Si Francesc Cambó dijo aquello de "¿Monarquía? ¿República? ¡Cataluña!", me parece un paso adelante, aunque no del todo convincente, lo de "¿Monarquía? ¿República? ¡Constitución!" de Xavier Vidal-Folch. Yo soy más bien partidario de "¿Monarquía o República en España? ¡República Federal Europea!"
Es verdad que las monarquías modernas son compatibles con la democracia, pero como explica Thomas Piketty en su último libro, no dejan de ser un residuo de las sociedades estamentales del pasado, que se resiste a morir, porque todavía puede ser útil en algunos contextos, siempre y cuando encuentre su lugar. En España, entre las izquierdas pervive lógicamente la idea de que han sido las repúblicas las que han dado un impulso, adelantado al tiempo que les tocó vivir, en cuanto a modernización, federalización y libertad. Es verdad que hay monarquías modernas y federales, pero son residuos pegados al viejo estado-nación. No creo que nadie piense que el número de monarquías vaya a crecer en las próximas décadas.
La Constitución de 1978 es un pacto que se aprobó mediante un amplísimo consenso, refrendado por la ciudadanía, y la monarquía parlamentaria es una parte fundamental de ese pacto. La Constitución española, contra lo que algunos quisieran, no se puede reformar referéndum a referéndum, sino que su reforma requiere un pacto por mayoría cualificada de las fuerzas políticas representadas en el Parlamento, refrendado finalmente en las urnas. Que me corrijan los expertos constitucionalistas (los de verdad, no los que proliferan estos días), pero creo que abrir un procedimiento de reforma agravado como el que haría falta, daría lugar, con razón, a abrir otras cuestiones, acaso incluso más urgentes (y más susceptibles de consenso) que la supresión de la monarquía, como completar la federalización de España o dar rango constitucional a nuestra vocación europea.
Tenemos que convencernos, los republicanos, de que, hoy, la Tercera República realista e ilusionante es Europa. Ese es el ámbito donde son posibles, aunque no fáciles ni automáticas (hay que luchar por ellas) reformas de gran alcance en nuestra democracia y en nuestro ámbito de solidaridad. Si en España pasáramos de una monarquía a una república, sería, si es que tiene alguna viabilidad, tras una enorme crisis constitucional que nos debilitaría aún más, pero que no resolvería ninguno de los gravísimos problemas de nuestra sociedad. La idea de una República Federal Europea, mencionada por Daniel Cohn-Bendit en el documental "Federal", de Albert Solé, puede aglutinar a muchísimos sectores que van desde las izquierdas socialdemócratas y ecologistas hasta los liberales y demócrata-cristianos europeístas. Además, no hay ninguna familia real en Europa que reivindique el trono europeo, lo que facilita las cosas. Algunos grupos ya están organizados para reivindicar cómo sería esa República Europea, a partir de la realidad actual de la Unión Europea. Dos de sus partidarios, Ulrike Guérot y Andrés Ortega, ya lo defendieron en un artículo en 2014. No me lo he inventado yo. Una Europa mucho más unida, con fuertes instituciones de democracia representativa, y con instituciones (incluyendo mercados culturales y mediáticos) que vayan creando un demos europeo, con mucha libertad institucional por debajo del nivel europeo, donde no se discuta sobre la soberanía, sino sobre responsabilidades exclusivas o compartidas en una democracia multinivel. Una república federal europea compatible con algunas monarquías nacionales basadas en las constituciones de sus países, igual que puede haber ya repúblicas federales compatibles con reyes tribales, incluso subvencionados por el presupuesto federal republicano. Ese es el horizonte institucional por el que vale la pena luchar, si nos liberamos del pensamiento binario y utilizamos un poco la imaginación.
Este debate resurge ahora en España por el comportamiento indefendible del rey emérito Juan Carlos. Es un hecho positivo que las instituciones democráticas que él contribuyó a crear, hayan al final hecho imposible de esconder su comportamiento reprobable. Pero ningún demócrata puede estar satisfecho si al final no rinde cuentas por su comportamiento, y si la institución que lo ha amparado no acepta que nadie puede estar por encima de la ley.
Hay que perseverar en el reformismo que se inició con la abdicación del monarca, no permitir la adaptación genera tanta inestabilidad como los cambios bruscos. Perseverar por ejemplo eliminando la relación jerárquica del monarca con las fuerzas armadas, o reduciendo su rol en la propuesta de candidaturas a la presidencia del gobierno. La monarquía española puede todavía ser más republicana, y el monarca puede tener la oportunidad de colaborar en ello, si quiere disfrutar de la popularidad de la que durante un tiempo disfrutó su padre. En un futuro, la democracia española podría ofrecer a la familia real unas condiciones exigentes de transparencia y austeridad para ejercer la jefatura del estado (un estado sin moneda, ni fronteras cerradas, por cierto). Unas condiciones tan exigentes, que quizás la misma familia considere que puede ganarse la vida mejor de otra manera. Pero da igual, lo importante realmente no es eso. Lo más importante hoy es desarrollar instituciones democráticas que permitan luchar contra las desigualdades y el cambio climático. Y eso pasa por priorizar la construcción, a partir de lo que tenemos, de una República Federal Europea.
Los problemas globales son urgentes, los domésticos también. Hay que solucionar los dos y a la vez.
ResponderEliminarNi la monarquía se opone a organización federal ni la república supone el reconocimiento del plurinacionalismo.
Reouesta en mi blog de BUSCARAONS