martes, 18 de marzo de 2014
Un debate significativo
Ayer asistí a la presentación en el "Club de Lectura" del libro de Andrés Ortega "Recomponer la democracia". Se trata de un análisis muy ponderado y profundo, realizado en colaboración con el cada vez más influyente medio digital Agenda Pública, sobre los problemas que aquejan a la democracia, especialmente la española en un contexto europeo. El libro es de lectura obligada para todos aquellos que quieran participar en el debate sobre el futuro de nuestras instituciones democráticas, que por supuesto no es un debate separado del debate sobre el futuro de Cataluña o del futuro de Europa. Cuando hablamos de cómo organizar mejor nuestras soberanías complejas y solapadas estamos hablando de cómo mejorar nuestas democracias. Aunque al autor no le gustan nada las etiquetas, los planteamientos que se hacen en el libro son perfectamente congruentes con las ideas federalistas y europeistas. Pero seguro que aparecerán comentarios mucho más elaborados y útiles del libro: no es éste el objetivo del post. Sí lo es destacar que en el turno de preguntas en la presentación del libro en Barcelona dos personas bien cultivadas e informadas realizaron preguntas muy respetables sobre la cuestión catalana, que para mí reflejan el enorme rol que los sesgos psicológicos y los marcos mentales que se nos imponen tienen en este debate. Un participante preguntó si el autor estaba de acuerdo con "la única solución" que tenía el problema: la introducción de una disposición transitoria en la constitución española sobre Cataluña. Más allá de si esta es una buena idea o no, tiene mérito afirmar tranquilamente que es la "única solución", puesto que ello implicaría haber identificado y analizado a fondo todas las soluciones posibles, y tras descartar todas las demás (n menos 1) haber llegado a la conclusión de que esa única es posible y es la única deseable. Ello denota como mínimo un cierto exceso de confianza en las propias posibilidades cognitivas. El mismo participante preguntó si el autor creía que ésta u otra propuesta parecida iba a llegar "por parte de España", como si los catalanes no tuviéramos nada que ver en la necesidad de elaborar una propuesta que pueda ser compartida, como si no tuviéramos ninguna culpa del clima de crisis política que se vive. ¿Qué hubiera pasado si en la transición y en los años 1980 los catalanes hubiésemos esperado que "España nos hiciera una propuesta"? En lugar de hacer eso, los catalanes se implicaron en la elaboración de la Constitución, en la democratización del ejercito, en la expansión de la salud pública para toda España. ¿Qué propuesta nos van a hacer si en el mejor de los casos les pedimos que "ellos" hagan la propuesta, y en el peor nuestro presidente amenaza con una declaración unilateral cuya gestión correrá a cargo de una señora que dice que hay que hacer planes para controlar aeropuertos, fronteras e infraestructuras clave? Otro participante dijo que el 50%, quizás 75%, de catalanes vería imposible un concepto utilizado por el autor del libro: "vertebrar España", a pesar de que el autor lo hace desacralizando el concepto de nación y hablando de España como una "nación con naciones". ¿Por qué un planteamiento tan sensato, en el marco de una propuesta de "recomponer la democracia" no va a ser posible cuando la mayoría de los catalanes se siente por lo menos parcialmente española, y tiene la lengua castellana como primer idioma, o cuando la mitad de los productos catalanes se venden en el resto de España? Pero contra los marcos mentales es muy difícil luchar.
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