martes, 7 de agosto de 2012

Independencia regulatoria: no es una panacea (por Francesc Trillas)


Un interesante artículo de Gerard Llobet en el blog de Fedea ha suscitado un interesante debate on line sobre la independencia de los reguladores sectoriales. Como el Prof. Llobet cita dos trabajos míos (uno con Montoya, otro con Gual) como apoyo a su tesis de la bondad de la independencia de los reguladores, creo que es oportuno que matice mi posición, por otro lado embrionariamente resumida en un artículo más reciente que los que cita Llobet, y en una presentación todavía más reciente.
En comparación con mis trabajos de hace unos años, aunque creo que sin entrar en contradicción con ellos, en la actualidad soy más escéptico sobre las ventajas de un regulador independiente. Creo que la institución presenta problemas serios de coordinación con el resto del gobierno, puede presentar problemas de captura, y difícilmente es una institución estable, como ilustra no sólo los problemas de los reguladores en España, sino también en Dinamarca recientemente, por no citar la gran inestabilidad de los reguladores en América Latina, que ya mencionaba en mis trabajos citados por Gerard Llobet. En general, la independencia no soluciona el problema de compromiso que se presenta en presencia de inversiones específicas, sino que lo desplaza un peldaño más arriba, y lo convierte en el problema del gobierno de respetar la independencia del regulador (algo que a menudo acaba no produciéndose). Los expertos independientes deben ser un input importante en las políticas públicas, pero también están sujetos a sesgos y limitaciones, como hemos visto con la crisis financiera.
Por supuesto, mi reflexión no tiene nada que ver con la decisión del gobierno del PP. El anuncio del Ministro de Economía del PP y antiguo miembro del Consejo de Administración de Endesa, Sr. De Guindos, de fusionar entes regulatorios y reducir su independencia, siguiendo los dictados de un informe de consultoría encargado por Telefónica, es un ejemplo de libro de texto oportunismo político y de captura de los responsables públicos.
Creo que la forma correcta de proceder hubiera sido encargar un libro blanco donde expertos, pero también cualquier parte interesada, hubiera podido hacer propuestas de mejora. Yo mismo habría presentado mis modestas reflexiones, basadas en años de investigación.
Los problemas de España no se solucionan generando más independencia de los organismos públicos sino cambiando la forma de hacer política. No hay atajos: la solución (casi imposible) pasa por practicar la acción colectiva y reformar los partidos políticos o crear uno nuevo si no se considera ello posible con alguno de los existentes. Tengo la sensación que los economistas demasiado a menudo hacen propuestas desde el sillón de su casa esperando que les nombren para solucionar los problemas, como dijo hace poco mi colega Pedro Alas.

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