miércoles, 22 de junio de 2016
¿Se puede votar contra Brexit y Trump en España?
El problema no es Cataluña ni España, el problema es el estado-nación. Quienes nos acordamos (otros se olvidaron muy rápido, quizás ahora se arrepienten) de que siempre habíamos sido federalistas cuando apareció la marea independentista de Cataluña, hemos descubierto que no necesitamos el dopaje del "procés" (ahora que está en declive) para seguir con la adrelina federalista. Basta con echar un vistazo al mundo por ahí fuera, con el ascenso de los nacional-populismos como gran "invento" para mitigar la zozobra que produce la globalización. Estos nacional-populismos no son fascistas, pero apelan a los prejuicios y estereotipos arraigados en la cultura popular para hacer un uso oportunista de la democracia, a la que no pretenden renunciar. Algunos desearíamos que fueran los últimos coletazos del nacionalismo, disfuncional cada vez más en un mundo de soberanías compartidas y solapadas. Lo cierto es que los riesgos de la deriva identitaria en el conjunto de Europa y en Estados Unidos nos ayudan a poner en perspectiva nuestras propias propuestas para España y Cataluña. Estos riesgos nos hacen ver que con apelaciones vagas a la plurinacionalidad o la soberanía no es suficiente; estos conceptos no ayudan mucho a enfrentarse al mundo de hoy. Hay que ir hacia un mundo mejor organizado (hacia el federalismo), donde hablemos más de flexibilidad, diversidad e innovación institucional que de asimetría. Me parece un poco localista y caduco decirnos a los federalistas que con el federalismo no es suficiente, que hay que ir a un federalismo plurinacional y asimétrico. Lo que no es suficiente son los adjetivos plurinacional y asimétrico. Aspiramos a más: al federalismo, a un mundo federal, empezando por España y Europa. Aspiramos a derrotar democráticamente al estado-nación. De hecho, nos damos cuenta de que nuestros problemas y las reacciones fáciles a estos problemas (la patria, la soberanía...) son muy parecidos a los del resto de Europa, incluído el Reino Unido. Hace poco en el diario The Guardian Carles Puigdemont defendió la independencia de Cataluña con los mismos argumentos que utilizan los defensores del Brexit. Todos los nacionalistas hablan con gran aplomo en sus medios locales, como si lo que dijeran es obvio, y son vistos como ridículos desde el exterior. Todos ellos hablan de los otros nacionalismos como algo peligroso, intentando disimular que son lo mismo. El federalismo en este sentido emerge no sólo como la vía necesaria para una evolución positiva de las Españas, sino como la alternativa principal al estado-nación y sus conceptos asociados: el "demos" único, la "soberanía", el "sujeto político". El federalismo es una propuesta para construir una democracia multinivel que ayude a resolver los problemas sociales en la escala óptima (cada problema tiene una escala óptima diferente). Apostar por el federalismo es la forma de votar contra lo que da miedo a nivel internacional: el Brexit, Donald Trump, el nacional-populismo europeo. Por supuesto para combatir todo esto no sólo tenemos el voto (en Cataluña lo más coherente con todo lo dicho es votar al PSC), sino también nuestra voz y nuestra acción, y la movilización lo más permanente posible por una política mejor que combata la burocratización, que no expulse el talento, que se acerque a las nuevas generaciones, que diga la verdad y que sirva para resolver los problemas de la sociedad y en especial de sus sectores más vulnerables.
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