domingo, 16 de junio de 2013
¿Otra solución milagrosa para el problema de los partidos políticos?
El artículo de Antonio Estella de Noriega (un colega mío doctor del Instituto Universitario Europeo de Florencia) de hoy en El Pais empieza
muy bien, diciendo que más que con regulación de lo que tienen que hacer (por
ejemplo, mediante la ley de partidos recientemente propuesta en un manifiesto),
los problemas de los partidos se solucionarán por la competencia entre ellos
por dotarse de formas organizativas que contribuyan al producto final que
eligen libremente los ciudadanos. La democracia total interna no tiene por qué
ser la mejor forma de resolver los problemas de los ciudadanos, que es en lo
que compiten los partidos políticos. Hay empresas internamente más democráticas
que otras, y todas compiten por resolver mejor los problemas de los ciudadanos.
Lo mismo con las iglesias y otros tipos de organización. Una democracia mejor a
veces requiere que la democracia no sea máxima, porque no podemos resolver de
forma coherente todos los problemas si todo se somete permanentemente a
votación (si fuera así, votaríamos maximizar el gasto público y minimizar el
pago de impuestos, algo claramente incoherente). Sin embargo, hacia el final
del artículo, Antonio Estella parece que no puede reprimirse y cae él mismo en
la tentación de proponer la prescripción externa de la limitación de mandatos
porque considera que los políticos que tenemos en España son de muy mala calidad.
¿Por qué no aplicarse su propio argumento y dejar que sean los partidos quienes
se diferencien también en eso y sean los ciudadanos quienes elijan? En
realidad, han surgido algunos nuevos partidos últimamente, y en general han
elegido nuevos políticos (no siempre, Rosa Díez no es muy nueva), algunos
mejores y otros peores que los antiguos. El argumento parece dar por supuesto
que hay un pool de potenciales
políticos que pueden hacerlo mucho mejor que los actuales. ¿De dónde saldrá
este pool, de los firmantes de
manifiestos y articulistas de los diarios, que de momento se sitúan au dessus de la mélé? ¿O más bien los
nuevos políticos saldrán de entre actores medio famosos, empresarios con
problemas legales, oportunistas aprovechados y ex deportistas con mono
mediático? A mi me parece más bien que los actuales políticos son un reflejo
del capital humano disponible, y que entre ellos los hay buenos, malos y
regulares. Si se hubiera aplicado una limitación de mandatos como solución
universal, ¿hubieran llegado a presidentes políticos como Mandela en Sudáfrica,
Mujica en Uruguay o Lula da Silva en Brasil? Un caso que yo conozco no hubiera
llegado a producirse: si en su momento se hubiera aplicado la limitación a dos
mandatos, Pasqual Maragall nunca hubiera sido el alcalde de las olimpiadas de
Barcelona. Seguro que en la geografía actual de España hay ejemplos de “viejos”
políticos que es deseable que sigan en activo. Me viene a la mente el ejemplo
del Alcalde de El Vendrell en Cataluña, el veterano Martí Carnicer, que ha sido
varias veces alcalde, tiene una larga trayectoria política y profesional, y en
una pequeña ciudad amenazada triplemente por la crisis, el deterioro ecológico
y el racismo (no creo que sea una excepción) a mi me parece muy deseable que
continúe cuanto más tiempo mejor. Algunos países como Argentina y México, por
ejemplo, en sus legislativos precisamente tienen el problema de que la excesiva
rotación del personal político impide crear reputaciones, fomentar el
compromiso intertemporal y en definitiva crear un contrapeso fuerte de las
tendencias a la concentración del poder político en unos pocos que siempre
influyen. De verdad, creo que no hay recetas milagrosas. ¿No existiría el
riesgo de que los “nuevos” políticos en realidad fueran individuos que van
rotando de un partido a otro en busca de fortuna, según soplen los vientos en
cada momento, como refleja esta viñeta de The New Yorker? El problema de los partidos políticos en España es grave, sobre
todo para la izquierda que los necesita, claro, y no hay otra solución que no
sea la lucha lenta y esforzada, de base, por hacer que mejoren.
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