viernes, 1 de agosto de 2014

¿Quien teme al federalismo?

El federalismo se ha situado en el centro del debate. No hay día en que los principales diarios catalanes y españoles no lleven algún artículo sobre las propuestas federalistas, ya sea a favor, en contra, pidiendo detalles, matizando… Como reciente tesorero de Federalistes d’Esquerres, les puedo asegurar que no es fruto de una campaña orquestada y financiada por los federalistas organizados, que tenemos unas finanzas perfectamente descriptibles y a quienes no nos apoya ningún gobierno ni lobby. Es porque existe una conciencia creciente de que, en la España y la Europa del siglo XXI, el debate necesario no es ya si federalismo si o no (el federalismo es la opción preferida de arquitectura institucional en todas las encuestas recientes), sino sobre los detalles, los contornos exactos de nuestro federalismo.
Algunos piden detalles a los federalistas, con el argumento de que hay muchos federalismos posibles: vale, pero ¿somos los federalistas quienes debemos asumir la carga de la prueba de realizar propuestas concretas? La verdad es que ya hay muchas propuestas concretas, a las que modestamente algunos hemos contribuido en un libro reciente. Pero ¿dónde está el libro blanco del proyecto independentista, el equivalente a las 600 páginas escritas por encargo del gobierno escocés? No sabemos ni si nos proponen un estado con ejército o sin ejército. Y eso que se supone que estamos a tres meses del referéndum, “sí o sí”. ¿No deberían ser quienes proponen romper con nuestra evolución institucional quienes asumieran la carga de la prueba?
El federalismo no tendrá un dia D, no habrá un momento histórico en que a partir de ese momento justo caerá sobre nosotros un nuevo mundo. En esto también los sueños soberanistas parten con ventaja, ofreciendo el mito del día, del año en que “seremos libres”. Hace un tiempo era el año 2014, pero ahora que ya se va acabando dicen que será por Sant Jordi de 2015, o quizás en 2016 con la DUI y la toma del aeropuerto. No tendremos un día D del federalismo porque ya estamos en un proceso de construcción federal tanto en España como en Europa, con muchas limitaciones que hay que ir superando, por la vía de la negociación, el voto y el pacto, es decir, con la necesaria lentitud propia de las democracias avanzadas. Pero por esta vía, la única posible, conseguiremos ir superando nuestros problemas, que en su inmensa mayoría son problemas compartidos.
Mientras tanto, los que alimentan el mito del estado-nación seguirán utilizando la táctica del teflón. Si Merkel les desprecia es porque “el mundo nos mira”. Si se descubre la corrupción del clan Pujol, es culpa del autonomismo, y el independentismo se revela más que nunca necesario porque nos librará de la corrupción. Lo más humillante es que la sociedad catalana ha sido incapaz de denunciar ella misma la corrupcion de los Pujol. Cualquier observador externo diría que si la principal fuerza política que ha liderado el proyecto independentista está implicada en una avalancha creciente de descubrimiento de corruptelas, y si su entorno mediático, social e institucional ha sido incapaz de denunciarlo y se ha sometido de modo feudal a la gran familia corrupta durante décadas, ese observador externo diría que el descubrimiento de corruptelas más bien perjudica a los independentistas. Pero no…
El federalismo debe seguir trabajando en la elaboración de propuestas y en promover una cultura federal, porque no sólo de reformas legales viven las sociedades. En teoría, se podría hacer una interpretación más federal de la actual constitución, y un texto constitucional más federal podría ser interpretado de forma restrictiva. Apunto que nuestro federalismo catalán y español será europeísta o no será: nos gobiernan varios niveles, y cada nivel debe tener relación directa con el ciudadano. En la zona euro el nivel clave para nuestro bienestar económico hoy es el nivel europeo: la regeneración democrática pasa por su democratización; los principales rivales del federalismo son los soberanistas de los viejos (como los soberanistas ingleses o franceses) e hipotéticamente nuevos estados, los que desean más que nada en el mundo un “estado propio”  –¿qué idea puede haber más insolidaria?-, en lugar de una arquitectura institucional compartida. ¿Cómo pueden creerse algunos que lo de “estado” y lo de “propio” suena progresista y moderno?
Sobre Europa y la regeneración democrática comparto el diagnóstico del libro reciente de Ignacio Sánchez-Cuenca, que desnuda los argumentos de “regeneracionistas” como César Molinas. Nuestros problemas de crisis institucional no son debidos a la forma concreta de nuestras instituciones locales, sino a la incapacidad de poder tomar decisiones democráticas en la actual configuración de la zona euro. Estoy de acuerdo en el diagnóstico, no en el remedio que propone, nada menos que salir de la zona euro y hacer marcha atrás en la globalización (¿habría leído Sánchez-Cuenca a Piketty cuando escribió el libro? Me temo que no). El remedio es democratizar la zona euro, entre otras razones para frenar la concentración creciente del capital que amenaza nuestra democracia; ese es el gran proyecto del federalismo catalán, español y europeo del siglo XXI para regenerar la democracia, esa es la forma posible de resolver el trilema de Rodrik, al cual se refiere el libro mencionado.
Entonces, ¿Quién teme al federalismo? Quien no está preparado para relativizar el concepto de nación y el concepto de soberanía nacional, quien no está preparado para una mayor diversidad institucional, quien no desea una auténtica democracia adaptada al mundo del siglo XXI.

1 comentario:

  1. ¿Quién teme al federalismo?
    La lista sería larga pero podría encabezarla el grupo de los centofóbicos, (los recelosos de las ideas nuevas), seguidos por los metatesiofóbicos (los temerosos de los cambios) y los neofóbicos (los enemigos de todo lo nuevo).
    Al margen de los trastornos fóbicos, es evidente que el federalismo se presenta como el gran enemigo de los conservadores, los insolidarios, los egoístas, los nacionalistas, los separatistas, los incultos, etc.
    Queda mucho por hacer y mucho más por divulgar.
    Jorge Luis Molist

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