sábado, 2 de mayo de 2020

Acertar el tono: propuestas, críticas y denuncias

Sería deseable fijar criterios sobre la gradación de la crítica política en momentos de emergencia como los que estamos viviendo. Me refiero a criterios consistentes con unos mínimos éticos, incompatibles con la idea de que los míos siempre tienen razón y nadie más la tiene. En una democracia multinivel con división de poderes (la nuestra; ¿hay otra?), a menudo se está en la oposición en un nivel, y en el gobierno en otros (o en otro poder del Estado, como en USA). Una propuesta de criterios podría ser la siguiente:

-Realizar propuestas constructivas a los gobiernos y expertos sin ser ingenuos u oportunistas, es decir, sabiendo que nadie tiene la razón absoluta, y adoptando una actitud de cierta modestia. Ahí cabe lo que pueden hacer expertos en todo tipo de terrenos, y también personas capaces de navegar de verdad entre distintos terrenos del saber, o por lo menos que respetan una variedad de ramas del conocimiento. En una pandemia hay necesidad de conocimientos en ciencias naturales, ciencias sociales, comunicación, derecho, ética...Ahí muestro mi escepticismo sobre los libros de filósofos sobre la pandemia, escritos y publicados en un plis plas, cuando sus autores hace dos meses seguramente ni sabían lo que era el coronavirus. Será difícil que estos libros envejezcan bien, y si lo hacen no hay que descartar que sea por pura chiripa (los relojes parados a veces marcan bien la hora); tal es el grado de incertidumbre. Tengo más respeto por quienes buscan en la penumbra una orientación general, con todas las reservas. A mi no me gusta como palabra ni recuperación ni reconstrucción, pero no encuentro nada mejor. Todo lo que empiece por re- sugiere volver atrás. Si volvemos donde estábamos las crisis sanitarias, ecológicas y sociales, creo que se sucederán. Búsquese palabra para "reactivar sobre bases nuevas". He ahí lo que considero una bien modesta propuesta constructiva.

-Crítica responsable para los errores de gestión o discurso, cuando los objetivos son loables. Ahí entra el trabajo de los medios de comunicación y también (igual que en el párrafo anterior) de los partidos de oposición serios. Incluso en los casos más trágicos donde ha habido muchas muertes, y bastantes eran seguramente evitables (por ejemplo, lo acontecido en las residencias de ancianos), a nadie se le puede ocurrir que hubiera mala voluntad por parte de las personas responsables. La crítica responsable puede incluir el elogio a personas de las que habitualmente se discrepa cuando hacen algo bien. Por ejemplo, la líder escocesa Nicola Sturgeon, que a mí habitualmente me parece guiada por un elevado grado de oportunismo, ha moderado mucho sus impulsos en esta crisis y, según The Economist, está colaborando lealmente con el gobierno británico (sobre el cuál tampoco tengo buena opinión en general).

-Denuncia contundente cuando los objetivos no son loables. Creo que hay casos en los que hay pocas dudas de que los objetivos de algunos líderes políticos no son los de salvar vidas o economías como prioridad absoluta, sino que son desgastar al adversario, generar confusión y crear inestabilidad, lo cual tiene un coste real en términos de comunicación inteligible y generación de certidumbre ante una crisis que las necesita. Hay que reservar la máxima dureza para estos casos. Ejemplos irían desde la permanente mala fe de Trump poniendo por delante sus prejuicios antes que las instrucciones avaladas por los científicos, o la política comunicativa del gobierno de la Generalitat de Cataluña, centrada en el desgaste del gobierno español, la ocultación de sus responsabilidades y la reiteración hasta el aburrimiento de un discurso supremacista.


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