miércoles, 26 de julio de 2023

Comprender mejor al país en cuyo nombre hablas

Una de las características del populismo moderno, señalada por el politólogo Jan-Werner Müller, es la de negar la pluralidad del pueblo en cuyo nombre hablan los líderes populistas.

Los del “Que te vote Txapote” que trataban a Sánchez de psicópata, que confiaban en un PSOE sumiso al que se convencería convocando a tres “barones”, ahora andan haciendo eses entre, por un lado, pedirle de rodillas a Sánchez que se abstenga y, por otro, llorar por la desaparición de España. Si conocieran mejor al país en cuyo nombre hablan, entenderían que ni Sánchez se abstendrá, ni España desaparecerá.

Por su parte, los de Puigdemont pueden estar tentados de llevar hasta sus últimas consecuencias su mensaje de que es lo mismo un español de derechas que uno de izquierdas. Esto tiene un problema: que la inmensa mayoría de Cataluña (el país en cuyo nombre hablan) no se lo cree (ver el mapa de resultados electorales en Cataluña por municipios).


Tanto quienes han apoyado a la derecha española (por activa o por pasiva) como quienes han apoyado al independentismo catalán, pueden cometer el error de creerse sus propias mentiras. Por ejemplo, el notario que echaba pestes de Sánchez porque decía que en esta legislatura que ahora empieza seguro que se iba a convocar un referéndum de autodeterminación porque se necesitarían los votos de los independentistas catalanes. Va a ser que no, como lo fue en la anterior, entre otras razones, porque la Constitución (¿no deberían los notarios conocerla?) lo impide. ¿Cuantos meses tienen que pasar antes de que López Burniol reconozca que se equivocó, igual que se equivocó cuando decía que el problema en Cataluña sólo tenía una solución, que era “la consulta”?

Un error común entre nacionalistas españoles y catalanes, basado en el desconocimiento de la realidad en cuyo nombre hablan, es el de olvidarse de Europa en sus siempre contundentes afirmaciones. Hoy el Estado es Europa. Ahí está nuestra moneda, ahí compartimos nuestra soberanía. España no va a desaparecer, sobre todo porque hoy es uno de los principales estados-miembro de la Unión Europea y de la Zona Euro. Nuestra Constitución es importante, pero casi más importante es nuestra pertenencia a la UE, de la que la Constitución no habla.

Otra cosa que no entienden bien muchos nacionalistas españoles y catalanes (aunque creo que los más lúcidos entre ellos sí), es que actualmente una mayoría de españoles prefieren a Sánchez como presidente del Gobierno antes que a Feijóo. Es decir, si “no se bloqueara” la investidura de la fuerza más votada, aceptando el marco conceptual de la derecha, se estaría haciendo presidente a alguien que es rechazado por una clara mayoría de la sociedad española, lo que generaría inestabilidad y desafección institucional. Sánchez es un “Ganador de Condorcet”: ganaría a todos sus rivales, incluyendo a Feijóo, en comparaciones por pares. También sería un ganador por el recuento de Borda (algo así como el Festival de Eurovisión): si todos los votantes puntuaran en orden decreciente de valoración a una lista de posibles candidatos (y no sólo votaran por uno), Sánchez obtendría en toda España más puntos que Feijóo. Nuestro sistema electoral no lo inventó ni Condorcet ni Borda, pero nos da suficientes datos para saber cuál sería el presidente preferido, o el menos rechazado, por una gran mayoría. Algún día puede que no sea así, y que con un centro-derecha razonable, que no asuste, que no caiga en el Trumpismo más descarado, puede que llegue a ser defendible que el PSOE si no es primero y no hay una mayoría alternativa, se abstenga, o llegue a un pacto con ese hipotético centro-derecha moderno. Hoy día la realidad es otra. La desastrosa campaña electoral del PP lo ha clarificado. Demasiado tarde para rebobinar.

En definitiva, tanto quienes hablan en nombre de ella, como quienes practican la hispanofobia (una versión local de la xenofobia) no entienden que la de hoy es la mejor España: plenamente integrada y querida en Europa, pacífica, con una de las democracias más avanzadas, donde todas las opciones son libres de actuar y son legales (no siempre ha sido así), y todas utilizan esta libertad para participar en las instituciones, presentándose y tomando posesión del escaño y trabajando desde éste (no siempre ha sido así). Esta España plural y diversa (federal -consigo misma y con Europa-, como la calificó entre muchos otros el portavoz del Partido Nacionalista Vasco) es la que ha frenado, de momento, la alianza entre la derecha y la extrema derecha en Europa, y la que probablemente se verá reflejada en un nuevo gobierno del tremebundo “sanchismo”.


jueves, 20 de julio de 2023

El PP aprueba con nota el examen de la derecha radical europea

El PP no ha aprovechado la campaña electoral para pedir el voto de la ciudadanía, sino, dando por descontado que sería la primera fuerza política en el Parlamento (lo cual está por ver), para presionar al PSOE. Para presionarle de que se abstenga en un eventual voto de investidura, y el PP pueda gobernar sin depender de VOX, como sí depende en varias Comunidades Autónomas, antes y después de las últimas elecciones regionales.

