domingo, 13 de abril de 2025

El continuum fascista que llega hasta nuestros días

Philippe Sands, en el último libro de su trilogía sobre sobre el nazismo tras la caída de Hitler, “Calle Londres 38”, establece la conexión entre un prófugo de la Alemania nazi que se refugió en la Patagonia, y las desapariciones y torturas del régimen de Pinochet. En ese número de la Calle Londres en Santiago, la capital chilena, estaba la sede del Partido Socialista hasta el Golpe de Estado de 1973, y entonces se convirtió en uno de los centros de tortura de la dictadura militar, que el nazi alemán Walther Rauff solía frecuentar, y entre cuyas víctimas se encontraron precisamente muchos militantes socialistas. 

Hacia el final del libro, Sands extiende una conexión hasta alcanzar a nuestros días, refiriéndose al torturador Miguel Krassnof: “tiene fuertes apoyos, incluyendo a José Antonio Kast, que fue derrotado por Gabriel Boric en la segunda vuelta de las elecciones de 2021, y sigue defendiendo a Pinochet. Kast es de padre alemán, quien se sumó al Partido Nazi en 1942”. Sands finaliza el párrafo afirmando que Kast, a quien todos los comentaristas han calificado como político populista, en la onda de Trump y Milei, pidió el indulto para Krassnof tras visitarle en el centro penitenciario donde cumple condena por su implicación en torturas y desapariciones. 

Existe una discusión nominalista sobre si el moderno nacional-populismo, del cual Trump es un caso extremo pero no único, es fascismo. Los últimos acontecimientos en Estados Unidos están diluyendo la discusión, y son bastantes los analistas que han alcanzado una clara conclusión. Por ejemplo, alguien tan ponderado como el intelectual chileno de centro-izquierda Alfredo Joignant afirma: “Son demasiadas las razones para no dudar en calificar al régimen (no solo al gobierno de los Estados Unidos) de neofascista, lo que significa que Donald Trump es, lógicamente, un líder neofascista.” El historiador Timothy Snyder hace tiempo que apunta en esta dirección, y ya dijo en una ocasión que “la post-verdad es el pre-fascismo”. Últimamente ha dejado caer el prefijo.

El escritor cubano (anticastrista) Leonardo Padura recuerda que el clima que se vive hoy en Estados Unidos contra los inmigrantes no es muy distinto del clima que existía contra los judíos en la Alemania de los años 1930. Puede que no haya centros de tortura ni campos de concentración en territorio de Estados Unidos (aunque sí se detiene a estudiantes o se acosa a las universidades), pero las violaciones de los derechos humanos se trasladan a cárceles de El Salvador, o a las desoladoras ruinas de Gaza. Igual que la Alemania de Hitler no cometía sus mayores atrocidades en suelo alemán, sino que las exportaba a Europa del Este.

Llamar simplemente nacional-populistas a partidos xenófobos como Vox o Alianza Catalana es olvidar que en España (incluyendo Cataluña), igual que en Chile, quienes apoyaron una dictadura fascista (instituciones e individuos) siguen vivos o tienen herederos que no han recapacitado sobre el origen de los privilegios de los que han gozado.

No hace tantas generaciones de los fascismos de los años 1930, y menos de las dictaduras que se alargaron hasta los años 1970 y parece que algunos jóvenes en España (no una mayoría) se divierten poniendo el Cara al Sol en las fiestas. Quizás llamando a las cosas por su nombre nos animaremos a combatirlo con menos prevenciones.


No hay comentarios:

Publicar un comentario