Si alguna amistad mía (o alguien más) de América Latina lee este post, le sorprenderá quizás saber que el Presidente de la Generalitat de Cataluña (el gobierno autonómico catalán, que tiene un presupuesto mayor que varios países de la región) estuvo recientemente en Colombia, Uruguay, Argentina o Chile. Según un par de tests que realicé, su visita de nueve días por estos países pasó ahí totalmente desapercibida. Ninguna sorpresa, dado que estos viajes se organizan para que tengan mayor impacto en el país de quien viaja que en los países de destino.
Pero incluso en este sentido, no se alcanza a ver qué impacto tuvo para sus intereses electorales en Cataluña, pasar 9 días en América Latina a dos meses de unas elecciones municipales, en lugar de concentrarse en su tarea de gobierno o de comunicación de su supuesta tarea de gobierno, pateándose los municipios catalanes. Creo que muchas candidaturas de ERC a las elecciones municipales se estarán preguntando lo mismo.
El contexto es el de una acción internacional devaluada por el desprestigio del proceso independentista (el “procés”). La acción internacional de la Generalitat causa desconfianza. En este contexto, este viaje supone un avance, o un freno del retroceso, al no haberse puesto al servicio explícitamente del proyecto independentista, pero no deja de ilustrar todas las contradicciones del discurso de ERC y Pere Aragonès.
El viaje se anunció como una oportunidad, por la proximidad ideológica con algunos gobiernos actuales en América Latina, presumiblemente el colombiano, el argentino y el chileno, intentado vender las supuestas credenciales progresistas de ERC (que intenta sacarse de encima la sombra de haber apoyado al nacionalismo conservador catalán desde 2012). Aragonès y sus asesores seguramente pensaron que 9 días en América Latina le darían más réditos políticos que 9 días por países de la Unión Europea, donde tiene muy pocos aliados. Antes al presidente de la Generalitat (Pujol, Maragall o Montilla) le recibían jefes de Estado, incluso el Emperador de Japón. Esta vez, ningún jefe de Estado ha recibido a Pere Aragonès, como viene siendo habitual. Los dos únicos catalanes que han sido recibidos en el palacio presidencial de Francia (nuestro país vecino) en los últimos años han sido el escritor Javier Cercas y el jefe de la diplomacia europea Josep Borrell (dos bestias negras del nacionalismo). El giro realista (y socialdemócrata) de la izquierda latinoamericana una vez en el gobierno, por lo menos en Colombia y Chile, seguramente ha llevado a sus principales dirigentes a marcar ciertas distancias con Aragonès, por lo menos hasta que quede claro que este es un firme aliado del gobierno español y de la Unión Europea, que es con quienes quieren tener buenas relaciones.
En su visita a Colombia, la reunión del Presidente catalán con el Presidente colombiano Petro fue cancelada a última hora por razones de cambio de agenda del mandatario americano, debido a problemas de orden público en el país. Petro tiene contactos con sectores políticos y empresariales vinculados al independentismo catalán, como refleja un reportaje de Crónica Global, y simpatizó con los independentistas catalanes durante el “procés”.
En Uruguay, Aragonès realizó un paralelismo entre esta nación y Cataluña, al mencionar su parecido como “pequeños países”. Precisamente ahí consiguió su mejor éxito diplomático, al ser recibido por el ex presidente Pepe Mujica en su casa. El ex mandatario uruguayo le dijo, según pudo captarse incluso en señales de la propia televisión catalana, que él desearía que España avanzara hacia un Estado federal que diera cabida a la pluralidad de culturas e identidades (algo que en buena parte ya ocurre, y que vienen defendiendo los rivales políticos de ERC, el partido de Pere Aragonès).
En Argentina, Aragonès fue recibido en compañía de la embajadora española por un dirigente peronista, miembro del gobierno actual, que tuiteó en su cuenta oficial que estaba muy contento de recibir al jefe del gobierno “regional” de Cataluña, y que esperaba que la reunión sirviera para reforzar las relaciones con España y la Unión Europea.
En Chile, el dirigente catalán se reunió con descendientes de exiliados republicanos, con quienes resaltó que compartía el “espíritu republicano”, aunque seguramente se refería a repúblicas distintas, una española real y legítima, y otra catalana hipotética y a día de hoy imaginaria. Pero no dio más detalles. En ese país, Pere Aragonès expresó su simpatía por el cantante asesinado por los militares, Víctor Jara, y por el cura Alsina, también víctima de la dictadura de Pinochet y uno de los cristianos por el socialismo catalanes que fueron a defender la democracia chilena y a sus clases populares. Un baño de progresismo que hizo levantar más de una ceja a quienes han visto a ERC en los últimos años apoyar en su país un proyecto que ha intentado erosionar la democracia española y que ha recibido el rechazo de los votantes de ingresos medios y bajos en Cataluña. En las encuestas de las próximas elecciones municipales, ERC y el resto del independentismo catalán aparecen relegados en posiciones testimoniales en los barrios obreros de Cataluña.
Aragonès tuvo breves contactos con influyentes dirigentes socialdemócratas, como la expresidenta chilena Bachelet, o los ministros Ocampo en Colombia o Marcel en Chile (este último, de ascendentes catalanes, aunque en las comunicaciones oficiales no se dijo si el contacto había sido especialmente extenso). Estos dirigentes juegan un papel importante en los intentos por atraer hacia la moderación y el realismo a sus gobiernos, elegidos bajo liderazgos y programas a la izquierda de la socialdemocracia, la misma a la que ERC en Cataluña le hizo un cordón sanitario en las últimas elecciones al Parlament en 2021.
Sería más productivo y realista si el presidente catalán viajara del brazo de la España democrática y de la Unión Europea, no solo formalmente, sinó sinceramente. Y que viajara con objetivos culturales y económicos, y no propagandísticos. En este caso aprovechando lo que tenemos más en común con América Latina, que es uno de nuestros idiomas (el castellano), y una literatura que ha tenido en la ciudad de Barcelona una de sus grandes capitales. Supongo que Aragonès intentó en las Américas encontrarse con líderes que como él intentan alejarse de su imagen populista y desestabilizadora, aunque en grados distintos. Pero no llegó a reunirse con todos los que hubiera deseado.