Esto fue ayer por la noche, pero como en realidad llevo
varios años encontrándome en situaciones parecidas, ofrezco aquí una modesta
lista de sugerencias, basada en mi experiencia personal, a modo de guía práctica de auto-ayuda para los socialistas
del conjunto de España que ahora empezarán a vivir lo que los socialistas
catalanes que resistimos con cierto espíritu crítico llevamos viviendo desde
hace algunos años (políticos con verborrea ilimitada que parecen inteligentes, derecho
a decidirlo todo, retórica demagógica, reducción de efectivos de propios,
presión social por todos los lados, lectura de obituarios del socialismo,
etc.):
1.Apoyar políticas económicas expansivas que creen empleo,
lo que hoy día difícilmente se puede hacer si no es a escala europea. Y
políticas redistributivas que reduzcan las desigualdades, para lo cual hay más
margen, pero también sin perder de vista que ello requiere un federalismo
postnacional.
2.No ponerles las cosas fáciles a los demagogos, lo que se
ha hecho por ejemplo eligiendo candidaturas que parecen diseñadas por el
adversario, o como mínimo por el competidor (me refiero a la candidatura
encabezada por Carme Chacón y “reforzada” por José Zaragoza). Al contrario,
trabajar en la mejora del capital humano de los partidos socialistas y en la
regeneración y modernización organizativas.
3.Defender una reforma federal de la Constitución aprobada por
el criterio de las grandes mayorías y a la vez un gobierno progresista, siendo
conscientes de que ambas cosas son difíciles y quizás las dos a la vez son casi
imposibles. Se puede defender el federalismo plurinacional sin que ello suponga
el derecho a la autodeterminación, sino la constatación de la diversidad de
todos los territorios especialmente la lingüística.
4.Obligar a los emergentes a emerger definitivamente, es
decir, a ponerles ante sus responsabilidades, exigirles que las asuman, fiscalizarles
cuando lo hagan, y no que las rehuyan con reivindicaciones maximalistas.
5.No perder la ocasión de defender los valores de la
socialdemocracia y el federalismo (el sistema de gobierno en el que viven la
mayoría de demócratas del mundo), y de una democracia estructurada de calidad
(muy distinta del “vamos a decidirlo todo” de cualquier manera). Estos valores
son los que desde las dos guerras mundiales del siglo XX (que nacieron en
Europa -y la segunda empezó de facto en España) nos han dado paz, bienestar y progreso.
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