lunes, 9 de diciembre de 2013

En recuerdo de Héctor Manuel Bravo Pérez





El pasado jueves día 5 de diciembre falleció en la Ciudad de México Héctor Bravo, profesor de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), justo el día de la muerte de Nelson Mandela. Héctor era Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), donde había dejado para muchos de nosotros un imborrable recuerdo. Su tesis doctoral, sobre economía del agua, fue dirigida por el profesor Joan Pasqual, con quien había seguido en contacto desde entonces. Yo tuve la suerte de estudiar con él la fase de maestría de los estudios de postgrado entre 1993 y 1995, cuando vivía en el barrio de El Clot de Barcelona con su compañera Frida y su hijo Andrés. Con Héctor y Andrés fuimos un día al campo del Barça. Frida y Héctor admiraban a mi amigo José M. Palomas, que había estado en la cárcel franquista por su pertenencia a grupos de extrema izquierda. Una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida fue la de juntarme con los mexicanos de mi curso para hacer juntos los trabajos en grupo y estudiar con ellos, con personajes especiales como Hector, Miguel A. Montoya y José Urciaga. Mientras Héctor siguió estudiando el doctorado en la UAB yo me fui a Florencia a estudiar el doctorado, pero en 1997 visité México en verano. Héctor me vino a buscar al increíble aeropuerto de la Ciudad de México, y tras un primer recorrido por la indescriptible ciudad y un primer tequila, me alojó en su casa como si fuera su hermano. Le volví a ver unos años más tarde en Barcelona y después de nuevo en México en verano de 2011, donde participamos en una reunión de ex alumnos de postgrado de economía aplicada de la UAB, y donde me acompañó junto con mi familia a visitar la ciudad de Puebla. Siempre estábamos en contacto por correo electrónico, y en los últimos meses se divertía enviándome mensajes provocativos sobre la independencia de Cataluña. Le fascinaba todo lo que tenía que ver con España. El mismo día de su fallecimiento repentino, me había escrito por la tarde diciendo que quería visitar Barcelona a principios de año. Por desgracia ya no podrá ser, y no podremos reírnos juntos ni escucharle decir una vez más que él era un marxista neoclásico. En los últimos años se había especializado en la economía de los recursos naturales, donde era feliz combinando sus excelentes conocimientos matemáticos con su preocupación por las cuestiones sociales y medio ambientales. Héctor tenía una personalidad magnética, y sólo su desaparición súbita ha podido alejarle de sus numerosos amigos y amigas. Pero siempre celebraremos su vida, su alegría y su personalidad única. Quedará pendiente seguir los lugares mexicanos de “Los Detectives Salvajes” de Roberto Bolaño, donde él habría encajado como personaje con total naturalidad. Buen viaje, amigo.

3 comentarios:

  1. Es el profesor mas significativo de mi licenciatura.

    ResponderEliminar
  2. Qué pena enterarme de esta triste noticia. No tuve el gusto de conocer al doctor, pero sí de leer algunas de sus investigaciones magníficas. Participo de una investigación respecto a temas de agua y economía y justo había dado con el contacto del profesor. Una pena que haya fallecido, mi más sentido pésame.

    ResponderEliminar
  3. A casi cinco años de su muerte, de la cual por desgracia me enteré cuando ya había sido sepultado, saboreo el recuerdo del primer momento en que lo conocí cuando fuimos compañeros de trabajo en la Comisión Nacional del Agua, nos hicimos amigos de inmediato y con su risa de duende y su palabras provocadoras, generaban de inmediato una complicidad que nos acompañó en los años en que nos frecuentamos.
    Cuando ambos coincidimos en la misma Universidad en Barcelona, nos reuníamos para compartir una caña de cerveza (no nos alcanzaba para más de una) en el bar que estaba en la planta baja del edificio en donde vivíamos mi hija y yo, nos contábamos nuestras mutuas penas, sueños, miedos y amores; ambos nos apoyamos en la aventura Catalana, promovimos que tanto Andres como Naty, mi hija jugaran y se acompañaran durante nuestra estancia en la siempre rememorada Barcelona.
    Al regreso de ambos a México, cuando nos reuníamos cotilleamos de nuestras aventuras y complicidades; nos veíamos, no con la frecuencia que hubiésemos querido, pero si al menos 3 veces por año en las que acompañados de un tequila y un whisky nos poníamos al tanto de lo que pasaba en nuestros mundos, ambos lloramos por las perdidas de personas importantes, ambos nos escupíamos el enojo que provocaban los desencuentros y reíamos con la complicidad de que la amistad no es frecuencia es intensidad.

    Mi siempre querido amigo, te extraño...

    Patov

    ResponderEliminar