lunes, 6 de abril de 2015
Los problemas de los economistas (que ya quisieran otras ciencias sociales)
Los economistas han sido recientemente criticados por su arrogancia y su falta de diálogo con otras disciplinas científicas, en la prensa española por ejemplo en artículos de Moisés Naim y de Joaquín Estefanía, que después compensó con un extenso artículo hablando de varias tendencias en la economía actual. Yo creo que muchos economistas merecen esta crítica, y que la economía moderna tiene problemas. Estos problemas se derivan a mi juicio efectivamente de la insularidad de muchos de ellos, pero también de las enormes expectativas y demandas puestas en ellos. El hecho es que predecir la evolución de los hechos económicos es muy difícil, como es difícil predecir cuando y donde exactamente se producirá el próximo gran terremoto. Muchos economistas sin embargo reconocen abiertamente sus problemas y hablan de ellos, por ejemplo en este debate organizado por la New York Review of Books. Muchos economistas sí que están abiertos al diálogo con otras disciplinas científicas. Algunos de los premios Nobel de Economía más interesantes de las últimas décadas en realidad no son ni economistas, como John Nash (matemático), Elinor Ostrom (politóloga) y Daniel Kahneman (psicólogo). Muchos y muchas economistas se muestran interesados por desarrollos en historia, ciencia política, ciencias de la computación y otras ramas del saber. En realidad, la economía y las ciencias sociales son o deberían ser una sub-rama de las ciencias en general, igual que la historia es una sub-rama de la biología. Si
fracasamos como especie humana, no será la primera vez en la historia evolutiva que el
éxito de una forma de vida ha tenido el efecto paradójico de cambiar el
entorno global en formas que posteriormente causan que la forma de vida
exitosa se extinga. Según expertos en historia animal, al
final del Período Permiano, hace unos 252 millones años, un género de
microbios llamados Methanosarcina desarrolló una nueva forma de capturar
la energía (en forma de carbono orgánico) de los océanos. Esto resultó ser un gran éxito, y Methanosarcina se multiplicó enormemente. En
el proceso, sin embargo, los pequeños organismos emitían tanto
metano que habían cambiado la química de los mares y los cielos. En
los siguientes pocos millones de años, el 96 por ciento de las especies marinas
y el 70 por ciento de los vertebrados terrestres se extinguieron, y la temperatura de la superficie del océano ascendió drásticamente. Tras diez millones de años se renovaron las especies y nuevas formas de vida, como los dinosaurios, dominaron la tierra, hasta que el cambio ecológico provocado por el impacto de un meteorito también los extinguió. Y no fue culpa de los economistas, que no existían. Lo digo para poner las cosas en contexto. Mientras tanto, yo prefiero que al frente de algunas instituciones económicas en los momentos más difíciles hayan estado buenos economistas como Ben Bernanke o Mario Draghi antes que malos politólogos como Juan Carlos Monedero.
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