Mientras tanto en
Cataluña, sometida también gravemente a los efectos de la crisis económica, el
gobierno autonómico es incapaz de aprobar su presupuesto, y dedica
prácticamente todas sus energías a cultivar una campaña intensa, pero de dudoso
norte, por el “derecho a decidir”. En pleno fracaso de la búsqueda de apoyos al independentismo,
la Generalitat ha tenido que cambiar en poco tiempo sus representantes en
Bruselas y en Madrid, que han dimitido porque les avergüenza defender las “tesis”
de su gobierno. En realidad no hay ningún plan serio y concreto para
independizar a Cataluña. CiU y sus aliados no se ponen de acuerdo ni para
escribirle una carta a Rajoy pidiéndole llegar a un acuerdo sobre algún tipo de
consulta o referéndum. Todo se ha convertido en un gran ejercicio de agit-prop de
consumo interno que es muy útil para narcotizar a un pueblo ante los problemas
sociales de la crisis, y para dividir a la izquierda, el objetivo común de las derechas española y catalana. Pero a estas alturas, Artur Mas no sabe si la consulta
debe ser una especie de macro-encuesta donde la gente expresa su estado de
ánimo (la opción preferida por Mas, porque votar sí a la independencia sería
gratis y podría seguir nadando en el conflicto), un referéndum vinculante de
verdad con una pregunta clara sobre sí o no a la independencia (lo que Cameron ha
impuesto a los nacionalistas escoceses), o un referéndum donde al pueblo se le
pide que ratifique un gran acuerdo entre los principales partidos sobre el
futuro de Catalunya en España y Europa (lo que debería ser para no dividir a
una sociedad que es plural en sus sentimientos respecto a España; la ocasión
podría ser el referéndum para una nueva Constitución federal en España).
Mientras tanto, CiU tiene su sede embargada por un juez, que tiene indicios de
que esa federación de partidos se lucró con comisiones ilegales de una empresa
constructora (Ferrovial, una de las que se reunió ayer con Rajoy) por valor de
más de 5 millones de euros. Joaquim Coll se preguntaba por qué en Madrid no
temen el riesgo insurreccional que se respira en Cataluña. Ahí va una
hipótesis: porque no les da miedo el principal partido que apoya el movimiento
soberanista, un partido que tiene a uno de sus dirigentes históricos (Miquel
Roca) defendiendo judicialmente a la familia real española, que es financiado
ilegalmente por grandes empresas españolas, y que tiene a otros ex políticos en
cargos importantes de empresas como Endesa (filial española de una gran empresa
italiana, y principal operador eléctrico en España). El poder político y económico
español cree que el independentismo catalán no va en serio, y que es un
problema útil que permite tener despierto el nacionalismo español, y que si se
agrava se puede solucionar en los consejos de administración de las grandes
empresas.
Los nacionalistas hacen oídos sordos de momento a las
propuestas federalistas de la izquierda catalana y crecientemente de la
española, cuando en la tradición federal y en el ejemplo de los países federales
está la solución obvia al encaje de Cataluña en España y en una Europa sin
fronteras, unida en lo político e integrada en lo económico. El federalismo
permitiría a los catalanes implicarse en la provisión común de bienes y servicios
y construir un estado común que respetara mejor la identidad catalana, como se
hace en Canadá y Suiza con todas las identidades, sin sufrir los traumas y
divisiones de una independencia que no tiene ningún aliado internacional. Los
nacionalistas utilizan como único argumento económico un déficit fiscal que
hinchan a su conveniencia, elevándolo a robo o expolio fiscal, partiendo para
ello un sistema de financiación autonómica mejorable y un sistema de
construcción de infraestructuras discrecional y arbitrario. Un sistema de
financiación y de decisión sobre grandes proyectos propio de los estados
federales sería la solución. Pero la independencia no dejaría inalterados los
parámetros que permiten calcular supuestamente el déficit fiscal, sino que
alteraría el comportamiento de los agentes económicos, previsiblemente
creándose menos riqueza, e incentivando la competencia fiscal a la baja. La
independencia, especialmente si como es previsible situase a Cataluña fuera de la UE, es incompatible con un modelo de sociedad que combine eficiencia
y redistribución mediante una presión fiscal elevada y un estado del bienestar
digno de este nombre. Pero a las derechas no les interesa solucionar el problema
del encaje de Cataluña en España, les interesa eternizarlo, porque obtienen
obvios réditos electorales, y hasta ahora han creído que la suma de
nacionalismo más colusión con los grandes intereses económicos les permite
obtener hegemonías. Ya veremos si esta estrategia sobrevive a la actual crisis,
que lo pone todo al descubierto.
El artículo me motiva algunas preguntas:
ResponderEliminarEl modelo federal propugnado por una parte de la izquierda catalana y una parte aún por conocer de la izquierda española, ¿puede ser "la solución OBVIA al encaje de Cataluña en España"? (las mayúsculas son mías)
España, con su concepción derivada de la tradición del centralismo imperial-monárquico de corte castellano y borbónico, con una capital que aspira a ser como París y que como Francia tiene en su ADN político ningunear su propia diversidad cultural, ¿cómo va a querer seguir el modelo descentralizado, multicéntrico y multilingüe de países federales como Canadá y Suiza?
¿Cree sinceramente que la posible independencia de Cataluña está supeditada a quien defiende o deje de defender un insigne abogado catalán?, o ¿a la supuesta financiación ilegal de los partidos?, o ¿al embargo de una de sus sedes?, o ¿a los cargos que tengan o dejen de tener ex-políticos en grandes empresas?
¿Cree sinceramente que la inconcreción sobre el tipo de consulta se debe a la parte catalana, siendo la española la que niega la posibilidad de cualquier opción de consulta legal a priori? y ¿Cree que la definición de la pregunta es determinante, en este momento, ante semejantes condicionantes previos?
¿Cree sinceramente que el plan B del Gobierno Español para solucionar el reto independentista, pasa por "los consejos de administración de grandes empresas" en contra de la voluntad del movimiento popular con determinación soberanista i/o independentista contrastada y que consta con una más que probable mayoría entre la población catalana?
I si ese fuera el plan B, ¿cómo calificaría, democráticamente hablando, dicha solución y aún más, desde su posición ideológica de izquierdas?
¿De dónde saca que las dimisiones del sr. Prat, delegado en Bruselas, o del sr. Casas, delegado en Madrid, se deban a la "vergüenza" que usted les presume ante las tesis soberanistas y no a la simple disparidad de criterio con el gobierno de la Generalitat que les impide defenderlas, por su filiación o proximidad al sector escasamente soberanista de Unió y poco representativo de su política actual?
¿O se trata más bien de una licencia interpretativa suya y proyección de sus prejuicios vergonzantes, con el ánimo de encontrar motivos para ridiculizar el Govern?
Gracias por su comentario. Mis palabras creo que no son prejuicios vergonzantes, sino intentar respetuosamente argumentar que en los poderes españoles no asusta el soberanismo de CiU porque los ven parte de una misma oligarquía. Sí que me tomo en serio las dificultades del federalsimo ante el pasado imperial de España, etc. Ese es una argumento serio, pero para mí no suficiente. En España hay federalistas y demócratas (aunque no interesan) y hay que colaborar con ellos en hacer una Europa sin fronteras. La realidad de España y Europa, los apoyos internacionales, la globalización, me hacen pensar que el federalismo es más ambicioso, y a la vez más fácil, menos traumático, más viable que el independentismo, que carece de apoyos exteriores. Pero es sólo mi opinión.
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