Recientemente la revista liberal The Economist publicó un artículo argumentando que la influencia de las grandes empresas en la esfera política era excesiva. El nombramiento de personas con un pasado político o con claras
conexiones políticas en el consejo de administración de las empresas
privadas es potencialmente uno de los instrumentos que éstas tienen para
influir en las decisiones que les afectan. Por supuesto, puede
argumentarse también que algunos antiguos responsables políticos tienen
otras habilidades además del acceso a los canales de decisión
gubernamental. Pero la presencia de personal político en los consejos de
administración de las grandes empresas privadas ha pasado a ser un
motivo de preocupación respecto al funcionamiento de nuestras
democracias y también de nuestras empresas.
Se ha
documentado mediante evidencia empírica sistemática la amplitud del
fenómeno en países tan distintos como Indonesia, Alemania
(históricamente en la época de Hitler y contemporáneamente), Francia, o
Estados Unidos (analizando entre otras la evolución de las empresas
conectadas con el exvicepresidente Cheney y las conectadas con el
exsecretario del Tesoro Geithner). El fenómeno tiene una enorme amplitud
y se presenta en países tanto desarrollados como en vías de desarrollo.
Existe además evidencia anecdótica para países como Suráfrica (donde
algunos de los principales dirigentes del Congreso Nacional Africano, el
partido de Mandela, han sido co-optados por empresas tradicionalmente
en manos de la minoría blanca) o como Chile. Lo curioso es que en
algunos casos existe una asociación negativa entre presencia de
expolíticos y resultados empresariales y en otros casos esta asociación
es positiva.
(La totalidad del artículo puede leerse aquí, en Agenda Pública)
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