viernes, 30 de octubre de 2015

Una autocracia suave

The Economist publicó hace un par de semanas un artículo sobre Escocia, subtitulado "La autocracia suave de la Escocia nacionalista", que suponía una crítica durísima a las prácticas del Partido Nacionalista Escocés (SNP), artículo que no debería pasar desapercibido en Cataluña. En su columna semanal dedicada a la actualidad británica, el semanario incluía párrafos como los siguientes, que traduzco directamente del inglés al castellano:
“Los ingresos tributarios derrochados en regalos a la clase media, combinados con un rechazo sonoro de la descentralización de las reformas del sector público de Inglaterra, han visto crecer las listas de espera de los hospitales. Las tasas de alfabetización están cayendo mientras que el tamaño de las clases aumenta. Menos escoceses de familias pobres van a la universidad que sus equivalentes ingleses, y la brecha está creciendo. En agosto, la Comisión Europea suspendió los pagos de desarrollo regional ante sus dudas sobre la capacidad de Edimburgo de gastar el dinero sabiamente.
Sin embargo, la oposición es débil. Eso es en parte por su propia culpa; tanto los laboristas como los conservadores han pasado por alto a Escocia, a pesar de los recientes intentos de compensar por ello. La preeminencia del SNP se ha visto impulsada por un aumento en el apoyo después del referéndum secesionista fallido del año pasado. En el Parlamento escocés, los Comités de Investigación están en su mayoría en manos del SNP, y eso se nota. Cuatro de los diarios del país apoyaron al partido en las elecciones generales de mayo; sólo uno apoyó a algún otro partido.
La autocracia suave del SNP en Escocia es el hilo que sostiene juntos el postureo de izquierda, con banderas melodramáticas y el conservadurismo estructural. Equivale a un estilo de gobierno que se asemeja más a los peronistas de Argentina que a los socialdemócratas escandinavos reformistas, a los que los políticos del SNP halagadoramente se comparan”.
Bagehot (el pseudónimo bajo el que se esconde el columnista de The Economist) no duda de la buena fe de los miles que hicieron campaña por el partido, y mucho menos de los millones que votaron por él. Sin embargo, no puede dejar de notar que “un gobierno centralizado, la uniformidad estricta y la unidad por encima de todo funcionan muy bien para el SNP. El control estricto en el nombre de la separación ha hecho que sea una de las fuerzas políticas más exitosas de Occidente. (…) Es menos lo que el SNP hace por la independencia que lo que la lucha por la independencia hace por el SNP.”

Y eso que no tienen una TV3, ni que se sepa un 3%, ni presumen de querer saltarse la legalidad democrática.

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