domingo, 16 de abril de 2017
Evolucionismo federativo versus creacionismo identitario
En la sociedad interconectada del siglo XXI la mayoría de los grandes problemas requieren soluciones compartidas. Las naciones y los estados se creen que son o pueden ser soberanos e independientes pero no lo son ni lo pueden ser ya. En Europa eso quiere decir que o nos unimos en una Unión Europea más integrada y democrática o no resolveremos nuestros problemas ni contribuiremos a resolver los de la humanidad. Por eso hoy algunos nos sumamos a la manifestación de Pulse of Europe en Barcelona. No hay atajos, como empiezan a ver los partidarios del Brexit en el Reino Unido o los independentistas en Cataluña. No existe un momento milagroso donde todo se arregla de golpe por el hecho de creer ser soberanos o independientes. Lo que existe es una evolución contínua, idealmente a través del diálogo y el acuerdo, para seguir transitando desde los pequeños clanes prehistóricos hacia una comunidad global. El reciente libro de Lluis Bassets, "Lecciones Españolas" explica las consecuencias negativas de pensar que las cosas pueden ser de otra forma. Entre otras cosas, ironiza con la expresión del "choque de trenes" que se supone que se tenía que producir en Cataluña (p.122: " no tenemos que esperar al choque de trenes, ya se produjo"), otra criatura del creacionismo identitario, que se une a la idea del voto inmaculado que lo soluciona todo. España puede ser una nación de naciones en una federación europea de federaciones (los sistemas complejos se componen de otros sistemas, como los fractales). O mejor aún (aunque no sé si todo el mundo está preparado para aceptarlo) España puede ser una realidad post-nacional en un mundo sin naciones y sin fronteras, o donde la nación sea algo que cada uno profese en libertad, pero que no se ponga al mismo nivel que la evolución racional de la convivencia, como es ridículo que en algunas escuelas norteamericanas se ponga a Adán y Eva al mismo nivel que la teoría de la evolución. En España podría haber un consenso por un régimen lingüístico como el de Canadá, Bélgica o Suiza, por un Senado federal parecido al de Alemania, por un reconocimiento de las identidades singulares (y que cada uno las llame como quiera), donde se delimiten bien las competencias como sugiere la declaración de Granada, con unos criterios de financiación e inversión más transparentes que los actuales, en una Europa con una política fiscal común, y un presupuesto digno de este nombre. Nada de todo esto es fácil, pero se puede evolucionar bastante rápido hacia ello (ya se ha hecho en las últimas décadas) si olvidamos los dogmas creacionistas. Esta semana al dolor por la muerte de Carme Chacón se ha sumado mucha gente. Yo no la conocí personalmente y discrepé de algunas de sus posiciones, y supongo que tengo un recelo innato e injustificado hacia los personajes políticos demasiado jóvenes, quizás envidia. Pero ha sido emocionante ver como se sumaban al dolor no sólo personas admiradas de la izquierda federalista cercanas a su ideología (como Xavier Arbós, José Montilla, Xavier-Vidal Folch y Manuel Cruz), sino también muchas personas incluso del PP y del nacionalismo catalán. Todos ellos, pero no los que han recogido firmas para que no se le diera la Cruz de Sant Jordi a título póstumo (que no podrán jamás entender que hay una parte importante de Cataluña que llora a Carme Chacón), podrían llegar fácilmente a un consenso si se pusieran a ello para construir una nación de naciones en una federación de federaciones. Seguro que gracias a la semilla que sembró Chacón, estudiosa del federalismo, la juventud del Baix Llobregat, de Cataluña y de toda España va a construir una España federal en una Europa solidaria para evolucionar hacia un mundo mejor.
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Ha costado mucho tiempo, dinero y esfuerzo construir el disenso que exista como para que ahora se pongan a construir un consenso.
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