domingo, 22 de junio de 2025

Píldoras para aliviar la desmoralización y frenar la desafección

1. No tengo la solución a la corrupción en la política y desconfío de quien diga tenerla; dejé de priorizar la regeneración política en mi actividad militante (quizás erróneamente) cuando vi que algunos que hacían bandera de la regeneración (conmigo) aprovecharon para dejar el PSC y sumarse al “procés” que, dicho con todo respeto para otras personas que lo abrazaron, fue entre otras cosas una estafa democrática. Pero sigo creyendo que la regeneración es necesaria pese a avances logrados, he estudiado la relación entre economía y corrupción, y creo ser consciente de la importancia del tema, su gravedad y la dificultad del combate.

2. Solo unos pocos países han reducido la corrupción al mínimo, parece inherente al capitalismo (sin que el comunismo haya eliminado la corrupción, por supuesto). Pero existen casos de éxito, sobre todo en el norte de Europa, y existen países más y menos corruptos. Por lo tanto, se puede casi eliminar la corrupción, pero no es fácil. Países tan ricos y exitosos en muchos aspectos, como Estados Unidos, Francia e Italia, no son para nada ajenos a niveles altos y casos graves de corrupción (más sobre Estados Unidos después). El éxito (como en China en la economía o España en el fútbol) no es incompatible con la corrupción. Pero también se puede tener éxito económico sin corrupción, y el modelo resultante (el nórdico) es mucho más satisfactorio.

3. Pero si existe la solución (o una estrategia para avanzar en este combate), debe estar en el triángulo entre corruptos, corruptores y entorno legal y social. Las instituciones que pueden combatir la corrupción tienen dimensiones formales y no formales, en un sistema económico y social donde hay corrupción en la política, en la empresa, en el deporte, en la sociedad civil y en la religión.  Las soluciones exigen diseño y coordinación, hacer varias cosas a la vez y por parte de un conjunto de actores. Y ya se han hecho cosas, que hay que apreciar y no tirar por la borda. Y partir de un aspecto positivo: en España, la corrupción ya no sale gratis (como en la dictadura por ejemplo); de lo contrario, no estaríamos hablando de ello.

4. Sigo pensando que la actitud de la (extrema) derecha española, no digamos del obispado, es a pesar de todo hiperbólica, y poco interesada en encontrar soluciones a un problema ante el que ellos reaccionan mucho peor, y ante el que han hecho mucho menos (no digamos cierta derecha catalana). Lo que ocurre en España sirve para no ver (hay que agradecer a los corruptos por “conseguirlo”) la gravedad de la violencia, la disrupción y la corrupción (una presidencia en venta) de una Casa Blanca con antenas en Europa.

5. Quien se pueda afiliar que se afilie –y que no se vaya. Porque la mayoría de la gente es básicamente honesta y los partidos son un reflejo de esa mayoría. Y porque no solo se arreglará desde fuera, sin arremangarse y darse cuenta de las dificultades de atraer a los escasos mejores (¿definidos cómo?) a la trabajo-intensiva actividad política. La secretaria de organización sobre todo en un partido de gobierno es más importante que la ministra de economía: objetivamente, es una actividad con riesgo objetivo de corrupción, especialmente si también se ocupa de las finanzas, de proponer cargos y de protagonizar negociaciones opacas, no digamos si además dirige un ministerio. Nos preocupamos de que la ministra de economía sepa inglés, esté bien vista por Europa, tenga currículum, y no miramos el CV del secretario de organización (que sea mujer creo que reducirá algunos riesgos en cuanto a su comportamiento privado, que tiene consecuencias públicas).

6. Los partidos son necesarios, sin partidos no hay política, igual que sin empresas no hay economía o sin equipos no hay fútbol. El PSOE con todos sus defectos, actuales y pasados, es el partido de la democracia, de Europa, de las libertades y derechos, y del estado del bienestar. Con el PSC, es el partido del federalismo español y europeo. También hoy (con otros) el partido de la lucha contra el cambio climático, que lidera la socialdemocracia europea, que ha situado a Calviño y Ribera en la cima de cruciales instituciones europeas. Donde la socialdemocracia es pieza clave (pero débil) del hub democrático europeo en un mundo en guerra, con la guerra principal entre el neo-fascismo de Trump y Putin y los demócratas.

