En un momento de incertidumbre política y económica,
especialmente en Europa, es útil reivindicar la tradición política que
ha proporcionado un mayor bienestar a más personas por un periodo de
tiempo más largo: la socialdemocracia. Esta reivindicación está incluida
en un trabajo reciente realizado por mí mismo junto a Carles Rivera y Javier Asensio para la
Fundación Rafael Campalans y la Secretaría de Economía del PSC. Las
experiencias de Gobierno socialdemócratas en los países del norte y
centro de Europa son las más exitosas de la historia en términos de prosperidad compartida. De acuerdo con las palabras del historiador Tony Judt,
la socialdemocracia no es sólo una lista de políticas del Gobierno,
sino también un conjunto de valores que son los mejores para navegar por
una sociedad globalizada e incierta. Parece una paradoja que las
organizaciones socialdemócratas tengan dificultades electorales en
muchos países, a la vez que las alternativas (el capitalismo
desrregulado, el comunismo) han suspendido claramente el test de la
práctica de Gobierno.
La reivindicación de la
socialdemocracia también se encuentra en los documentos aprobados por la
Conferencia Política del PSOE del pasado fin de semana, con una apuesta
clara por el reformismo igualitarista, que debe ser motivo de
celebración. A mi juicio, esta apuesta debería complementarse con una
reflexión autocrítica sobre por qué el socialismo español fue incapaz en
su última etapa de Gobierno de plantear y dar continuidad a un proyecto
de progreso sostenible al no frenar la “enfermedad holandesa” asociada
al boom de la construcción, apostar por decisiones
fiscales regresivas y verse obligado a abrazar acríticamente las
propuestas que venían impuestas desde fuera por los mercados financieros
(que eran los causantes en primer lugar de la crisis financiera
global).
(Este post contiene el inicio del artículo publicado hoy en Agenda Pública, que puede leerse aquí en su totalidad).
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