El PP no ha aprovechado la campaña electoral para pedir el voto de la ciudadanía, sino, dando por descontado que sería la primera fuerza política en el Parlamento (lo cual está por ver), para presionar al PSOE. Para presionarle de que se abstenga en un eventual voto de investidura, y el PP pueda gobernar sin depender de VOX, como sí depende en varias Comunidades Autónomas, antes y después de las últimas elecciones regionales.
Si Trump avisó de que no iba a reconocer el resultado electoral si perdía (y así ocurrió), Feijóo avisa de que no reconocerá la legitimidad de una elección de Sánchez si el PSOE no sale elegido como primer partido. Ya veremos si el PSOE es segundo o primer partido, pero si fuera segundo y una mayoría de representantes le eligen presidente, su deslegitimación por parte del PP sería equivalente a no reconocer el resultado de las urnas, que eligen diputados, no presidentes.
De acuerdo con la Constitución, España se rige por un sistema parlamentario, igual que la mayoría de democracias europeas, en varias de las cuales a lo largo de la historia hasta hoy, quien preside el gobierno no pertenece a la fuerza más votada. Curiosamente, se pide la abstención del PSOE a la vez que se insulta a sus dirigentes y votantes con el repugnante lema “Que te Vote Txapote”.
La derecha supuestamente “anti-sistema” ha mostrado la patita, como antes lo hizo en Cataluña (por cierto, fracasando). Pero no hay que fijarse solo en VOX, o en los matones a sueldo de Desokupa. La manipulación lamentable del fantasma de ETA, que viene de lejos, y que el final de ETA hace 12 años no ha liquidado, la deshumanización del adversario (a quien se acusa de traidor a la patria junto a sus partidarios), las mentiras repetidas, el negacionismo del cambio climático (con la boca más o menos pequeña), el cuestionamiento del procedimiento electoral u otras instituciones… son páginas del manual trumpista que han sido utilizadas por el PP y su líder durante la campaña electoral. Igual que Trump cuando cuestionó la victoria de Biden, Feijóo tuvo que recibir una advertencia oficial de Twitter cuando desmintió una mentira de la revalorización de las pensiones sólo con la boca pequeña. Feijóo parecía un moderado (quizás era poco conocido fuera del noroeste), pero ha resultado ser de la cuerda de Ayuso, Aznar y Miguel Ángel Rodríguez, no por nada conocido como el Bannon español, y de quienes no cooperaron con el gobierno en los meses dramáticos del COVID-19. Meloni, Le Pen y los gobiernos del grupo de Visegrado, se deben estar frotando las manos con la posibilidad de un gobierno en España que colabore en su objetivo de derechizar y des-federalizar Europa.
No hay que resignarse a pasar por una experiencia de derecha radical en el gobierno de España, como nos estamos resignando en algunas Comunidades Autónomas, donde al PP le ha costado bien poco llegar a acuerdos con VOX, que es algo peor todavía que la derecha radical. Algo normal si nos atenemos a los orígenes del PP y a que nunca han condenado el franquismo, pero que no tendría por qué ser así si se impusieran los residuales sectores moderados, que los tiene. No tenemos por qué hacer marcha atrás en los avances en la libertad sexual y en el feminismo, ni tenemos por qué regresar a las políticas de austeridad, que por fortuna han sido rectificadas en Europa (de forma moderada y razonable, y con el coliderazgo de Sánchez y Calviño), pero que son la única doctrina económica que ha explicitado el PP, y por boca de Aznar (porque a horas de que cierre la campaña, no se sabe quien lidera el equipo económico del PP).
No tenemos por qué pasar or eso. Existe una alternativa a la vista de todo el mundo, por muchas cosas a mejorar que tenga, que las tiene. Hay unos programas asentados sobre una gestión exitosa, y que prometen seguir avanzando por la senda de la modernización y el progreso. Lo más deseable sería una gran mayoría para el PSOE. En su ausencia, un gobierno de coalición con Sumar estaría perfectamente dentro de los parámetros de la corriente central de la política europea. Y si este gobierno (más estable y experimentado que el gobierno que empezó en 2018 con Pablo Iglesias) necesita otros apoyos, como los ha necesitado en los últimos años, bienvenidos sean si se pueden conseguir sin grandes concesiones, como corresponde a una democracia parlamentaria europea.
Cualquier pacto que dé lugar a una mayoría parlamentaria es posible y defendible, siempre que sea para llevar adelante políticas deseables y que no pongan en peligro lo mucho que ha avanzado España en las últimas décadas. Al contrario, que consolide lo conseguido y que aborde las muchas tareas pendientes, y que contribuya a una Europa más unida que avance con determinación por la senda de la transición ecológica y digital, con equidad y creando empleos de calidad. También en algún momento histórico puede haber un pacto entre el centro-izquierda y un centro-derecha moderado y europeísta. Hoy día, no es este el caso del PP.
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