7. No es una cuestión de medidas u opciones, no bastará esta vez con un golpe de efecto. Ni se resuelve cambiando simplemente el líder (todos los posibles tienen contraindicaciones) ni siguiendo las instrucciones de quien se refugia en grupos de supuestos “renovadores” o “regeneradores”. Pero hay mucha gente buena y válida en el PSOE y a su alrededor, que hay que promover.

8. Se pueden cometer nuevos errores pero no los mismos errores. Siempre se cometerán errores. Como dice el politólogo Larry Bartels, la democracia se erosiona desde arriba: hay una gran base de votantes progresistas, y articular a partir de ellos una mayoría depende de ofrecer buenas alternativas, en un contexto donde los rivales tienen muchos medios y muy malas intenciones. ¿Habíamos olvidado a Juan Guerra y Luis Roldán? Hace falta un grupo con personas de distintas edades: gente mayor que se acuerde de la corrupción de los 1980 y 1990, gente joven que no esté contaminada todavía por la gramática parda de la política, y gente de mediana edad en plenitud de energías y que quiera arriesgar su carrera profesional por la política.

9. Pienso en un 1993 mejorado, cuando un Felipe González acorralado habló del “cambio del cambio” (y después: "he entendido el mensaje") y convenció a una justa mayoría situando a líderes prestigiosos ajenos al aparato en la dirección operativa (Obiols, Maravall) e hizo fichajes externos como el juez Garzón. Pero los cambios no tuvieron la profundidad necesaria para evitar el calvario de los tres años siguientes. Ayudaría erradicar (¿mediante mejores códigos éticos?) el cinismo, la chulería, la soberbia y la chabacanería que todavía existe en la política, y que está altamente (aunque no al 100%) correlacionada con la corrupción, es decir, que ayuda a predecirla.

10. Hemos conseguido muchas cosas, también podemos conseguir erradicar la corrupción. Igual que hay corruptos, hay muchas personas que se han negado a corromperse o a ayudar a los corruptos. Se ha mencionado en este sentido a algunos dirigentes (en la letra pequeña de las crónicas), pero hay muchos más que no salen a la luz, porque obviamente no es noticia. Si combatir la corrupción es necesario siempre, si nunca había que haber bajado la guardia, es más necesario que nunca en un mundo que pende de un hilo.


domingo, 8 de junio de 2025

La hipérbole permanente de la derecha española, en perspectiva

Mientras la distopía trumpista avanza desacomplejada por las calles de Los Angeles, la derecha española se manifiesta en Madrid llamando mafioso y dictador a Pedro Sánchez. 

Hay que valorar lo que dicen los portavoces mediáticos y políticos de la (extrema) derecha española, su tremendismo apocalíptico, en perspectiva, es decir, a la luz no solo de lo que está ocurriendo en Estados Unidos (tendencias autocráticas y mafiosas de verdad) sino también de:

-Lo que hizo el PP: corrupción (Bárcenas, Gurtel; Madrid, Valencia y Mallorca), mentiras del 11-M, su gestión económica.

-Otros casos de corrupción en España: Jordi Pujol, su familia y su partido. 

-Lo que hizo el PSOE bajo Felipe González, como explicaba el otro día Jordi Amat en El País.

-Los grandes riesgos del mundo de hoy: geopolíticos (Ucrania, Gaza), sanitarios, climáticos.

-La realidad de la España de hoy: economía, salud, libertades. Seguramente, somos el país del mundo donde se vive con mayor libertad y bienestar. Y si no lo somos (que no lo descarto), estaremos entre el puñado de los pocos de ellos que pueden aspirar a ello. Esto no impide ignorar los enormes problemas por los que atraviesa mucha gente, en la que no estoy seguro que los líderes conservadores piensen mucho.

Mientras tanto, una parte importante de la derecha española, aunque no toda, y especialmente la parte que se concentra en la capital Madrid, se deja caer por una pendiente de tonos claramente trumpistas (con amigos comunes como Milei), como reflejan los aspavientos de su presidenta actual, o la entrevista que concedió el otro día una antecesora suya.

