martes, 2 de septiembre de 2014

La extraña coalición

El día 18 tendrá lugar el referéndum por la independencia en Escocia, donde poco más de la mitad impondrá un resultado a poco menos de la mitad, en lugar de haber tenido la oportunidad de ratificar un gran acuerdo en el que una gran mayoría de escoceses (que probablemente comparten muchos valores) pudiera sentirse cómodo. Por supuesto, hay diferencias entre lo que ocurre en Escocia y lo que ocurre en Cataluña.
La primera diferencia es que en Cataluña no hay un referendum legal convocado por acuerdo de los dos gobiernos, cuestión vinculada a la existencia en España, a diferencia del Reino Unido, de una Constitución escrita que es muy contundente sobre la cuestión de la soberanía presuntamente entendida como la facultad para establecer fronteras. En Cataluña, las cuestiones lingüísticas y de protesta ante lo que se considera injusto sistema de financiación de los gobiernos sub-centrales juega un papel importante, y no así en Escocia (que goza de un tratamiento de financiación territorial beneficioso, según McCrone). Por otro lado, a diferencia de lo que ocurría en Cataluña hasta el estallido del caso Pujol, en Escocia no ha jugado un papel relevante (no es ni abordado en el exhaustivo tratamiento de McCrone) el argumento de que la independencia permitiría construir instituciones de mayor calidad, probablemente por el alto prestigio internacional del que gozan las instituciones británicas.
Aquí de momento  a dos meses supuestamente de la “consulta” no hay libro blanco sobre la independencia como lo hay en Escocia (un documento de 600 páginas donde se detalla con más o menos rigor qué se entiende por independencia), y cuando lo haya si es que lo hay veremos si todos los partidos que apoyan la independencia están de acuerdo con él. La campaña pro-independentista de Escocia está mucho más cohesionada en este sentido que la catalana.
La campaña pro-independentista en Cataluña está dominada por una extraña coalición entre un gobierno de CiU pretendidamentemente business friendly definido por algunos como neoliberal (con el apoyo de algunos economistas liberales fromados en Estados Unidos, pero sin el apoyo del empresariado en lo que al proyecto independentista se refiere), y componentes importantes de la izquierda radical. En medio, un grupo heterogéneo muy mayoritario en la Cataluña rural y personas que intentan incorporarse a una "nueva centralidad" que a veces empieza a parecer menos central, (aunque como veremos el 11S sigue teniendo mucha fuerza). Ambos grupos dominantes, pese a la tradición europeista de las corrientes centrales del catalanismo, tienen componentes euroescépticos o incluso eurofóbicos a los que hasta ahora se ha prestado poca atención. Los unos, porque creen que las pequeñas naciones ricas pueden ser exitosas en un contexto de globalización desregulada para lo que la UE podría ser un estorbo; los otros porque creen que hay que conseguir la independencia “para cambiarlo todo”. Hoy no está claro cual será el régimen monetario de la Cataluña independiente, ni si habrá ejército, ni si será un régimen parlamentario, presidencial o basado en la democracia directa (“queremos decididrlo todo”), ni si las pensiones serán de capitalización o de reparto, ni si el Banco Central será independiente del gobierno, ni qué pasará si por un período incierto de tiempo no estamos ni en la Unión Europea, ni en el Tratado de Schengen, ni en la zona euro.
El subjetivismo del "libro blanco" escocés, denunciado sobriamente por McCrone, igual que los documentos del consejo de "transición nacional" catalán (que de momento están muy lejos de ser un “libro blanco”)  y aspectos como la deriva partidista de la televisión pública catalana, hacían pensar, ya antes de conocerse o sospecharse sobre la fortuna de la familia Pujol y los silencios que la permitieron, que las instituciones de calidad deben nacer de inputs que hoy están relativamente ausentes, por lo menos en comparación con el resto de España o el resto del Reino Unido.
La fortísima presión social, con claros componentes orwellianos, que incluyen la manipulación de la historia y del lenguaje, la ocupación abusiva del espacio público y la intimidación sobre todo en los pueblos, se ha centrado en personas que podían romper los partidos de izquierda, y ha acabado haciendo mella en colectivos y personas poseídos por valores poco firmes, como tristemente Avancem o la ex-militante del CDS Ada Colau ("estoy contra las fronteras pero votaría que sí a la independencia"). Por suerte, las biografías más ejemplares entre los sectores supuestamente más catalanistas del PSC se han alejado definitivamente de las estrategias rupturistas.
Parte del discurso del gobierno escocés  es construir un país de centro-izquierda con un potente estado del bienestar gracias a los recursos del petróleo del mar del Norte, ante la supuesta deriva neo-liberal de Inglaterra. Por ejemplo, aunque no sin contradicciones destacadas por un editorial del diario  The Guardian, el líder nacionalista Salmond habla de evitar la privatización del sistema nacional de salud, el NHS. En Cataluña Mas sin embargo preside un gobierno de centro-derecha que está privatizando en buena parte la sanidad pública. Y a diferencia de lo ocurrido en Escocia desde que gobierna el SNP, los partidos mayoritarios hasta ahora en Cataluña han apoyado las políticas económicas de los gobiernos españoles, tanto cuando ha gobernado el PSOE como cuando ha gobernado el PP.

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