Por ejemplo, el trilema de Rodrik. Hay tres
realidades de las que hay que elegir dos, porque las tres simultáneamente son
incompatibles: la soberanía nacional, la democracia y la integración económica.
Rodrik se mostraba partidario de renunciar a la integración, aunque aceptando
que la Unión Europea podía ser un experimento aceptable y por lo menos dejaba
un interrogante planteado. Algunos pensamos que la integración económica es
irreversible (incluso en muchos aspectos deseable). Pero si queremos hacerla
compatible con la democracia, debemos renunciar al estado-nación (lo dice
Piketty). Otros creen que se puede mantener el estado-nación y la integración
económica (pero sabemos que entonces la democracia se convierte en una falacia,
porque el electorado no decide, lo hacen los mercados): es la postura del Grupo
Wilson de economistas admiradores de las obras de economistas (neo-)liberales
como Alesina y Spolaore (que tiene in mente un laissez faire internacional que
haría feliz a los oligarcas de Putin y a los jeques o sátrapas caribeños en busca de aliados o clubs
de fútbol con quienes blanquear dinero y prestigio –sin que se les hagan
preguntas incómodas ni se les regule más allá de su país). Otros creen que la
independencia de un nuevo estado-nación permite cambiarlo todo (estado-nación y
democracia sin integración económica): como las CUP en Cataluña (cuyo dirigente
dijo Pablo Iglesias que era el político que más admiraba en Cataluña). Oriol
Junqueras, el líder de ERC, parece todavía un poco confuso respecto al trilema:
votaría a Podemos si fuera español pero como es catalán dice que aspira a ser
el referente de los catalanes socialdemócratas, aunque estos son en toda Europa
partidarios de más integración y más democracia (con este socialdemócrata lo va
a tener difícil). Pablo Iglesias reivindicó con Tsipras la “soberanía nacional”
en lugar de la soberanía popular, días antes de que su aliado griego incluyera
en su gobierno a la derecha nacionalista y le hiciera guiños al nacionalismo de Putin, además de ser aplaudido por Marine Le Pen. Una de
las candidatas a liderar Podemos en Cataluña, Gemma Ubasart dijo estar de
acuerdo tanto con un referéndum de autodeterminación como con un presupuesto y
un tesoro europeos en lugar de un concierto económico como el vasco, lo cual
intuyo que apunta a formas alternativas e incompatibles de resolver el dilema
de Rodrik (el 50% de su propuesta lo suscribo).
La solución es una Europa más democrática, es decir, superar el monopolio sobre la soberanía que ejerce el estado-nación. Nadie osará decir
que está en contra, pero entonces si se es sincero se necesitan aliados entre las fuerzas
democráticas de algo más que otro país europeo, y el Parlamento Europeo debe ser algo más que una plataforma
donde morir políticamente o donde promocionarse con las miras puestas en la
política nacional.
El principal problema de nuestro bienestar y nuestra
democracia se llama Europa. Sin tener un proyecto para ella es imposible
regenerar la democracia ni mejorar nuestro bienestar. La receta obvia (o a mi me lo parece) es un
federalismo democrático europeo, es decir, un gobierno federal con un presupuesto
digno de este nombre y un tesoro que respondan directamente a la ciudadanía. Y cuando dices esto,
quienes apoyan cosas más imposibles todavía te dicen que estamos muy lejos de
eso, bla, bla, bla… Habrá que esperar a que se convierta en una ola.