Este tono hiperbólico no es nuevo, pero el contraste es mayor hoy, con todo lo que está pasando en el mundo y especialmente lo que emana del despacho oval de la Casa Blanca, que pone sencillamente en riesgo nuestro modo de vida, nuestra libertad y nuestro bienestar (que son inseparables).

Quizás con una retórica y una sustancia menos catastrofista y reaccionaria hubieran gobernado más años desde 1977 y no hubiera habido estos (insoportablemente largos para ellos -entre 1977 y 2025, o sea en 48 años, el centroizquierda ha gobernado 27 años, más de la mitad) paréntesis de gobiernos moderadamente progresistas, pero que han permitido algunos de los grandes avances de España en términos de bienestar y libertad. 

Los sectores que se beneficiaron del franquismo tuvieron éxito en dejar muchas cosas amarradas con el advenimiento de la democracia, pero entre ellas hubieran deseado tener más tiempo el poder ejecutivo y el legislativo. Quizás deberían preguntarse por qué no ha sido así. De las muchas maneras que la derecha tiene de doblegar a la izquierda, perfectamente estudiadas (por ejemplo en un artículo clásico de Adam Bonica y coautores), han elegido la más estruendosa, pero no sé si la más eficaz. No descarto que una vez más se hayan pasado de frenada y que 2027 sea una repetición de 1993.

Pedro Sánchez seguramente no tiene el carisma de Felipe González, ni su capacidad oratoria, ni seguramente su nivel cultural, pero ha conducido España por la senda europeísta, ha sorteado todo tipo de crisis sobrevenidas, ha frenado el desafío constitucional del independentismo catalán, y ha corregido desequilibrios económicos con más éxito que González y Zapatero. Y con una derecha más calmada, quizás sería también posible realizar un debate franco sobre sus defectos y los de su (nuestro) partido.


domingo, 1 de junio de 2025

Joves: independentistes fa 10 anys i fatxes ara?

Fa deu anys a Catalunya, el mite que els joves eren independentistes va portar a enormes errors de càlcul per part dels líders independentistes tradicionals o sobrevinguts (“si no ara, és qüestió de temps…”) i a injustificats atacs de pànic per part dels seus adversaris democràtics.

Un mite semblant, amb errors consegüents anàlegs, pot estar-se produint amb la idea viral segons la qual els joves, sobretot els homes, s’estarien tornant fatxes, o sigui d’extrema dreta. No diré que l’extrema dreta no estigui creixent entre sub-segments de l’electorat juvenil masculí, però m’atreviria a dir que el pànic és injustificat i interessat.

Fa només dos anys, un resultat suficient del PSOE a Espanya, basat en bona part en el vot juvenil (mobilitzat entre altres factors per la participació de Sánchez en un podcast d’influencers juvenils, que la dreta -extrema o no- va ser incapaç de replicar), unit a aliances amb una diversitat de grups, va permetre la reedició del govern de coalició progressista a Espanya. A les eleccions europees de fa un any, un estudi va mostrar un menor suport als partits d'extrema dreta entre els votants joves que entre els votants més grans. Més interessant encara, mentre que els homes joves van votar partits d'extrema dreta en un nombre similar al dels homes més grans, les dones joves van votar menys partits d'extrema dreta que les dones més grans. La majoria de les investigacions mostren que els joves, tant dones com homes, tenen valors més progressistes que les generacions anteriors.

No ho dic jo, ni qualsevol observador amateur de l’actualitat, sinó el politòleg Cas Mudde, un dels principals experts mundials en l’extrema dreta.

Faria la següent recomanació als qui escriuen sobre la suposada onada de suport dels joves a l’extrema dreta, tant els que s’hi refereixen sense fer servir cap dada com els qui s’hi refereixen fent servir dades selectives: quan feu una afirmació sobre els joves i l’extrema dreta acompanyeu-ho de dades comparant amb altres edats i destacant on està la majoria de la joventut.

