millorant, el problema és que si triguem molt, quedaran pocs per explicar-ho.

El federalisme no és la Declaració de Granada (que tenia el mèrit de fer dir al PSOE després de molts anys que era federalista sabent-ho), ni tan sols la reforma de la Constitució i l’Estatut, que són bones idees ja treballades, que esperen al consens per ser aplicades. És més i menys a la vegada. El federalisme és la fiscalitat cooperativa que proposa Biden, són els fons Next Generation EU, és la co-governança a Espanya, a Europa i al món, és la multi-culturalitat i el multi-lingüisme, i és la idea dels grans economistes que venen best sellers (com Thomas Piketty). És a dir, són coses que estan passant ja! Ara que estan passant, no ens podem amagar amb timidesa intimidats darrera dels identitarismes, que estan perdent per golejada el debat intel·lectual. Ja ho va dir Salvador Illa: quan va arribar el "procés", ens va agafar dèbils en el pla intel·lectual. Ara que el món gira a favor de les solucions col·lectives, és el moment de dir amb força que teníem raó.

No pot ser que Pedro Sánchez i la Moncloa tornin a ser “federalistes sense saber-ho” (seguint instruccions de spin doctors?), ni pot ser tampoc que es deixi que la paraula federal i els seus derivats les utilitzi només un voluntariós i aïllat Ximo Puig, que mereix el suport de tothom i ser acompanyat en un discurs que hauria de fer seu tota l’esquerra i el centre-esquerra a Espanya, Europa i el món.

Hem de mobilitzar i activar crítics, ajudar-los a sortir de la por i la intimidació, convèncer alguns abduïts, i treballar amb les noves generacions. Amb gestió, i amb narrativa, relat, "framing". La joventut és majoritàriament progressista, aquí i a molts altres llocs. Però són vulnerables a la pressió nacionalpopulista. És la gran esperança a mig i llarg termini. Però no pot ser que entre la joventut i Joe Biden, les generacions del mig es pensin que per derrotar a la demagògia identitària n’hi ha prou amb parlar amb la boca petita.