Si Trump avisó de que no iba a reconocer el resultado electoral si perdía (y así ocurrió), Feijóo avisa de que no reconocerá la legitimidad de una elección de Sánchez si el PSOE no sale elegido como primer partido. Ya veremos si el PSOE es segundo o primer partido, pero si fuera segundo y una mayoría de representantes le eligen presidente, su deslegitimación por parte del PP sería equivalente a no reconocer el resultado de las urnas, que eligen diputados, no presidentes.

De acuerdo con la Constitución, España se rige por un sistema parlamentario, igual que la mayoría de democracias europeas, en varias de las cuales a lo largo de la historia hasta hoy, quien preside el gobierno no pertenece a la fuerza más votada. Curiosamente, se pide la abstención del PSOE a la vez que se insulta a sus dirigentes y votantes con el repugnante lema “Que te Vote Txapote”.

La derecha supuestamente “anti-sistema” ha mostrado la patita, como antes lo hizo en Cataluña (por cierto, fracasando). Pero no hay que fijarse solo en VOX, o en los matones a sueldo de Desokupa. La manipulación lamentable del fantasma de ETA, que viene de lejos, y que el final de ETA hace 12 años no ha liquidado, la deshumanización del adversario (a quien se acusa de traidor a la patria junto a sus partidarios), las mentiras repetidas, el negacionismo del cambio climático (con la boca más o menos pequeña), el cuestionamiento del procedimiento electoral u otras instituciones… son páginas del manual trumpista que han sido utilizadas por el PP y su líder durante la campaña electoral. Igual que Trump cuando cuestionó la victoria de Biden, Feijóo tuvo que recibir una advertencia oficial de Twitter cuando desmintió una mentira de la revalorización de las pensiones sólo con la boca pequeña. Feijóo parecía un moderado (quizás era poco conocido fuera del noroeste), pero ha resultado ser de la cuerda de Ayuso, Aznar y Miguel Ángel Rodríguez, no por nada conocido como el Bannon español, y de quienes no cooperaron con el gobierno en los meses dramáticos del COVID-19. Meloni, Le Pen y los gobiernos del grupo de Visegrado, se deben estar frotando las manos con la posibilidad de un gobierno en España que colabore en su objetivo de derechizar y des-federalizar Europa.

No hay que resignarse a pasar por una experiencia de derecha radical en el gobierno de España, como nos estamos resignando en algunas Comunidades Autónomas, donde al PP le ha costado bien poco llegar a acuerdos con VOX, que es algo peor todavía que la derecha radical. Algo normal si nos atenemos a los orígenes del PP y a que nunca han condenado el franquismo, pero que no tendría por qué ser así si se impusieran los residuales sectores moderados, que los tiene. No tenemos por qué hacer marcha atrás en los avances en la libertad sexual y en el feminismo, ni tenemos por qué regresar a las políticas de austeridad, que por fortuna han sido rectificadas en Europa (de forma moderada y razonable, y con el coliderazgo de Sánchez y Calviño), pero que son la única doctrina económica que ha explicitado el PP, y por boca de Aznar (porque a horas de que cierre la campaña, no se sabe quien lidera el equipo económico del PP).

No tenemos por qué pasar or eso. Existe una alternativa a la vista de todo el mundo, por muchas cosas a mejorar que tenga, que las tiene. Hay unos programas asentados sobre una gestión exitosa, y que prometen seguir avanzando por la senda de la modernización y el progreso. Lo más deseable sería una gran mayoría para el PSOE. En su ausencia, un gobierno de coalición con Sumar estaría perfectamente dentro de los parámetros de la corriente central de la política europea. Y si este gobierno (más estable y experimentado que el gobierno que empezó en 2018 con Pablo Iglesias) necesita otros apoyos, como los ha necesitado en los últimos años, bienvenidos sean si se pueden conseguir sin grandes concesiones, como corresponde a una democracia parlamentaria europea. 