El suport juvenil a l’extrema dreta podria acabar sent una profecia que s’autocompleix perquè a ningú li agrada afegir-se a un vaixell que s’enfonsa. Però de moment està lluny de passar. Potser més que queixar-se dels joves, molts adults podrien escoltar la veu de la majoria de joves, que són progressistes, i donar-los un paper més rellevant en les seus partits, sindicats i associacions, algunes de les quals esdevenen amb facilitat clubs de jubilats de classe mitja alta dedicats a despotricar sobre els hàbits de les joves generacions.

A Catalunya, en els darrers vint-i-cinc anys han arribat quasi dos milions de persones immigrades, i la població ha passat de 6 milions a més de 8 milions, malgrat xocs econòmics negatius com la crisi financera global, el procés independentista o la covid. És com si hagués arribat una nau espacial gegant amb una població que supera la població de Barcelona, i s’hagués instal·lat entre nosaltres. Algú es creu que això hagués estat possible de forma pacífica i civilitzada sense un comportament exemplar de la majoria de la gent jove, nadius i nouvinguts? Per cert, té sentit seguir preguntant a aquesta població majoritàriament mestissa, si sent més catalana que espanyola o a l’inrevés?

El problema, com ha dit el politòleg nordamericà Larry Bartels, és que “la democràcia s’erosiona des de dalt” i el que sí que és un perill és que aquest “des de dalt” avui té una gran força global que emana de la Casa Blanca. Si volem fer avançar les idees de progrés, més que posar sota la lupa a la gent jove, potser que hi posem els grans interessos (dirigits per gent de certa edat) que empenyen forces geopolítiques que són les que avui posen en perill la democràcia (com vaig intentar explicar en el recent debat del Tast d’Idees a Vilafranca del Penedès).


domingo, 18 de mayo de 2025

Centralitat política i econòmica des del progrés

Les recents jornades del Cercle d'Economia a Barcelona van ser exemplars en la selecció dels temes i els ponents. Encara que no vaig poder assistir a totes les sessions, em va semblar molt encertat abordar temes com les migracions i les desigualtats, al marge de l'actualitat més cojuntural, i fer-ho des d'una apel·lació als valors europeistes. Les intervencions d'autors i protagonistes com Branko Milanovic i el Ministre Carlos Cuerpo van definir uns contorns de la reflexió econòmica que podríem situar en un ampli espai de centralitat i progrés. La intervenció del President de la Generalitat Salvador Illa, basat en el concepte de les fallades del mercat (una noció de l'economia més convencional) i la prosperitat compartida, anava en la mateixa direcció.

Per això entenc que una interpretació possible de les paraules finals del President del Cercle (interpretació que no ha estat la dominant) cridant a l'actual Govern a ampliar les seves aliances cap a Junts, són més una crida a aquesta formació política a iniciar un viatge a la centralitat, que no pas una crida a aquells que ja estan perfectament instal·lats en aquesta centralitat (des del progrés, això sí: centralitat no equival necessàriament a centrisme).

La centralitat política i econòmica entenc que es defineix com aquell conjunt de posicions que permeten reunir el consens d'una part amplament majoritària de la societat per contribuir a resoldre els seus reptes en un marc d'estabilitat. Aquestes posicions estan avui definides a Catalunya en el Pla Catalunya Lidera per una prosperitat compartida, un pla profundament europeista a desplegar i concretar que ha rebut el suport dels agents econòmics i socials. Aquest pla el desplega avui un govern que ha d'arribar a acords. Això fa que les posicions inicials s'hagin de matisar i completar amb propostes d'altres forces. Però les línies generals no s'allunyen de la idea d'ocupar la centralitat des del progrés. Europa i estabilitat (seguretat jurídica i institucional) són dues prioritats amplament compartides a la societat catalana en els temps post-procés, que també són els temps dels desafiaments geoestratègics derivats del trumpisme i de l'ascens (Xina) o agressions (Rússia) de potències autocràtiques.

Aquests reptes geoestratègics exigeixen avui prendre decisions econòmiques que reforcin la capacitat productiva europea més enllà de la sobirania del consumidor en el curt termini, i Europa, en la línia de l'Informe Draghi, vol fer-ho precisament per preservar el seu model de llibertats, estat del benestar i descarbonització, i fer-ho per a ser un exemple per a tot el món. Un model de pau i convivència que compta amb aliats com el nou Papa Lleó XIV.

