sábado, 21 de noviembre de 2020

Auge, declive y resistencia de tres nacional-populismos

En los últimos días, Steven Forti en una entrevista, María Jesús Cañizares en un texto en Crónica Global, y Albert Branchadell en El Periódico han realizado comparaciones entre el proceso independentista catalán y la ola populista y nacionalista de la que forman parte el Brexit y Donald Trump. La ola global de nativismo agresivo y desestabilizador de la democracia tiene otros exponentes, en Hungría, Polonia, Turquía, Francia, Italia, India, Filipinas, Brasil y otros países. Entre estas versiones hay diferencias, pues cada una resulta de la evolución y el ensayo y error de fuerzas en juego con sus propias raíces históricas. Pero hay parecidos, no porque estén coordinados (aunque hay elementos de contacto), sino porque responden en parte a factores comunes de "demanda" (características socio-demográficas comunes en países desarrollados, impacto de la globalización y el cambio tecnológico), y también de "oferta" (fuerzas políticas que utilizan en parte en repertorio común de técnicas para intentar alcanzar mayorías).

Branchadell encuentra que el parecido principal entre el independentismo catalán y el trumpismo está en la negación de la verdad que muestran al no reconocer su carácter minoritario, a pesar de la claridad de los datos electorales y demoscópicos. Sin embargo, dice que el "procés" no es "técnicamente populista", sin detenerse a explicar qué entiende por tal expresión. Un estudio técnico que conozco, donde mide el grado de populismo de forma continua y multidimensional con modernas técnicas estadísticas, pone a ERC y PdeCAT (no mide todavía al más reciente JxCat, probablemente todavía más populista que los otros dos) a la altura de los que están asumidos como principales partidos populistas europeos.

Entre estas tres versiones del nacional-populismo existen por supuesto diferencias. El trumpismo es más proteccionista que los otros dos, y el procesismo tiene menos apoyos entre la clase trabajadora tradicional que los otros dos, por ejemplo. Es curioso que ese menor apoyo entre la población obrera no le impida haber reclutado, probablemente y en términos proporcionales, más aliados provenientes de partidos de izquierdas, que en los casos del trumpismo y el Brexit. Es posible que Donald Trump presente grados de frikismo que los líderes de los otros dos movimientos no alcanzan. El procesismo se caracteriza por un abuso descarado de los medios públicos de comunicación, utilizados como máquinas propagandísticas, lo cual no está al alcance de los otros dos movimientos. Fox News, aunque no es un medio público, ha venido funcionando como órgano de propaganda del trumpismo, pero parece que se está desmarcando en las últimas semanas.

Pero los tres movimientos tienen un fuerte carácter nacionalista, abusan de la retórica binaria nosotros contra ellos, erosionan constantemente las instituciones formales e informales, expulsan de su noción de pueblo a una gran parte (en realidad mayoritaria demográficamente y abrumadora en las ciudades) de la sociedad, realizan un uso partidista de las instituciones que controlan, se enfrentan (Trump y Torra) a las autoridades electorales, participan de lo que Obama ha llamado "declive de la verdad" (propagando mentiras, incluso cuando se han demostrado falsas: "hemos ganado las elecciones", "Madrid nos roba 16.000 millones", "Europa nos recibirá con los brazos abiertos", "la tiranía de Bruselas"...). El abuso de la mentira alcanza tintes grotescos en el caso del subvencionado Institut de Nova Historia en Cataluña (que asegura que todo tipo de célebres personajes históricos son catalanes) o el movimiento QANon en USA, que asegura que Biden es un pederasta, entre otras aberraciones y teorías conspiranoicas. Los tres han mostrado ribetes racistas (contra los mexicanos, los negros, los españoles, los europeos orientales...) sin disimular demasiado. Practican la demonización del adversario (o su distorsión, llamando socialistas/comunistas a los Demócratas en USA, unionistas o botiflers a los federalistas en Cataluña, o quislings o traidores a los europeistas en Inglaterra), la división de la sociedad y una relación ambigua con la violencia, evitándola, pero mostrando simpatías con grupos armados del presente o del pasado, especialmente en el caso americano y el catalán. En ninguno de los tres casos, como se dice a veces, puede decirse que sean movimientos antielitistas, pues son apoyados por las elites de sus partidos y de sectores importantes de las clases altas. En el caso del trumpismo y del "procés" se les acusa de practicar un golpismo postmoderno, de intentar subvertir la democracia representativa sin recurrir a las insurrecciones militares tradicionales (hoy por hoy inviables).