Cualquier pacto que dé lugar a una mayoría parlamentaria es posible y defendible, siempre que sea para llevar adelante políticas deseables y que no pongan en peligro lo mucho que ha avanzado España en las últimas décadas. Al contrario, que consolide lo conseguido y que aborde las muchas tareas pendientes, y que contribuya a una Europa más unida que avance con determinación por la senda de la transición ecológica y digital, con equidad y creando empleos de calidad. También en algún momento histórico puede haber un pacto entre el centro-izquierda y un centro-derecha moderado y europeísta. Hoy día, no es este el caso del PP.


sábado, 15 de julio de 2023

El fracàs del discurs progressista del Procés

Si ordenem les 60 seccions censals de la ciutat de Girona des de la que té la renda per càpita més baixa a la que té la renda per càpita més alta, a les passades eleccions municipals, el PSC és la primera força política a les 11 primeres seccions censals (les de nivell de renda més baix). Cal arribar a la dotzena per trobar una secció censal on la CUP passa per davant del PSC (en aquesta dotzena secció, el PSC és la segona força política). A les 20 primeres seccions censals d’aquesta llista (les vint de renda més baixa), el PSC és la força més votada en 17 seccions censals, i la CUP en 3.

Si comencem la llista per l’altre extrem, per la secció censal de renda més alta, Junts és la força més votada en la majoria de seccions censals, però no en totes. De les vint seccions censals de renda més alta, la CUP és la primera força política en 7 seccions censals, i Junts (l’aliat de la CUP i ERC en el govern municipal) ho és en 13. Junts i la CUP es reparteixen el primer i el segon lloc en 18 d’aquestes 20 seccions censals més riques. Cal arribar a la vint-i-setena secció censal més rica perquè el PSC (força política més votada en el conjunt de la ciutat) sigui la força més votada.

Les dades me les han proporcionades els companys del PSC de Girona i són fàcils de recollir. Si a algú li fa mandra replicar l’exercici, li puc passar la taula amb les xifres. Per altra banda, no són massa diferents de les d’altres poblacions de Catalunya. És sabut que a Barcelona, Junts es va imposar als barris i districtes més rics, i el PSC als barris i districtes més pobres. Miguel Guillén ha agafat l’hàbit de relacionar renda i vot a les successives eleccions a Mataró, i aquesta vegada li ha tornat a sortir el de sempre: els independentistes no guanyen a cap barri de renda baixa i la correlació entre vot independentista i nivell de renda és positiva: com més pobre és el votant, menys propensió al vot independentista.

Però és especialment rellevant que la correlació es mantingui a Girona de forma tan espectacular. Per la confluència de dues raons. Perquè Girona (la ciutat de Puigdemont, la ciutat on Torra ha situat la seva base) ha estat sotmesa com poques altres poblacions a la propaganda independentista els darrers 10 anys. I perquè una part important d’aquesta propaganda consisteix a dir que el procés és quelcom progressista. No que és transversal. Que és progressista.

Sense anar més lluny, el nou Alcalde de Girona, Lluc Salellas, de la CUP (que va pactar, legítimament, amb Junts i ERC per evitar que la llista més votada del PSC de Sílvia Paneque obtingués l’alcaldia) en el seu discurs de presa de possessió, va reivindicar un fil històric progressista, que anava des del POUM al Procés de Carles Puigdemont passant pel PSUC.

No pretenc aquí fer cap especial reflexió sobre si el secessionisme d’una comunitat relativament rica pot ser d’esquerres o no. Però sí que dic que sembla que no han convençut als qui més es poden beneficiar de polítiques progressistes: les persones de menor nivell d’ingressos.

No dubto que hi ha persones ben intencionades que ho han provat, que el Procés fos quelcom progressista. Però el mínim que es pot dir és que no han aconseguit convèncer les bases socials de qualsevol projecte progressista. El fracàs d’ERC a l’Àrea Metropolitana de Barcelona, territori que van prioritzar a les municipals, s’afegeix als mals resultats de Junts i la CUP a quasi tots els barris obrers de Catalunya.

Se’n parla una mica amb la boca petita, de la persistència del vot de classe a Catalunya. Potser perquè no només trenca el discurs progressista del procés, sinó perquè també fa trontollar aquells crítics del PSC que es van passar la campanya municipal parlant de sòcio-vergència (on ha quedat?) i d’un PSC sotmès als lobbies. No sembla que aquests discursos hagin convençut tampoc els votants dels barris de renda baixa de Catalunya.