La nova centralitat política i econòmica avui exigeix grans acords contra la confrontació i l'odi, contra el nacional-populisme mutat en neo-feixisme. Cal fer front amb solvència democràtica als grans reptes del nostre temps, amb aliats en tots els nivells de govern, amb referents internacionals (quins són els de Junts, avui, quan algun dels seus referents en el comentariat no s'allunyen de Milei i Netanyahu?).

Abraçar la centralitat política i econòmica vol dir avui deixar enrera qualsevol adherència trumpista (pel contrari, vol dir combatre el trumpisme), aïllar l'extrema dreta, no recolzar els discursos anti-immigració, desfer-se de qualsevol concepció patrimonial del poder ("només pacto quan jo estic al capdavant"); vol dir impulsar allò millor que té el mercat per promoure la innovació i evitar les concentracions de poder, i alhora corregir-ne les imperfeccions, mentre es milloren les capacitats productives des del públic i el privat per fer front als reptes geoestratègics (incloent la seguretat). 

La centralitat política i econòmica s'abraça desenvolupant una fiscalitat progressiva que permeti redistribuir i corregir externalitats, i s'abraça desenvolupant uns serveis públics que contribueixin a la productivitat. No s'abraça imitant a la senyora Ayuso o competint amb ella en una cursa fiscal a la baixa. Sí que s'abraça millorant l'eficiència de la fiscalitat, sense sacrificar el seu caràcter progressiu i la seva capacitat recaptatòria, imprescindible per fer front a reptes com l'habitatge, la descarbonització, la pobresa infantil o l'educació.

Es pot ocupar la centralitat política i econòmica des de l'ambició i el realisme progressistes, amb la mà estesa a tothom. No només es pot, sinó que ja es fa.


domingo, 4 de mayo de 2025

“Federal”, un documental que no envelleix

L’altre dia l’agrupació de La Roca del Vallès del PSC em va convidar a veure col·lectivament i comentar el documental “Federal”, produït el 2017 per Federalistes d’Esquerres i la productora Minimal Films, del Director Albert Solé. El documental es pot veure aquí.

Feia temps que no veia el documental, que vaig contribuir a produir (amb Beatriz Silva i Joan Botella) i a organitzar-ne el finançament per Crowdfunding, en els anys de plom del procés. En la versió inicial ja hi sortia Donald Trump. Quan promovíem el documental era l’època dels referèndums temeraris de David Cameron (Escòcia i Brexit) i de la primera victòria, que a priori semblava impossible, de Trump el 2016.

A diferència de tants documentals independentistes que les institucions van finançar generosament i la televisió pública catalana va projectar en horaris de màxima audiència (i que avui ningú gosaria projectar sense experimentar almenys certa dissonància cognitiva), “Federal” no va rebre cap suport institucional i van caldre diverses protestes oficials perquè la televisió pública catalana la projectés pel seu segon canal, coincidint amb un partit del Barça. Posteriorment, va ser emès per la segona de TVE.

En les versions que van anar sortint per les teles, distanciades en el temps de la versió inicial, Albert Solé hi va afegir algunes imatges més actuals. En la darrera versió fins i tot hi surten reunions amb mascareta, reflectint els temps de la Covid-19.

El que no va sortir encara és la victoria el 2021 i la victòria i presidència de Salvador Illa el 2024. No hi surt tampoc la segona victòria de Trump, després del parèntesi de Biden. No hi surt el genocidi de Gaza, posterior als atemptats de Hamas d’Octubre de 2023. Però tot això es podia haver afegit sense canviar gens la narrativa del documental, el missatge amb el qual comença i finalitza: davant dels grans problemes del nostre temps, o construim ponts en comptes de murs, o deixem enrera el nacionalisme i anem més enllà de la lògica dels estats-nació, o prevalen els Trumps i Netanyahus i el neo-feixisme que porten al darrere. 

