Una de las características del populismo moderno, señalada por el politólogo Jan-Werner Müller, es la de negar la pluralidad del pueblo en cuyo nombre hablan los líderes populistas.
Los del “Que te vote Txapote” que trataban a Sánchez de psicópata, que confiaban en un PSOE sumiso al que se convencería convocando a tres “barones”, ahora andan haciendo eses entre, por un lado, pedirle de rodillas a Sánchez que se abstenga y, por otro, llorar por la desaparición de España. Si conocieran mejor al país en cuyo nombre hablan, entenderían que ni Sánchez se abstendrá, ni España desaparecerá.
Por su parte, los de Puigdemont pueden estar tentados de llevar hasta sus últimas consecuencias su mensaje de que es lo mismo un español de derechas que uno de izquierdas. Esto tiene un problema: que la inmensa mayoría de Cataluña (el país en cuyo nombre hablan) no se lo cree (ver el mapa de resultados electorales en Cataluña por municipios).
Tanto quienes han apoyado a la derecha española (por activa o por pasiva) como quienes han apoyado al independentismo catalán, pueden cometer el error de creerse sus propias mentiras. Por ejemplo, el notario que echaba pestes de Sánchez porque decía que en esta legislatura que ahora empieza seguro que se iba a convocar un referéndum de autodeterminación porque se necesitarían los votos de los independentistas catalanes. Va a ser que no, como lo fue en la anterior, entre otras razones, porque la Constitución (¿no deberían los notarios conocerla?) lo impide. ¿Cuantos meses tienen que pasar antes de que López Burniol reconozca que se equivocó, igual que se equivocó cuando decía que el problema en Cataluña sólo tenía una solución, que era “la consulta”?
Un error común entre nacionalistas españoles y catalanes, basado en el desconocimiento de la realidad en cuyo nombre hablan, es el de olvidarse de Europa en sus siempre contundentes afirmaciones. Hoy el Estado es Europa. Ahí está nuestra moneda, ahí compartimos nuestra soberanía. España no va a desaparecer, sobre todo porque hoy es uno de los principales estados-miembro de la Unión Europea y de la Zona Euro. Nuestra Constitución es importante, pero casi más importante es nuestra pertenencia a la UE, de la que la Constitución no habla.
Otra cosa que no entienden bien muchos nacionalistas españoles y catalanes (aunque creo que los más lúcidos entre ellos sí), es que actualmente una mayoría de españoles prefieren a Sánchez como presidente del Gobierno antes que a Feijóo. Es decir, si “no se bloqueara” la investidura de la fuerza más votada, aceptando el marco conceptual de la derecha, se estaría haciendo presidente a alguien que es rechazado por una clara mayoría de la sociedad española, lo que generaría inestabilidad y desafección institucional. Sánchez es un “Ganador de Condorcet”: ganaría a todos sus rivales, incluyendo a Feijóo, en comparaciones por pares. También sería un ganador por el recuento de Borda (algo así como el Festival de Eurovisión): si todos los votantes puntuaran en orden decreciente de valoración a una lista de posibles candidatos (y no sólo votaran por uno), Sánchez obtendría en toda España más puntos que Feijóo. Nuestro sistema electoral no lo inventó ni Condorcet ni Borda, pero nos da suficientes datos para saber cuál sería el presidente preferido, o el menos rechazado, por una gran mayoría. Algún día puede que no sea así, y que con un centro-derecha razonable, que no asuste, que no caiga en el Trumpismo más descarado, puede que llegue a ser defendible que el PSOE si no es primero y no hay una mayoría alternativa, se abstenga, o llegue a un pacto con ese hipotético centro-derecha moderno. Hoy día la realidad es otra. La desastrosa campaña electoral del PP lo ha clarificado. Demasiado tarde para rebobinar.
En definitiva, tanto quienes hablan en nombre de ella, como quienes practican la hispanofobia (una versión local de la xenofobia) no entienden que la de hoy es la mejor España: plenamente integrada y querida en Europa, pacífica, con una de las democracias más avanzadas, donde todas las opciones son libres de actuar y son legales (no siempre ha sido así), y todas utilizan esta libertad para participar en las instituciones, presentándose y tomando posesión del escaño y trabajando desde éste (no siempre ha sido así). Esta España plural y diversa (federal -consigo misma y con Europa-, como la calificó entre muchos otros el portavoz del Partido Nacionalista Vasco) es la que ha frenado, de momento, la alianza entre la derecha y la extrema derecha en Europa, y la que probablemente se verá reflejada en un nuevo gobierno del tremebundo “sanchismo”.