jueves, 7 de julio de 2016

El Barça y la cara oculta del fútbol

Me considero un aficionado al fútbol muy afortunado. A mi equipo, el FC Barcelona (el “Barça”),  la globalización le pilló bien preparado. Además, he conseguido hacer de mi pasión parte de mi profesión, hablando de fútbol en mis clases (sobre fútbol y economía) sin remordimientos de conciencia. Disfruto de una cantidad y calidad de fútbol en televisión (y ocasionalmente yendo al estadio, aunque ya no soy socio como cuando era joven) imposible de imaginar cuando era un niño, cuando veía un partido del Barça en blanco y negro muy de vez en cuando y tenía que ir al estadio de pie, en las gradas de “general”, sin disfrutar de pre-partido ni post-partido. Tengo al instante toda la información (o rumorología) sobre mi equipo u otros temas de interés futbolístico por Internet en mi ordenador o mi teléfono móvil, esos artilugios de los que nadie me habló en mi infancia. De hecho, disfruto más de todo esto porque mi equipo probablemente ha sido el mejor (perdón, quizás uno de los mejores) desde la globalización de mediados de los años 1990, aunque no es ajeno a algunas de las tendencias inquietantes que acechan al deporte del balompié (como le llama Michael Robinson). La liberalización del mercado de fichajes, las nuevas tecnologías televisivas y el nuevo formato de la Champions League, llegaron a un Barça que tenía a Johan Cruyff como entrenador, quien contribuyó a reforzar algunas tendencias (el gusto por el fútbol técnico y de ataque, la innovadora influencia holandesa que llegó inicialmente de la mano de Rinus Michels en 1972, el trabajo con la cantera) que ya estaban sembradas en el Barça, un club desde sus orígenes abierto al talento internacional… Pero quien diga que las grandes fortunas de países emergentes no democráticos, o que el fraude fiscal, o incluso sospechas de prácticas fronterizas con la corrupción, no salpican o han salpicado al Barça (igual que a muchos otros clubs), es que no lee los periódicos o se salta algunas páginas. Los aficionados, los dirigentes, y los profesionales del sector (incluyendo a los periodistas) deberían preocuparse no sólo por el crecimiento del mercado del fútbol sino también preocuparse por la reforma del fútbol y por la erradicación de sus tendencias más inquietantes.

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