Parlo de neo-feixisme no sense haver pensat en l’ús de la paraula: el nacional-populisme actua des de la democràcia i respectant les formes de la democràcia, i sense emprar la violència i l’extermini com Hitler… però cada vegada més s’escurcen les diferències almenys en alguns casos, si parem atenció als fets del 6 de gener de 2021 als Estats Units, o a les deportacions cap a El Salvador violant els drets humans, els atacs a la ciència i les universitats, o la violència inhumana contra els palestins recolzada i justisficada activament per Trump, com recorda avui Lluís Bassets a El País. No és mai el mateix, però hi ha un continuum entre el feixisme dels anys 1930 i l’actualitat: els mites són els mateixos, les cançons no cal inventar-les de nou, fins i tot el paper de les sectes religioses és el mateix, per exemple entre el franquisme i Trump, com explica Gareth Gore en el seu imprescindible llibre sobre l’Opus Dei.

El missatge del documental està més viu que mai, mentre el “procés” ha anat morint a poc a poc, encara que en alguns sectors minoritaris costa molt treure’s de sobre vells vicis, com vam veure en l’intent fracassat de ressuscitar la caça de bruixes quan Salvador Illa va parlar amb Javier Cercas (l’escriptor català més exitós del moment) al Palau de la Generalitat el dia de la vigília de Sant Jordi. Una comentarista de les que conserva el mal humor del procés va dir que li semblava una mala idea perquè Cercas, a part d’escriure en castellà (llengua que parlen la immensa majoria dels catalans, inclosos nombrosos escriptors catalans passats i presents com Juan Marsé, Eduardo Mendoza o Enrique Vila-Matas, que són motiu d’orgull), no havia defensat “les reivindicacions dels catalans”. Però resulta que Cercas sí que va contribuir generosament, com a part del Crowdfunding, al documental ”Federal”, que també forma part de les reivindicacions, certament plurals, dels catalans. Segons el CEO, si sumem els partidaris d’una Espanya autonòmica (que Cercas diu que és una forma de federalisme, com diuen molts experts) i els partidaris d’una Espanya explícitament federal, aquests són més que els independentistes. El CEO no pregunta si les persones enquestades volen una Europa federal, però potser si els afegíssim o solapéssim veuríem que les reivindicacions que defensa Cercas (que diu que l'Europa federal és l'única utopia raonable) són tant o més les dels catalans que les de la comentarista a qui he fet esment.

En la presentació pública de Federal el 2017 a la sala gran del cinema Verdi de Barcelona (la del cartell que il·lustra aquest apunt) plena de gom a gom, a la qual hi va assistir Pasqual Maragall encara acompanyat de Diana Garrigosa, es va viure amb emoció la darrera escena de l’hora escassa que dura el documental. Una escena final que encara commou avui, perquè l’esperança de l’horitzó federal europeu està més vigent que mai, tant o més que fa deu anys quan començàvem a fer el documental.

Avui tenim un President de la Generalitat que ho va ser després d’una campanya que va començar amb una oda al federalisme a la London School of Economics. I tenim amplis col·lectius ciutadans que surten al carrer en defensa de la democràcia i de l’horitzó federal europeu, a Roma (on el 15 de març hi van parlar l’Alcalde de Barcelona Jaume Collboni i precisament Javier Cercas), a Barcelona i a Madrid. Al Canadà, ha tornat a guanyar la principal força federalista, que allà és el Partit Liberal, amb un missatge anti-trumpista. Però també tenim Trump amenaçant la democràcia des de la Casa Blanca, tenim Netanyahu practicant la neteja ètnica a Gaza en nom d'un estat-nació etnocràtic, i tenim l’extrema dreta hereva de Franco, Mussolini i Hitler amb renovades forces en molts països europeus, incloent el nostre. A Itàlia, a tots aquests que estan a mig camí del nacional-populisme i el neo-feixisme, i que allà els coneixen molt bé, els anomenen "sovranisti", o sigui, sobiranistes.

No ens podem aturar.


lunes, 21 de abril de 2025

Donald Trump contra l'economia

Un dels aspectes a destacar de la lamentable segona etapa de Trump a la presidència dels Estats Units és el seu enfrontament a l’economia. En català (com en castellà) tenim una sola paraula per a referir-nos a la disciplina del coneixement (el que en anglès es coneix com “economics”) i al seu objecte d’estudi (“the economy”). L’enfrontament de Trump a l’economia és en els dos sentits.

