"Para la socialdemocracia moderna, no cualquier tipo de crecimiento vale. Se pueden conseguir iguales tasas de crecimiento con tasas mayores o menores de equidad, con mayor o menor respeto por el medio ambiente, con una mayor o menor posibilidad de auto-realización personal de los trabajadores, con una mayor o menor igualdad entre hombres y mujeres. En particular, la socialdemocracia, en alianza y diálogo para ello si es preciso con formaciones ecologistas, debe buscar fórmulas de complementariedad entre la conservación del medio ambiente y la lucha contra la pobreza y la desigualdad. Por ejemplo, la solución del problema del cambio climático y la solución de los problemas de pobreza mundial deberán ser simultáneas. Si no se soluciona a tiempo el problema de cambio climático, se pueden producir desplazamientos masivos de población que afectarán sobre todo a los colectivos de menos recursos. Y si no se solucionan los problemas de desarrollo de los países más pobres, estos buscarán fórmulas rápidas de crecimiento que no tengan en cuenta las necesidades de frenar el cambio climático. La lucha por la mejora del medio ambiente es una forma de solidaridad con las generaciones futuras que debe ir acompañada de formas de solidaridad entre los actuales habitantes del planeta. La gravedad del problema exige una llamada permanente de las opciones de la izquierda y el centro-izquierda por buscar soluciones cooperativas que hagan posible un mayor crecimiento (sin el cual es imposible aumentar el nivel de vida de los países en desarrollo y superar los problemas de endeudamiento y desempleo de los países desarrollados) y un mayor respeto por el medio ambiente.
En las últimas décadas, se ha producido un abuso en el lenguaje económico popular y mediático del término competitividad. Ello ha culminado en el nombramiento en el gobierno de Rajoy de un ministro de Economía y Competitividad. La ambigüedad del término esconde el riesgo de que sirva para ocultar graves problemas de falta de prioridades o de persecución de objetivos socialmente no deseables. El término competitividad en primer lugar puede significar tanto empresas más competitivas como mercados más competitivos, que son dos fenómenos que podrían ser incompatibles (si los mercados son más competitivos, o todas o algunas empresas deberán ser menos competitivas, si por ello entendemos una menor cuota de mercado). Habitualmente el objetivo de una mayor “competitividad” va asociado ya sea a conseguir una mayor cuota de mercado de las empresas nacionales en los mercados internacionales, o a conseguir en general un aumento de las exportaciones y una reducción de las importaciones. Ante ello hay que decir que en tal caso la competitividad no puede ser un objetivo simultáneo de todos los países, puesto que no todos pueden aumentar simultáneamente sus exportaciones. Además, a diferencia de las empresas que compiten entre ellas y es deseable que así lo hagan, los países como tales no necesariamente compiten entre ellos, sino que a través del comercio internacional pueden ganar conjuntamente mediante el aprovechamiento de la especialización productiva y las ganancias mútuas debidas al intercambio. Por otro lado, si este tipo de competitividad (de las empresas en los mercados internacionales) se convierte en el objetivo principal de política económica, ello deja en segundo lugar la mejora de la eficiencia y la productividad de sectores por razones tecnológicas cerrados a la competencia (los sectores monopolísticos) o por lo menos cerrados a la competencia internacional (la mayoría de los servicios). En cualquier caso, si la competitividad de las empresas en los mercados internacionales es un objetivo de los gobiernos, igual que en el caso del crecimiento, ello debería estar sujeto a la reflexión de que no cualquier tipo de competitividad vale. Se puede conseguir una mayor competitividad de las empresas con una mayor o menor inversión en capital humano, con un mayor o menor respeto por el medio ambiente, con mayores o menores niveles de conciliación de la vida familiar con la vida laboral. En definitiva, en la medida que la competitividad de las empresas nacionales sea un objetivo, habría que apostar por fórmulas de competitividad que pasen por conseguir, como prioridad, niveles más altos y más sostenidos de productividad, eficiencia y bienestar para el conjunto de la sociedad".
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