Los tres han mostrado una gran ineficacia con la pandemia (lo que se añade al coste económico y social que conllevan en general), sin que en el procesismo y el brexitismo se haya llegado a los extremos de negación de la ciencia a los que ha llegado Trump. Pero también en Cataluña y el Reino Unido las autoridades han sido incapaces de gestionar la pandemia de forma rigurosa y en colaboración franca con otras instituciones, y su personal político ha mostrado su pésima selección cuando ha tenido que enfrentarse a un problema social de enorme gravedad.

Me centro en las tres versiones que conozco mejor, una porque la vivo de cerca todos los días, y las otras dos porque las sigo bastante intensamente desde los medios de comunicación. Las tres están viviendo momentos de declive (como los está viviendo Salvini en Italia), después de años de auge. En el caso de Trump, por haber perdido las elecciones (en el voto popular, por segunda vez), en el caso del Brexit por haber alcanzado sus dirigentes, y en especial Boris Johnson, cotas sin precedentes de impopularidad, y el proceso catalán porque también vive momentos de descomposición y división graves. En su declive juega que su proyecto choca precisamente contra la fortaleza de otras instituciones a las que se enfrentan, como la judicatura, la prensa, el multilateralismo o el federalismo. Pero también dan muestras de resistencia dentro del declive, por lo que no es de esperar que vayan a desaparecer abruptamente. Nunca hay que infravalorarlos. Trump podría estar contemplando resistir reinventándose como el "presidente legítimo", en este caso no en Waterloo, sino organizando su propio Palmar de Troya quizás en Mar-a-Lago (su mansión de Florida). Sin embargo, la movilización de Biden junto con los sectores progresistas y el Black Lives Matter en USA muestra el camino a seguir: una campaña de amplio espectro, basada en valores, tranquila, pero contundente y bien organizada, puede derrotar al nacional-populismo.



Timothy Snyder en "The Road to Unfreedom" (traducción castellana en Galaxia Gutemberg) habla de las fuerzas internacionales geoestratégicas, que juegan a favor de estos movimientos desestabilizadores. En particular, pone el énfasis en los intereses de Putin por desestabilizar el proceso de integración europea, y por desestabilizar las instituciones multilaterales globales. En este libro, el historiador norteamericano cita las conocidas interferencias rusas en Estados Unidos, pero también en los referéndums de Escocia y el Brexit. Citando los artículos en El País de David Alandete, también menciona las conexiones del procesismo catalán con la dirigencia rusa. La preferencia por el referéndum dicotómico y divisivo por mucho que choque con la existencia de deseables constituciones escritas (en lugar de buscar acomodo, igualmente difícil, a referéndums de ratificación de acuerdos como en Irlanda con el Acuerdo de Viernes Santo), se ha comprobado en el Reino Unido y Cataluña (y Crimea), y no en Estados Unidos porque, aunque ahí hay muchos referéndums en los estados, los de autodeterminación están prohibidos, tras los intentos secesionistas que llevaron a la Guerra Civil en el siglo XIX.  Ello no ha impedido intentos apoyados por los medios rusos como una plataforma por la secesión de Texas, según Snyder, que llegó a tener más adheridos que la suma de miembros del Partido Republicano y el Demócrata en el Estado. Hay intereses internos (el populismo plutocrático local para distraer de las desigualdades y la corrupción) y externos por mantener bien vivo el nacional-populismo, por lo que habrá que seguir plantándole cara. En Cataluña y en buena parte también en el Reino Unido (si se aleja de un Brexit duro), donde no tenemos una coalición tan amplia como el Partido Demócrata en USA, la clave estará en ofrecer reformas en una dirección social-federalista (à la Piketty), que superen la noción estrecha de la soberanía nacional (la que defienden no sólo Trump, el Brexit y el "Procés", sino también Salvini, Marine Le Pen y Vox) con el objetivo de resolver problemas sociales de forma sostenible y cooperativa, como se desea hacer con los (federales) fondos Next Generation EU.