En el futur, els independentistes hauran de ser molt més convincents o canviar molt si volen convèncer a una part rellevant de votants de nivells d’ingressos baixos, o hauran de confiar en un canvi sòcio-demogràfic en aquests barris. Però la veritat és que a poc que es passegi per les ciutats i pobles de Catalunya, el que veiem és una societat cada vegada més diversa, poc compatible amb un discurs que combini el nacionalisme i el progressisme.

Es parla del fracàs del Procés, però en realitat no ha fracassat del tot, encara que ha fracassat bastant (Catalunya està lluny de ser independent, i el PSC està més viu que mai): però encara, per exemple, gràcies al Procés, el PSC no té l’Alcaldia de Girona, perquè l’únic que uneix els tres partits que comparteixen l’Ajuntament, en teoria, és el Procés. El que ha fracassat del tot és el discurs progressista del Procés. No estic segur que sigui una bona notícia, perquè alguns poden estar temptats de provar quelcom que sí que seria realment perillós, i si no pregunteu a Ripoll.


domingo, 9 de julio de 2023

No somos estúpidos: también es la economía

Algunos economistas locales ya dicen (algunos con la boca pequeña y con miedo de ofender a la equidistancia), lo que nos han tenido que venir a decir Stiglitz y Krugman, dos de los mejores economistas del mundo: que una victoria de la derecha y la extrema derecha, con su programa de derecha y extrema derecha (bajar impuestos, negar el cambio climático, desfederalizar España y Europa), sería un riesgo grave para la economía española y europea.

En sus distintos trabajos, el politólogo norteamericano Larry Bartels nos explica cuando "es la economía" y cuando no (“¡es la economía, estúpido!”, ese lema que no siempre funciona). Con datos para Estados Unidos, el centro-derecha obtiene objetivamente peores resultados económicos que el centro-izquierda, pero lo que influye son los resultados del último año pre-electoral, donde el centro-izquierda ha tenido peor suerte que el centro-derecha (en Estados Unidos). Además, los sesgos que impiden a los votantes evaluar bien la política económica, afectan más a los potenciales votantes progresistas. Pero la gestión económica afecta a la decisión de voto, aunque en qué grado lo hace depende de la habilidad del lado de la oferta política, o sea de los partidos que se presentan. 

Ahora mismo en España, claramente la economía está importando mucho: es precisamente porque la economía va bien, y la gestión económica de Sánchez-Calviño es muy buena, que la derecha moviliza otras dimensiones del debate político: “¡Que no se hable de economía, estúpido!” Pero como ha dicho Krugman para Biden, puede que no haga falta que el votante se ponga a aplaudir la política económica, puede bastar con que esta sea buena. Si la economía y la política económica hubieran ido mal, la derecha española no hablaría de otra cosa. Los temas que proponen (incluido el repugnante “Que te vote Txapote”) son un indicador claro de que la hoja de servicios económica del gobierno es brillante, lo que no implica que no se puedan proponer mejoras: las ayudas pueden ser menos genéricas, se pueden reforzar las políticas para mejorar la productividad (nada que no esté en el programa)... aunque en algunos sentidos ya estamos en la vanguardia de la evaluación de políticas públicas.

Por primera vez, un gobierno español ha conseguido revertir el problema crónico del paro y del exceso de empleo temporal. Almunia, Solchaga, Eguiagaray, Borrell, Maravall (que por otro lado nunca creyeron eso que dijo uno más contradictorio de que “quien se mueve no sale en la foto”) lejos de tener envidia narcisista de que otros lo hayan hecho mejor, se sienten orgullosos, y piden de nuevo el voto para el PSOE.


Se ha gestionado bien el ciclo, se han hecho reformas estructurales y se ha revertido la senda regresiva: desde 2018 las rentas bajas han crecido más que las rentas altas, a diferencia de lo que había pasado en el período precedente. Y el programa electoral es de profundización en este sentido, ante el riesgo de retroceso soberanista y ultra si gobierna la derecha. Es un
programa progresista y centrado, que lleva el sello de Nadia Calviño. Establece entre otras prioridades la profundización de las políticas de vivienda que se han iniciado, la solución en 1 año al retraso del modelo de financiación autonómica, la estabilización en co-gobernanza de nuestro sistema de bienestar federalizante.

La española es la primera gran economía europea donde la inflación baja del 2% tras el inicio de la invasión rusa en Ucrania, y las cifras de crecimiento económico superan a los pronósticos del propio gobierno. Mientras, los liberales europeos están aterrorizados por la posible victoria de PP/VOX. No solo por la economía, claro, pero también por la economía, por la amenaza que suponen a la estrategia de transición ecológica, al mercado único y a las reformas en marcha de la política fiscal.

