Larry Bartels es un politólogo estadounidense muy interesante que trabaja en la frontera difusa entre la economía y la ciencia política. A lo largo de su trayectoria se ha centrado en las dificultades que los sectores de ingresos medios y bajos tienen para que sus preferencias políticas tengan peso en la toma de decisiones colectivas, y en las contradicciones que se plantean al observar que la agregación de preferencias democráticas casa mal con una interpretación racional de los intereses de la mayoría (ver su libro con Achen, “Democracy for Realists”).
En su nuevo libro, “Democracy Erodes from the Top” (“La Democracia se erosiona desde arriba”), analiza la relación entre la evolución de la opinión pública y el auge de las fuerzas de derecha nacional-populista en Europa en las últimas décadas. Su análisis finaliza en 2019, justo antes del estallido de la pandemia de Covid-19. Para entonces, los ecos de Trump ya habían llegado a Europa, el Reino Unido había aprobado el Brexit en referéndum, la Lega había llegado al gobierno italiano (los Hermanos de Italia todavía no), los nacional-populistas húngaros y polacos ya asustaban, y Marine Le Pen ya proyectaba su sombra sobre la democracia francesa.
Bartels analiza la evolución de la opinión pública europea a lo largo de esos años, y concluye que el ascenso de las fuerzas nacional-populistas no fue consecuencia de ningún cambio drástico en las preferencias ciudadanas. En particular, no hay razones de malestar económico que expliquen los cambios políticos. No es la primera vez que alguien cuestiona, por razones de correlación geográfica o temporal, que las razones del ascenso del nacional-populismo haya que buscarlas en el lado de la demanda, aunque el debate sigue abierto.
Este autor considera que las razones de los cambios en el impacto político del nacional-populismo de derechas hay que buscarlos en los movimientos que se producen por el lado de la oferta política. Cualquier seguidor de la política catalana (caso que Bartels no aborda directamente en su libro), le daría la razón. Fue en 2012, cuando le interesó a Artur Mas y su partido (por los recortes, el ascenso del 15-M y la corrupción), cuando se produjo el ascenso fulgurante del independentismo catalán, sin que hubiera grandes cambios en la opinión pública. La fuerza dominante de la derecha catalana decidió impulsar un movimiento que, quizás (no lo tengo claro), al final se le escapó de las manos.
Del mismo modo, España se consideraba una excepción hasta hace poco, porque no tenía un partido fuerte de ultra-derecha, y de repente surge VOX. ¿Se han hecho los españoles de repente más fachas? En absoluto, y éste sí es un caso que analiza Larry Bartels con cierta profundidad. Igual que en otros países, en España siempre ha habido un pequeño porcentaje de la población con ideas ultra-derechistas, pero este porcentaje no ha cambiado prácticamente en los últimos años. Lo que ha cambiado es que un grupo de emprendedores políticos ha conseguido cuajar un partido fuerte a su alrededor, y ha conseguido hacerse necesario a la derecha más convencional, que en realidad ya tenía un cierto componente de nostalgia franquista. Es por el lado de la oferta política por donde se puede explicar VOX, igual que el “Procés”, y por el lado de la oferta habrá que desactivarlo, si queremos y podemos.
En su sección “El final de la excepción española”, Bartels destaca que pese al fuerte impacto de la crisis del Euro en España, en 2017 todavía no había ningún partido fuerte que abrazara las ideas nativistas y xenofóbicas que hoy defiende VOX. España era una excepción. Dos años después, la implosión de los casos de corrupción del PP y, precisamente, la apoteosis delirante entre 2017 y 2019 de la desestabilización producida por el “Procés” catalán, junto con la incapacidad de Ciudadanos por aprovechar su oportunidad en el centro-derecha, generaron un espacio que VOX supo aprovechar y que, hasta hoy, el PP no ha sabido frenar. No sólo no hay correlación positiva entre preferencias de populismo de derecha y ascenso de VOX, sino que éste coincidió, de acuerdo con los datos de opinión pública que maneja Bartels, con un descenso del sentimiento nacional-populista de derechas entre la opinión pública a medida que se iba suavizando el impacto de la crisis económica.