sábado, 14 de noviembre de 2020

750.000 milions per Catalunya

Els fons Next Generation EU són una gran oportunitat per al conjunt d'Europa, i en especial per als països, com Espanya i Itàlia, que més han patit fins ara la pandèmia de la COVID-19. Ara que el marc pressupostari que els acompanya ja ha estat aprovat pel Parlament Europeu, és hora de posar-se mans a l'obra per garantir que siguin un gran èxit.

Per a Catalunya, que ha patit un declivi econòmic relatiu en els darrers anys, són també una enorme oportunitat de reactivació, si sabem aprofitar-la. Com va passar amb els Jocs Olímpics de Barcelona en 1992, la força del conjunt de la societat catalana, i el suport dels nostres aliats, ens poden ajudar a donar un salt endavant històric, per recuperar un paper d'avantguarda en l'Europa de les properes dècades.

Una condició perquè aquests fons no passin de llarg en la pràctica serà fugir del "Què hi ha per a mi?" que ha mostrat l'actual Govern de la Generalitat. Els dirigents independentistes, ni van fer res per fer realitat els fons, ni van mostrar una especial alegria quan es van acoseguir, ni han tingut fins ara una actitud especialment encoratjadora a l'hora de començar a gestionar-los. S'han comportat com aquells nens malcriats, que quan arriba una carrossa amb regals a l'escola, volen ser els primers a arreplegar algunes joguines saltant-se totes les barreres de protecció i oblidant la necessitat de posar-se d'acord i de jugar amb els altres.

Pere Aragonès va deixar clar en la reunió històrica del govern espanyol, la federació de municipis i els presidents autonòmics amb la presidenta de la Comissió Europea Von Der Leyen (la foto del nostre federalisme), que la seva prioritat no és gestionar conjuntament aquests fons, sinó aprofitar qualsevol circumstància per treure paquet polític i parlar de coses que no tenen res a veure. Per això els nacional-populistes estan tenint una pandèmia tan desafortunada: perquè són incapaços d'adonar-se de quines són les prioritats urgents i importants.

El Govern de la Generalitat (és il·lús pensar que serà l'actual) haurà de cercar la col·laboració estreta amb Ajuntaments, i haurà de cercar aliats entre altres Comunitats Autònomes (per exemple, amb el País Valencià per a projectes relacionats amb el Corredor del Mediterrani). En comptes d'això, el missatge ha estat que volem un percentatge dels fons per a nosaltres sols, i queixar-se quan Pedro Sánchez va dir que les Comunitats Autònomes gestionarien directament el 50% dels fons que corresponen a Espanya. En realitat, tant Catalunya com el conjunt d'Espanya (s'ha de dir que el govern espanyol ja ho fa) han de dir que Espanya s'ha de beneficiar de tots els fons, no només els que gestionarem. Per això, hem de dir que Catalunya té 750.000 milions, no per gastar-se directament, però sí per reforçar-se amb el conjunt de l'economia europea, perquè només si Europa és forta, Espanya i Catalunya tenen un futur esperançador.

Els 750.000 milions dels fons Next Generation EU no s'han de repartir, s'han de compartir. I s'ha de fer en la mesura del possible amb projectes transversals, interterritorials, internacionals. Calen aliats i cal Col·laboració Públic-Privada per servir amb transparència l'interès general.