La economía seguramente no es lo más importante que está en juego el 23J (alguien ha dicho que los riesgos no habían sido tan graves desde el 23F). Pero no se puede separar la economía de la mayor libertad y diversidad que hay en España. En España hoy se vive mejor porque es un país más libre, con un gobierno que ha dejado atrás las mentiras y la corrupción de los gobiernos de Aznar y Rajoy. Es un país que recibe población e inversiones, que está entre los que tienen una mayor esperanza de vida y mejor salud pública.

Eso no significa que sean tiempos fáciles para la mayoría. Nuestra sociedad y nuestra economía son desiguales, hemos vivido una sucesión de crisis, y durante muchos años se han impuesto recetas neo-liberales.  Mucha gente sigue sufriendo. Pero lo que propone la derecha y la ultraderecha es que sufran todavía más.

Este “procés” español que estamos viviendo, igual que el catalán, ya en claro declive, es resultado del intento de una parte importante de la derecha (aquí y en otros países) de despistar a la mayoría de votantes, y de la angustia de muchos tradicionalistas que ven evaporarse un mundo homogéneo en el que se sentían seguros. Pase lo que pase el 23J, habrá que seguir argumentando y luchando contra todos ellos, a favor de un mundo en convivencia, justicia y libertad, que se seguirá abriendo paso.


domingo, 2 de julio de 2023

Potser ja no calen dos eixos

Un partit de la dreta tradicional, amb l’excusa del perill en què es troba la pàtria, ha decidit donar una empenta a forces fins ara marginals, i permetre que personatges sense cap pretensió de consens (com ha explicat Soledad Gallego) passin a ocupar càrrecs tan importants com la presidència de Parlaments autonòmics. No, no em refereixo a Convergència i els sectors més radicals de l’independentisme, sinó al que està fent el PP amb VOX. No és l’únic paral·lelisme, ni tampoc tot són semblances. Però el que està passant a Espanya de nou no està sent impediment perquè persones amb passat progressista facin la vista grossa. El que no està passant de moment és que algú digui que el “procés espanyol” és progressista, i que els qui ens hi oposem som de dretes, cosa que encara passa en alguns àmbits amb el procés català. 

En un vídeo recent, la directora del diari El País (al qual estic subscrit), Pepa Bueno, es queixava que VOX anomeni entre altres coses “rata comunista” a Pedro Sánchez. Té tota la raó, s’han de denunciar els missatges d’odi de VOX. I en general el seu diari fa una bona feina de denúncia del perill que suposa la ultradreta.

Però també és de lamentar que, suposo que per falta de recursos, algun dia els filtres fallin, i els mitjans de qualitat com El País (dels quals s’espera que facin de filtre, que per això paguem), basats en un model de suscripció, blanquegin sense obstacles (com a les xarxes socials, basades en un model publicitari que busca maximitzar les baixes passions) els arguments de figures ultres, com va pasar el dia 25 de juny amb el suposat “humorista” que havia associat el PSC a una esvàstica i que s’havia passat mesos dient “Puta Espanya” a la nostra televisió pública. No em queixo de l’aparició del personatge al diari, em queixo del tractament amistós i en to simpàtic que se li va donar. Entrevistaria amb aquest to El País a un membre dels “Oath Keepers” de Donald Trump? Pere Rusiñol fa uns mesos explicava perfectament el debat que hauríem de tenir sobre aquesta qüestió del suposat humor polític a la televisió pública (llàstima que l’entrevista no l’hagués feta en Pere).

Alguns dels arguments d’aquest personatge no tenen desperdici. Com que el PSC és de dretes en “l’eix nacional”. Si es pot ser de dretes o d’esquerres en l’anomenat “eix nacional”, per què necessitem un altre eix que no sigui el de Dreta i Esquerra? A mi ja em sembla bé, perquè això dels dos eixos, a mi que encara estic una mica influit pel materialisme històric, sempre m’ha semblat una excusa de cervells mandrosos. Ara, dir que oposar-se a l’ultranacionalisme, o ser federalista, és de dretes, doncs francament no ho veig.

Qui exerceix el lideratge intel·lectual del Procés en aquesta fase de declivi? Els “humoristes” de TV3? La secció d’esports? On estan amagats tots els intel·lectuals que li van fer costat en els moments àlgids? De tant en tant hi ha algun discurset historicista, com el del nou Alcalde de Girona, Lluc Salellas, el dia que va prendre possessió, on va traçar una línea progressista en la història de Catalunya, que anava des del POUM fins al Procés de Mas i Puigdemont. Si George Orwell aixequés el cap… Però poca cosa més.