"Independientemente de la sustitución de una consulta con
marco legal escrito por un evento participativo sin él, la dimisión del
profesor Quim Brugué como miembro de la Comisión de Control de la
consulta del 9 de Noviembre, argumentando que esta consulta carecía de
garantías democráticas, ha puesto de manifiesto algo que varios
observadores vienen apuntando desde hace tiempo: la manipulación de la
democracia que encubre una campaña que se hace en nombre de ella. Un
aspecto de esta manipulación, aunque no el único, es cómo se pretenden
convertir en preferencias de un pueblo (de un colectivo) las
preferencias individuales reales de sus miembros.
Pau Marí-Klose fue el primero que analizó la posible consulta a la luz de la teoría de la elección social, en Agenda Pública.
Puso un ejemplo numérico en que dadas tres opciones posibles, la
votación entre pares de estas opciones no da lugar a una elección
estable: el ganador depende de qué dos opciones se comparan o del orden
con que se comparan. En su ejemplo, aunque el federalismo ganaría a la
independencia, ésta ganaría al status quo. Creo que cuando Marí-Klose
escribió su artículo, aún no se conocía la pregunta encadenada que
acordaron los partidos pro-consulta. Por otra parte, en el ejemplo de
este sociólogo, cuando se preguntaba entre status quo y modelo federal,
una mayoría, por poco, prefería el status quo. Este detalle es el que
daba lugar a unas preferencias colectivas inestables, que dependían de
qué se preguntaba exactamente. Marí-Klose ilustró su idea con seis
grupos de votantes, pero creo que con tres es suficiente, como se hace
en la tabla 1 (que utilizaré posteriormente a efectos comparativos). En
ella realizo pues el supuesto de que hay tres grupos de votantes que se
dividen a partes iguales. Para simplificar, llamémosles
independentistas, federalistas y españolistas, aunque insisto en que es
un supuesto simplificador, puesto que no creo que ninguna sociedad
europea del siglo XXI pueda describir su diversidad reduciéndola a tres
grupos disjuntos. Supongamos un ránking para cada tipo de votante entre
las opciones I, E y F (por independencia, estabilidad y federación) como
el que aparece en la tabla. Como los tres grupos tienen igual tamaño,
no perdemos generalidad si decimos que cada grupo tiene un voto. En tal
caso, en votaciones donde se comparan dos opciones, vemos que F le gana a
I por dos votos a uno, que I le gana a E también por dos a uno, pero
sin embargo (rompiendo la transitividad colectiva), F no le gana a E,
sino que E le gana a F por dos a uno. Es una paradoja que conocen los
buenos estudiantes de economía y de ciencia política (la paradoja de
Condorcet): en algunos casos, las preferencias individuales transitivas
(es decir, que cada individuo puede ordenar en un ránking) pueden dar
lugar como en este caso a preferencias colectivas no transitivas, es
decir, que no se pueden ordenar de forma estable, generándose ciclos y
por consiguiente otorgando mucho poder a quien controle la agenda
política. Es un ejemplo de las dificultades inherentes a las decisiones
colectivas, que Kenneth Arrow generalizó en el Teorema de la
Imposibilidad que lleva su nombre: no es viable un sistema de reglas
democráticas que cumpla con satisfacción varios criterios deseables a la
vez. Muchos problemas en democracia, como éste, no tienen una solución
fácil, lo que parecería desaconsejar el tono tajante que en ocasiones
utilizan algunos analistas. Quien diga que este problema tiene una
solución perfecta o única, miente o ignora aspectos básicos de la
sabiduría acumulada."
(El artículo entero, incluyendo ejemplos numéricos, puede leerse aquí).
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