No podem fer res tots sols. Necessitem unes transicions ecològica i digital justes, que no deixin ningú enrera. Necessitem crear ocupació de qualitat, especialment entre les persones joves, que per alguna cosa el projecte es diu Next Generation EU. Tot això, en el món interdependent i globalitzat d'avui, no es pot fer sense aliats ni anant de spoiler a les reunions on es decideixen les coses importants. Amb aquests fons, la UE ha posat les bases d'un deute federal i en el futur uns impostos federals. El nostre futur està a formar part d'una sobirania europea compartida, que permeti al seu torn compartir la responsabilitat de la governança global, cada vegada més necessària. Fora d'això només hi ha la decadència.

La quantitat de diners és molt substancial i s'ha de gestionar bé, en conjunt, amb co-governança. Però també s'ha d'acompanyar d'un relat europeista, esperançador. La presidenta Von Der Leyen va parlar d'una nova Bauhaus europea. Els sectors més lúcids de la política i la societat espanyola ja s'estan movent al respecte. Catalunya no es pot quedar enrera.

viernes, 6 de noviembre de 2020

Sobre el plebiscito y la nueva Constitución en Chile

Me gustaría mucho estos días pasear por Santiago y sus librerías, y hacerme con los textos que den claves sobre lo que ha ocurrido ahí en el último año, desde el estallido social desencadenado (aunque no causado) por un aumento en el precio del billete de metro. Ese detonante dio paso a unas potentísimas movilizaciones que cuestionaban todo el "modelo" de desarrollo económico y político en el que se había sustentado el país desde la caída de la dictadura pinochetista a finales de los años 1980.

De alguna forma, lo que ha ocurrido me interpela, no sólo como alguien que se siente cercano a Chile por razones personales, sino como alguien que ha estudiado el modelo chileno en alguno de sus aspectos. Cuando en 1998 visité Chile por primera vez, mi director de tesis, un economista inglés que tenía un doctorado por la Universidad de Princeton en Estados Unidos, fue fácil de convencer para que apoyara mi solicitud de fondos para realizar el viaje, porque Chile era el gran ejemplo de estabilidad y calidad institucional de América Latina. Entre la corriente principal de la profesión económica, la idea dominante era y probablemente siga siendo que es una lástima que los demás países latinoamericanos no sean como Chile.

Escribí un capítulo de los tres de mi tesis sobre las opas de empresas españolas sobre empresas chilenas, y con esa excusa escribí sobre las privatizaciones y del modelo regulatorio chileno, que hundía sus raíces en la dictadura pinochetista, y en la Constitución cuyo arquitecto había sido el jurista Jaime Guzmán. Era una Constitución que protegía con todo tipo de salvaguardas la propiedad privada de las interferencias del poder político, y pretendía blindar el modelo económico diseñado por la Escuela de Chicago cuando el país se abriera a la democracia. Esa misma Constitución, aunque ha sido reformada varias veces gracias a la acción de las fuerzas de centro-izquierda, es la que ahora ha simbolizado todo lo que hay que derribar. Y en el referéndum de la semana pasada, una inmensa mayoría de la ciudadanía chilena votó a favor de que se redactara una Constitución desde cero a partir de una nueva asamblea constituyente. De alguna forma, Chile ha sido (para algunos, de nuevo) un ejemplo de estabilidad institucional: incluso en el momento de mayor enfrentamiento social, la solución está pasando por la construcción de nuevas instituciones democráticas.

Aunque la derecha post-pinochetista ha protagonizado intervalos de gobierno con Piñera (uno de los hombres más ricos del país), como en la actualidad, los años de democracia han estado dominados por gobiernos de centro-izquierda que han conseguido erradicar la extrema pobreza y extender los servicios públicos, así como modernizar el país en muchos aspectos, los niveles de desigualdad no se han reducido sustancialmente, y la sociedad chilena ha seguido siendo una sociedad fuertemente clasista. La educación pública ha seguido estando muy retrasada, a diferencia de países asiáticos de un nivel económico parecido, y, a pesar del indudable desarrollo del país, no se ha construido un estado del bienestar parecido al de los países europeos.

