Cuando se trata de dar respuesta a las presiones nacionalistas, se vuelve a hablar más de federalismo, aunque nunca deja de hablarse del todo de él. Aceptémoslo aunque sea con resignación, quienes hablamos el idioma federal en todas circunstancias.
Que los independentistas pongan más énfasis en sus otras “líneas rojas” que en el referéndum de autodeterminación, significa implícitamente que reconocen que no habrá autodeterminación, y que por la tanto nos movemos en terreno federal. Incluso que pongan más temas encima de la mesa que la autodeterminación significa que no deben tener mucha fe en ésta. Si se la creyeran, ¿a qué viene pedirle otras cosas a una España que tienen previsto abandonar?
Adjetivar el federalismo (“asimétrico”, “cooperativo”) es un campo interesado de minas, pero usar los derivados de la palabra que empieza por F como adjetivo puede ser más fértil. Voy a probar con “continuo federal”, con la idea de que no existe una DUF (Declaración Unilateral de Federalismo), ni un momento F. Es tan verdad lo que dice Javier Cercas (que España ya es de facto una federación, imperfecta como todas, sólo nos falta reconocerlo), como que España necesita importantes reformas federales, como dice Alberto López Basaguren, como fruto de la evolución del Estado autonómico y de su integración en una UE cada vez más unida, en la zona euro y el espacio Schengen. Hay un continuo federal geográfico (España y Europa experimentan una evolución federal desde orígenes muy distintos) y un continuo federal temporal (no hay un día concreto del federalismo). El federalismo no es una panacea (ha habido fracasos) pero federales son algunas de las realidades políticas más estables y prósperas del Planeta (Estados Unidos, Canadá, Australia, Alemania, Suiza), y la realidad más prometedora (la Unión Europea) tiene características ya federales y es el fruto del sueño federal de Ventotene.
El federalismo está ahí (democracia multinivel, descentralización, rendición de cuentas democrática de varios gobiernos, elementos de gobierno compartido, unidad en la diversidad); no tiene mucho sentido criticar el concepto, ni discutir si tenemos más o menos. Si nos ponemos estrictos, ninguna federación cumplirá con una definición que sirva para todas. Sería como criticar la existencia de las puestas de Sol, que cada día son distintas, pero ocurren con una regularidad previsible. Lo que tiene sentido es discutir qué federalismo queremos, en una Europa sin fronteras (como también dice Cercas, la federación europea es la única utopía disponible de nuestros días) y en un mundo donde los grandes problemas desbordan al viejo Estado-nación, como desbordan las bienintencionadas nociones de “la” nación de ciudadanos libres e iguales. Lo que hay que construir de modo pragmático es una transición federal hacia un mundo globalmente organizado donde cada uno contribuya según sus capacidades y reciba según sus necesidades. Hay que superar el error de Wilson: la pretensión de que cada "pueblo" pueda formar un estado, y que esa sea la base de la organización internacional.
El PSOE debe sentirse orgulloso de su hilo federal, que viene del nombre de sus órganos nacionales, de la Declaración de Granada, de la presencia de Rubalcaba en actos de Federalistes d’Esquerres, y del federalismo a la Molière (sin nombrarlo) de Sánchez con la co-gobernanza de la pandemia, las vacunas organizadas federalmente, y los fondos Next Generation. Y su contribución a frenar a la ultraderecha centralista.
Este hilo ha estado a veces a punto de romperse, como cuando la gestora del PSOE decidió que su principal problema era el protocolo de unidad con el PSC. Dicen malas lenguas que Alfonso Guerra dijo poco antes de las últimas elecciones (en las que el electorado catalán contribuyó decisivamente al buen resultado socialista) en un acto privado en Barcelona que el principal error del PSOE había sido el Protocolo de Unidad con el PSC (y preveyendo, quizás deseando, un mal resultado, que habría que refundar el PSOE tras las elecciones; si se descuida)...Y el hilo a veces se ha enredado, con arranques y parones como la efímera presidencia del Senado de Manuel Cruz, o los efímeros pasos de Batet e Iceta por el Ministerio Territorial. Pero ahí sigue el hilo, ahora enhebrando la aguja por medio de la presidencia del Congreso de Francina Armengol, no sólo catalano-parlante como Batet, sino también expresidenta de una Comunidad Autónoma.
Es muy importante que, si el PSOE y Sumar llegan a un acuerdo con fuerzas independentistas, que inevitablemente incluirá retoques a nuestro federalismo, estos sean mejoras que formen parte de un proyecto que se pueda transmitir y comprender, y que pueda ser apoyado por una gran mayoría. Creo que con la utilización de las lenguas co-oficiales se está consiguiendo: incluso es algo que genera mayor satisfacción entre los federalistas que entre los independentistas. Aunque los más lúcidos entre estos puedan empezar a ver que lo que les conviene es moverse con libertad, y con lealtad, y respeto al estado de derecho, en una Europa sin fronteras. Como dijo Inma Carretero, “tiene Sánchez que hilar muy fino y explicar muy bien lo que hace para intentar colocar los cimientos de la nueva legislatura”. Quizás lo conseguirá aceptando con la boca grande que lo que está haciendo forma parte de un continuo federal.
No tenemos que ocultarnos las desconfianzas que genera el federalismo (no solo en España; recuerdo a Boris Johnson reírse de la palabra “federal” en la Cámara de los Comunes). Como tampoco tenemos que ignorar dos dificultades serias a las que los federalistas nos enfrentamos en España: que es visto como una concesión a los nacionalistas, y que estos en muchos casos aprovechan su poder autonómico para erosionar la “federación” en lugar de contribuir a ella.
Gestionar la España diversa y plural (tirando con lo que tenemos pero que requeriría en un mundo ideal reformas constitucionales, para lo que habrá que esperar a un PP que deje atrás la aznaridad). Integrar Europa. Avanzar en la gobernanza global. Estos son los retos prácticos del federalismo del Siglo XXI.
Si superamos el error de Wilson y nos adentramos en la transición post-nacional será más fácil abordar las lenguas, el tratamiento judicial y democrático del secesionismo, la financiación autonómica (en el contexto de una re-organización europea y global de la financiación pública). Podremos pasar del café para todos al “Capuchino para todos” en expresión afortunada de Philippe Van Parijs, el federalista padre de la renta básica universal (un poso común de café, al que cada uno le puede añadir lo que quiera). Nadie dice que todo esto vaya a ser fácil. Pero creo que no hay otra.