Trump 2.0 està sent un shock econòmic negatiu en sí mateix, un dels errors no forçats més flagrants de la història econòmica. No només pels aranzels desmesurats, caòtics, canviants i mal justificats, sinó per l’erosió de les institucions, el retrocés en la provisió de béns públics (pel que fa a salut pública, seguretat, recerca), la corrupció i la voluntat (veurem si reexida) de desmantellar l’estat de dret. És un cas extrem del ben documentat cost econòmic del populisme, en la seva versió extrema de neo-feixisme.

I està implicant un enfrontament amb algunes nocions que generen consens en la professió economista i amb alguns dels millors economistes, que estan adoptant un rol públic continuat per liderar l’oposició intel·lectual: Paul Krugman, Justin Wolfers, Larry Summers i molts altres. L’enfrontament també és contra els dos grans mitjans de comunicació que defensen una economia liberal amb matisos diversos: el Financial Times i The Economist.

Trump ha aconseguit diluir la frontera entre economistes heterodoxos i ortodoxos, de vegades una mica exagerades. Però seria una llàstima que es perdessin els matisos pel camí. Certament, l’assalt de Trump a alguns dels postulats centrals de l‘economia com a disciplina dintre de les ciències socials, deixa amb el peu una mica canviat a aquells que presumeixen de ser “economistes heterodoxos” (ara l’heterodox és Trump). Però no hauríem de perdre de vista que alguns dels dogmes de la suposada economia ortodoxa (que en realitat han perdut la centralitat de la professió des de fa temps) han portat als problemes socials i econòmics que han estat aprofitats pel nacional-populisme i el neo-feixisme.

No hi ha cap economista seriós que defensi l’atac de Trump al comerç internacional, a la independència dels bancs centrals, a la provisió de béns públics, a la lluita contra el canvi climàtic, o que no estigui alarmat per l’acumulació de poder privat en poques mans en col·lusió amb el poder públic.

Els meus economistes preferits no són especialment ortodoxos però no dediquen o no han dedicat massa temps a definir-se com heterodoxos, i en tots ells podria trobar arguments per esgarrifar-me davant de l’acostament del nacional-populisme al neofeixisme: Sen, Arrow, Krugman, Stiglitz, Bowles, Salas… El Premi Nobel se suposa que és un símbol de l’ortodòxia, però si a aquesta se l’acusa de no relacionar-se amb altres disciplines, el Nobel d’Economia també ha premiat a persones que no són economistes com Nash (matemàtic), Ostrom (politòloga) o Kahneman (psicòleg), o sigui que la interdisciplinarietat fa temps que està incorporada a la professió. La millor economia com a branca del coneixement és la que fa un millor ús de tot el coneixement científic per entendre la realitat material de la convivència humana. No és d’estranyar que Trump 2.0 l’hagi triat com enemiga.

Els avenços de les dues darreres dècades (apertura temàtica, metodològica, tecnològica –amb l’ús de big data i concretament de dades administratives amb autors com Raj Chetty, de la Universitat de Harvard-, la revolució de la credibilitat en econometria i el mètode CORE d’ensenyament) apunten al que Bowles (un economista d’esquerres sempre en la frontera científica) anomena pluralisme per integració: per exemple, fent servir tant Marx, com Hayek o Coase per entendre el sistema capitalista. De fet, un dels avenços és que podem entendre força millor (encara que imperfectament), gràcies a la sub-disciplina (avui totalment integrada en els departaments d’economia, les sèries de seminaris i els programes de postgrau) de l’economia política, per què sorgeixen els nacional-populismes i els neofeixismes. Molts d’aquests avenços han sortit dels Estats Units, i ara Trump els posa en perill amb el seu assalt a les universitats d’on han sortit la majoria de grans economistes.

La interdisciplinarietat amb les ciències naturals s’ha vist reforçada per la recerca sobre el canvi climàtic i els esforços per combatre la pandèmcia de Covid-19. Amb una gran riquesa de matisos i un debat encara obert, s’ha avançat molt en l’estudi de la inter-relació entre economia i institucions: de North i Weingast (citats recenment per Krugman) a Acemoglu, un dels darrers premis Nobel.

