Si hubiera podido, yo hubiera votado por Gabriel Boric, el actual presidente, en Chile; quizás no en la primera vuelta, pero en la segunda seguro. Ojalá su presidencia sea un éxito; lo deseo de todo corazón. Conozco a personas muy razonables y bienintencionadas del centroizquierda chileno (a grandes rasgos, mi ideología), que no le votaron, aunque otras contribuyeron de forma decisiva a su victoria final.
Sin embargo, su popularidad ha bajado muy rápidamente en los
primeros meses de su presidencia.
Aunque intento seguir de lejos sus propuestas, no me atrevo
a formular consejo alguno en lo que se refiere a las políticas públicas. La
complejidad de la situación es enorme, se requiere información detallada, y en su gobierno hay personas muy capacitadas.
Mi único consejo se refiere a una prenda de vestir, que por
supuesto no tiene una importancia más que simbólica (excepto que los símbolos
en política son muy importantes).
Le puedo ofrecer mi humilde experiencia, salvando todas las
distancias, que son enormes. En 1991, entré a formar parte como concejal del
Partido Socialista en el gobierno municipal del Alcalde Pasqual Maragall en Barcelona, pocos meses antes de los Juegos Olímpicos que nuestra ciudad
organizó en verano de 1992. Con 25 años, yo era la persona más joven del
gobierno municipal, y todavía era estudiante (sobre el riesgo de poner a
personas tan inexpertas en cargos importantes, hablaremos otro día... en mi defensa diré que no pasó nada grave y solo duró cuatro años).
Recuerdo que en una de mis primeras conversaciones con el
Alcalde, me dijo que vistiera como quisiera, pero que cuando tuviera que ir a
barrios pobres, que me asegurara de vestir elegante y ponerme corbata como
muestra de respeto a la ciudadanía. Las personas con más problemas (urbanos,
sociales, económicos) no querían ver a un estudiante ocupándose de sus asuntos,
querían ver a un gobernante.
Todavía hoy, a mí no me gusta nada llevar corbata, pero a
veces me la pongo, cuando creo que seguir determinadas convenciones me puede
ayudar a mí o las causas que defiendo, o puede ser una forma de mostrar respeto. Y si tuviera el gran honor de ser
presidente electo de Chile (algo que por supuesto es imposible), me la pondría
mucho más.
Si pudiera, le diría a Boric: “la ciudadanía, especialmente
las personas que se enfrentan a más problemas, no espera ver en usted a un
estudiante, sino a un gobernante con toda la autoridad del Estado detrás, para
resolver sus problemas”.
Salvador Allende, de quien Boric se siente heredero, llevaba corbata (ver foto). Eran otros tiempos, pero hoy los presidentes de las grandes repúblicas (Biden, Macron…) llevan corbata, porque deben pensar que es lo que esperan de ellos sus votantes y sus interlocutores, con quienes deben negociar, colaborar y discutir, con cuestiones muy importantes en juego.
El actual presidente chileno lo es porque en la segunda vuelta de las elecciones consiguió apelar a votantes que iban mucho más allá de
su círculo político original. Puso el broche de oro con un extraordinario
discurso en la noche electoral, donde ponía las luces largas hacia un Chile más
inclusivo, con una democracia más fuerte, contando con todo el mundo. Esas son las cosas importantes, y lo
de la corbata no es más que una anécdota simbólica. Pero a veces los símbolos
sirven para transmitir mensajes y cambiar tendencias.
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