Mientras la distopía trumpista avanza desacomplejada por las calles de Los Angeles, la derecha española se manifiesta en Madrid llamando mafioso y dictador a Pedro Sánchez.
Hay que valorar lo que dicen los portavoces mediáticos y políticos de la (extrema) derecha española, su tremendismo apocalíptico, en perspectiva, es decir, a la luz no solo de lo que está ocurriendo en Estados Unidos (tendencias autocráticas y mafiosas de verdad) sino también de:
-Lo que hizo el PP: corrupción (Bárcenas, Gurtel; Madrid, Valencia y Mallorca), mentiras del 11-M, su gestión económica.
-Otros casos de corrupción en España: Jordi Pujol, su familia y su partido.
-Lo que hizo el PSOE bajo Felipe González, como explicaba el otro día Jordi Amat en El País.
-Los grandes riesgos del mundo de hoy: geopolíticos (Ucrania, Gaza), sanitarios, climáticos.
-La realidad de la España de hoy: economía, salud, libertades. Seguramente, somos el país del mundo donde se vive con mayor libertad y bienestar. Y si no lo somos (que no lo descarto), estaremos entre el puñado de los pocos de ellos que pueden aspirar a ello. Esto no impide ignorar los enormes problemas por los que atraviesa mucha gente, en la que no estoy seguro que los líderes conservadores piensen mucho.
Mientras tanto, una parte importante de la derecha española, aunque no toda, y especialmente la parte que se concentra en la capital Madrid, se deja caer por una pendiente de tonos claramente trumpistas (con amigos comunes como Milei), como reflejan los aspavientos de su presidenta actual, o la entrevista que concedió el otro día una antecesora suya.
Este tono hiperbólico no es nuevo, pero el contraste es mayor hoy, con todo lo que está pasando en el mundo y especialmente lo que emana del despacho oval de la Casa Blanca, que pone sencillamente en riesgo nuestro modo de vida, nuestra libertad y nuestro bienestar (que son inseparables).
Quizás con una retórica y una sustancia menos catastrofista y reaccionaria hubieran gobernado más años desde 1977 y no hubiera habido estos (insoportablemente largos para ellos -entre 1977 y 2025, o sea en 48 años, el centroizquierda ha gobernado 27 años, más de la mitad) paréntesis de gobiernos moderadamente progresistas, pero que han permitido algunos de los grandes avances de España en términos de bienestar y libertad.
Los sectores que se beneficiaron del franquismo tuvieron éxito en dejar muchas cosas amarradas con el advenimiento de la democracia, pero entre ellas hubieran deseado tener más tiempo el poder ejecutivo y el legislativo. Quizás deberían preguntarse por qué no ha sido así. De las muchas maneras que la derecha tiene de doblegar a la izquierda, perfectamente estudiadas (por ejemplo en un artículo clásico de Adam Bonica y coautores), han elegido la más estruendosa, pero no sé si la más eficaz. No descarto que una vez más se hayan pasado de frenada y que 2027 sea una repetición de 1993.
Pedro Sánchez seguramente no tiene el carisma de Felipe González, ni su capacidad oratoria, ni seguramente su nivel cultural, pero ha conducido España por la senda europeísta, ha sorteado todo tipo de crisis sobrevenidas, ha frenado el desafío constitucional del independentismo catalán, y ha corregido desequilibrios económicos con más éxito que González y Zapatero. Y con una derecha más calmada, quizás sería también posible realizar un debate franco sobre sus defectos y los de su (nuestro) partido.