miércoles, 28 de septiembre de 2016
¿Una España sin el PSOE? ¿Una Europa sin partidos socialdemócratas?
Cuando yo me afilié a las Juventudes Socialistas en verano de 1982 me contaron historias de congresos de enfrentamiento, de delegados que llegaban al alba para hacerse con la mesa de credenciales, de peleas por las cerraduras de los despachos. Eso eran historias como las que nos contaban las abuelas sobre el hambre y los bombardeos de la guerra civil, algo real pero impensable para las nuevas generaciones. En mi vida como afiliado, incluyendo una fase como aparatchik juvenil, he vivido bajo el supuesto de que a caballo del siglo XX y el XXI, tras la escolarización masiva y la entrada en Europa, la política democrática sería un espacio donde la discrepancia era normal, pero las cosas se resolvían civilizadamente. Las noticias de 24 horas e Internet y la proliferación de los viajes al extranjero, debían hacer que estas derivas fueran más impensables todavía por el riesgo de pasar vergüenza y hacer el ridículo más espantoso. Pues resulta que yo estaba equivocado. Los enfrentamientos cainitas parece que estaban ahí latentes, y en las útlimas horas la exposición pública, tuiteada y televisada no sólo no ha sido un obstáculo, sino que parece que ha servido para que muchos se sumen entusiastas al festival. Decir que nunca teníamos que haber llegado hasta aquí es inútil ahora. Lo que vemos es la expresión española de la crisis de la socialdemocracia europea. Nosotros conocemos a los personajes de aquí, a estos burócratas Pradas y Luena a quienes sólo les falta un cuchillo en la boca a uno y un chupete al otro para que respondan al estereotipo. En otros países los detalles serán otros. Si se hunde la socialdemocracia queda la derecha nacional-populista contra la izquierda nacional-populista, con matices de más o menos civilización según la experiencia del pasado reciente o la calidad de la educación en el país, entre otros factores. Si se hunde la socialdemocracia, la única esperanza es que las fuerzas enfrentadas se neutralicen, para no ir a peor. Pero todo es susceptible de empeorar. Si mientras tanto alguien (no por favor, no busco otro-a líder-esa supuestamente carismático-a o fotogénico-a, sino algún tipo de operación colectiva) pudiera frenar esta deriva, sin transitar del clientelismo al populismo, por favor que cuente conmigo.
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Comparto la reflexión.
ResponderEliminarRTiB.