Uno de los objetivos no declarados del proceso independentista era hundir al PSC. Y en eso hacía pinza con otros sectores que sufren desde hace años del mal de la PSC-fobia. Aunque en algunos momentos algunos apostaron (en algunos casos, con decisiones personales irreversibles) porque este objetivo se cumpliría fácilmente, y que el socialismo catalán iba a derretirse como el socialismo francés o el griego, lo cierto es que tras ya ocho largos años de proceso independentista, el PSC está más fuerte que cuando el "procés" empezó, allá por el verano de 2012. En esa época gobernaba el PP de Rajoy en la Moncloa, Xavier Trias en el Ayuntamiento de Barcelona y Artur Mas en la Generalitat. Hoy el PSC vuelve a estar en el Ayuntamiento de Barcelona, pilotando la lucha contra la crisis, en muchos de los principales ayuntamientos, en la Diputación de Barcelona, en el Área Metropolitana, en el Gobierno de España con su ministro más popular, en la Comisión Europea y el Parlamento Europeo, y preside con Eva Granados la Comisión para la reconstrucción económica y social del Parlament de Cataluña. Ningún otro partido está mejor ubicado para liderar la salida de la crisis de la COVID-19.
Hoy casi todos los partidos hablan de crecimiento inclusivo, de prosperidad compartida y sostenible, de progresismo en definitiva. Incluso Carles Puigdemont, el que según algunos comentaristas es el heredero del carlismo, dice también sentirse de centro-izquierda. Al final y al cabo, creo que una rama del carlismo se reivindicaba socialista. Pero no basta un power point, ni una lista de medidas, ni un relato más o menos bien construido, para que la sociedad te perciba como una fuerza efectiva del progresismo. Hacen falta una serie de condiciones que no se pueden improvisar, a saber:
-Diálogo y Moderación. En el mundo polarizado y fraccionalizado de hoy, cualquier acción de gobierno requiere diálogo con otras fuerzas políticas, capacidad de concertación social y colaboración público-privada (donde los sectores del capitalismo autocrítico demuestren su sinceridad). El estilo Iceta/Illa, capaz de poner por delante el respeto en lugar de los antagonismos, es más demandado en estos momentos que el estilo desestabilizador de los nacional-populismos.
-Co-gobernanza federal. Los retos a los que se enfrenta la humanidad, comenzando por las desigualdades y el cambio climático, no se solucionan en un sólo territorio, como si éste no interactuara con el contexto que le rodea. Cualquier solución, como ha demostrado la pandemia de la COVID-19, exige actuación mejorada a varios niveles, y todos ellos coordinándose. Si alguien pretende salvarse en solitario, será el primero en condenar a su ciudadanía, como se está descubriendo en Estado Unidos con el America First. El gran reto de los próximos años será sacar el máximo partido de los fondos europeos del proyecto Next Generation. No podemos permitirnos perder esta oportunidad histórica de participar, idealmente en condiciones de liderazgo, en la nueva Revolución Industrial digital y verde.
-Estado de derecho. Como ha explicado el economista Daron Acemoglu, estamos ante una encrucijada crítica, en la que una de las posibilidades (entre otras), es emerger con un Estado del Bienestar reforzado. Pero ello sólo será posible si el estado va acompañado de instituciones fuertes en la sociedad civil y de respeto por el Estado de derecho. Sólo cuando nadie está por encima de la ley, la ciudadanía puede confiar en sus gobernantes y apostar por el necesario aumento de los ingresos fiscales que permitan reforzar la capacidad de los gobiernos a todos los niveles.
-Seguridad, unidad y estabilidad. Ante la peor crisis sanitaria y social de las últimas décadas, es suicida e inmoral proponer que la prioridad sea "la confrontación con el Estado". La prioridad debe ser la estabilidad institucional y la seguridad jurídica, que permitan a las personas trabajadoras y a las empresas y administraciones realizar planes a corto, medio y largo plazo, que permitan firmar contratos y realizar planes de vida con un mínimo de certidumbre. En Cataluña miles de empresas sacaron sus sedes sociales sin que hayan vuelto, y los ahorradores sacaron 30.000 millones de euros en depósitos. Hemos perdido proyectos empresariales, que se han ido o que han descartado venir. Sólo partidos unidos que ofrezcan estabilidad pueden revertir la situación.
-Seriedad, experiencia y credibilidad. Cuando hablamos de transición ecológica justa, hablamos de dos urgencias simultáneas: la lucha contra la emergencia climática, y la necesidad de hacerle frente sin dejar a nadie atrás. Quienes no tengan credibilidad en las dos caras de esa moneda, no podrán liderar las profundas transformaciones que son necesarias. Los retos son de tal magnitud, que lo último que podemos permitirnos son personajes políticos frívolos que antepongan sus intereses personales y sus obsesiones enfermizas por delante de los desafíos tremendos a los que nos enfrentamos.
-Personas competentes y evaluación de las políticas públicas. La principal virtud de Pedro Sánchez es que ha sabido rodearse de personas competentes en ministerios clave, y que estas personas escuchan a otras personas expertas y están abiertas a que sus políticas sean evaluadas. Esto implica a veces reconocer errores y aprender de ellos. La experiencia de la COVID-19 nos ha enseñado que la elaboración y gestión de datos también de manera federal, es un input clave en cualquier acción moderna de gobierno. El modo ejemplar de puesta en marcha del Ingreso Mínimo Vital, con un consenso que va desde Pablo Iglesias al Fondo Monetario Internacional, nos muestra que el diálogo con expertos y la evaluación, ex ante, in itinere y ex post de las políticas públicas, sólo puede hacer que la acción de gobierno salga reforzada.
Ahora se crean partidos como quien hace pasteles, pero el PSC ha demostrado tener unas raíces profundas y formar parte de un bosque de vegetaciones diversas que extiende su sombra protectora por toda Europa. Cataluña se reconstruirá con la aportación de muchos sectores, pero uno de los principales será el partido contra el que se concibió el proceso independentista.
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