Los economistas como mi director de tesis creían que Chile había conseguido la cuadratura del círculo: como hacer compatible una fuerte concentración del poder económico y el desarrollo del país, con la apertura democrática y la plenitud de derechos políticos. La cuadratura ha durado 30 años, pero no da para más. Una juventud con mayores expectativas que las generaciones anteriores exige repartir más y mejor la torta.

Los más cautos hacen una llamada a la prudencia, y no les falta razón. Existe el riesgo de una deriva neo-populista. Esto no es retórica conservadora. El populismo existe y sus remedios económicos no funcionan para la inmensa mayoría. El riesgo de que el remedio sea peor que la enfermedad también existe. Pero se atenúa mucho si las fuerzas del cambio son canalizadas por nuevos liderazgos y renovadas organizaciones, a través de partidos políticos fuertes que intermedien entre la población y las instituciones. Durante el año 2021 se sucederán elecciones y trabajos para elaborar la nueva Constitución. Es una gran oportunidad para abrir el modelo económico, haciéndolo más igualitario (en algunas cosas como ciertos países asiáticos, en otras como ciertos países europeos), manteniendo y reforzando las instituciones democráticas. Ojalá todo salga bien.

miércoles, 4 de noviembre de 2020

Elogi de la resistència al monstre

(Ver aquí la versión en castellano de este texto)

A mida que ens hem despertat coneguent que de nou Trump ha superat les expectatives de les enquestes, no s'han fet esperar els comentaris de culpar els qui s'han enfrontat a Trump del que ha passat. Trump encara pot perdre, cal acabar de comptar els vots. Si perd, serà perquè milions de persones s'hauran mobilitzat perquè no guanyés, i perquè milers d'elles hauran donat la cara, s'hauran mullat, mentre altres estaven a casa seva esperant els esdeveniments.

Ningú té la fórmula màgica per derrotar el nacional-populisme plutocràtic. En el nostre sistema social, es produeix una acumulació real del poder econòmic en poques mans, i una dispersió aparent del poder polític gràcies al vot. Però si bé la democràcia dóna pes a les preferències i necessitats de les persones més vulnerables, impedint formes d'explotació extremes de grans sectors de la població, la concentració de poder econòmic permet a les èlits, enacra que siguin minoria, delegar estratègicament en personatges desacomplexats en la seva immoralitat i ignorància com Trump, per imposar discursos potents (amb tonalitats habitualment etnicistes) que distreguin de les desigualtats i de problemes enormes com el canvi climàtic o la pandèmia.

Ningú s'ha de sorprendre si Trump pretén que no es comptin tots els vots. Només deixarà que es comptin si li són favorables. Ell mateix ho ha dit. El Partit Republicà porta dècades practicant tècniques de supressió del vot, Trump només ho fa més descaradament. Les oligarquies republicanes no han delegat en Trump en una sala de reunions, sinó que ho han fet per assaig i error després de provar altres nissagues (els Bush) o altres moviments (el Tea Party).

L'alternativa, la resistència al monstre, també haurà de seguir avançant per assaig i error, provant allò que hi hagi disponible, en un context molt dinàmic i de gran incertesa. Qui cregui que té la solució segura, o és un farsant o és un ignorant. Fins ara, hi havia un cert consens en què la gran virtut de la democràcia era que permetia l'alternança pacífica de les persones que ens governen. Als Estats Units això està en qüestió. Trump forma part d'una família de governants que està disposada a fer saltar pels aires totes les regles i institucions, escrites i no escrites, per imposar el seu poder. Aquesta és la naturalesa del monstre, als Estats Units i en altres contrades. I aquesta és la mesura del grau d'immoralitat de les persones que encara no han decidit enfrontar-s'hi cara a cara.