L’atac a l’economia, en el seu doble sentit, és un capítol més de l’atac de Trump a la ciència i al coneixement. És un assalt a la política pública basada en evidències, en la qual l'actual President no té cap mena d’interès (per exemple, s’està produint un atac al manteniment de les estadístiques econòmiques). És un capítol més fàcil que els altres, pels propis errors de part de la professió econòmica, i per les limitacions pròpies d’una disciplina l’objecte d’estudi de la qual és de gran complexitat. Té menys conclusions empíriques fortament establertes que altres parts de la ciència, i és més impopular. Esperem que en surti enfortida del repte. 


domingo, 13 de abril de 2025

El continuum fascista que llega hasta nuestros días

Philippe Sands, en el último libro de su trilogía sobre sobre el nazismo tras la caída de Hitler, “Calle Londres 38”, establece la conexión entre un prófugo de la Alemania nazi que se refugió en la Patagonia, y las desapariciones y torturas del régimen de Pinochet. En ese número de la Calle Londres en Santiago, la capital chilena, estaba la sede del Partido Socialista hasta el Golpe de Estado de 1973, y entonces se convirtió en uno de los centros de tortura de la dictadura militar, que el nazi alemán Walther Rauff solía frecuentar, y entre cuyas víctimas se encontraron precisamente muchos militantes socialistas. 

Hacia el final del libro, Sands extiende una conexión hasta alcanzar a nuestros días, refiriéndose al torturador Miguel Krassnof: “tiene fuertes apoyos, incluyendo a José Antonio Kast, que fue derrotado por Gabriel Boric en la segunda vuelta de las elecciones de 2021, y sigue defendiendo a Pinochet. Kast es de padre alemán, quien se sumó al Partido Nazi en 1942”. Sands finaliza el párrafo afirmando que Kast, a quien todos los comentaristas han calificado como político populista, en la onda de Trump y Milei, pidió el indulto para Krassnof tras visitarle en el centro penitenciario donde cumple condena por su implicación en torturas y desapariciones. 

Existe una discusión nominalista sobre si el moderno nacional-populismo, del cual Trump es un caso extremo pero no único, es fascismo. Los últimos acontecimientos en Estados Unidos están diluyendo la discusión, y son bastantes los analistas que han alcanzado una clara conclusión. Por ejemplo, alguien tan ponderado como el intelectual chileno de centro-izquierda Alfredo Joignant afirma: “Son demasiadas las razones para no dudar en calificar al régimen (no solo al gobierno de los Estados Unidos) de neofascista, lo que significa que Donald Trump es, lógicamente, un líder neofascista.” El historiador Timothy Snyder hace tiempo que apunta en esta dirección, y ya dijo en una ocasión que “la post-verdad es el pre-fascismo”. Últimamente ha dejado caer el prefijo.

El escritor cubano (anticastrista) Leonardo Padura recuerda que el clima que se vive hoy en Estados Unidos contra los inmigrantes no es muy distinto del clima que existía contra los judíos en la Alemania de los años 1930. Puede que no haya centros de tortura ni campos de concentración en territorio de Estados Unidos (aunque sí se detiene a estudiantes o se acosa a las universidades), pero las violaciones de los derechos humanos se trasladan a cárceles de El Salvador, o a las desoladoras ruinas de Gaza. Igual que la Alemania de Hitler no cometía sus mayores atrocidades en suelo alemán, sino que las exportaba a Europa del Este.

Llamar simplemente nacional-populistas a partidos xenófobos como Vox o Alianza Catalana es olvidar que en España (incluyendo Cataluña), igual que en Chile, quienes apoyaron una dictadura fascista (instituciones e individuos) siguen vivos o tienen herederos que no han recapacitado sobre el origen de los privilegios de los que han gozado.

No hace tantas generaciones de los fascismos de los años 1930, y menos de las dictaduras que se alargaron hasta los años 1970 y parece que algunos jóvenes en España (no una mayoría) se divierten poniendo el Cara al Sol en las fiestas. Quizás llamando a las cosas por su nombre nos animaremos a combatirlo con menos prevenciones.