domingo, 29 de enero de 2017
La lucha entre el corto y el largo plazo en la acción colectiva
A raíz de la lectura de un artículo sobre las decisiones de consumo e inversión de las agencias reguladoras de los Estados Unidos, escrito por William Kovacic y David Hyman, se me ocurre que el problema que plantean va mucho más allá del marco estricto de las políticas regulatorias. Argumentan los autores que muchas veces estas agencias dedican demasiado tiempo a perseguir titulares o a satisfacer a quienes priorizan por encima de todo perseguir titulares en los medios de comunicación (hoy deberíamos incluir vendavales virales en las redes sociales). Ponen el ejemplo de una de las agencias de defensa de la competencia (la Federal Trade Commission, que estuvo precisamente presidida por Kovacic durante un tiempo), que dedicó durante años una cantidad desproporcionada de recursos a combatir los altos precios de la gasolina porque era un tema de gran actualidad sobre el que la opinión pública ejercía una gran presión. Resultó que las alzas de precios de la gasolina eran por lo general justificadas y servían para equilibrar el mercado, evitando tanto escaseces como colas. Pero la agencia consumió una gran cantidad de recursos materiales y humanos, que impidieron que personal cualificado se dedicara a tareas menos urgentes pero más importantes, y que acabó redundando en una pérdida de prestigio y capital institucional por parte de la agencia. Ello fue enormemente celebrado por los grandes monopolios y oligopolios, y fue en perjuicio último de los consumidores. En un momento en que tenemos como líder de la principal potencia mundial al rey del corto plazo, dictando órdenes sin cesar sin ni siquiera consultar a los expertos empleados para las distintas tareas, es oportuno recordar que en toda acción colectiva (gobierno, partidos políticos, asociaciones cívicas) se produce constantemente un dilema entre optar por trabajar en el largo plazo o el corto plazo, optar por tomar decisiones de inversión o decisiones de consumo. Por supuesto, hay que estar siempre atentos a la opinión pública y a gestionar el corto plazo, pero sin perder de vista que las cosas más importantes requieren la acumulación de capital humano, político e institucional. Las organizaciones que triunfan son aquellas que gestionan mejor el problema multi-tarea que consiste en asignar recursos de forma eficiente entre lo urgente y lo importante, entre el corto y el largo plazo. Esto también nos afecta a quienes luchamos como hormiguitas por ideas relativamente complejas como el federalismo. A menudo nos encontramos a quienes nos acusan de no conseguir suficientes titulares, de no bajar suficientemente a la arena política, de ser demasiado intelectuales, de no buscar las emociones fáciles. Seguramente no lo hacemos suficientemente, pero cuando nos dedicamos a escribir, a organizar actos de debate y reflexión, a ir por los barrios y pueblos a reclutar nuevos liderazgos desconocidos en la tertulia-cracia, es porque creemos que estamos en una larga lucha, que requiere no perder de vista en ningún momento que en democracia, después de un día viene otro, y después de un año viene el siguiente. Los porteros de fútbol en los penaltis se ven afectados por el "sesgo de acción": están bajo presión por la norma social de que deben intentar hacer algo (aunque el 80% de los penaltis resultan en gol, si se quedan quietos les llueven más críticas que si se lanzan al lado opuesto del balón), cuando lo más racional y lo que les daría mejor resultado es quedarse quietos en el centro de la portería un mayor número de veces. Los entrenadores se pasan el partido gesticulando en la banda cuando la mayoría de los jugadores ni les escuchan, y si lo hacen puede resultar contraproducente para el desarrollo del juego. Para que el sentido común no retroceda o si puede ser para que avance, quizás debamos hacer un esfuerzo para sacudirnos la presión del sesgo de acción.
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