domingo, 31 de julio de 2016

Análisis factorial de Mariano Rajoy

Existe un conjunto de técnicas estadísticas, ampliamente utilizadas en economía y ciencia política, que consisten en resumir un amplio número de variables observadas en un conjunto menor de variables latentes que resumen y explican a las primeras. Por ejemplo, uno puede recoger datos sobre diez o quince variables que tienen que ver con la independencia de los reguladores en un conjunto de países (por explicar algo que incluso yo sé hacer), y averiguar cuántas de estas variables están relacionadas entre ellas. En este caso, por ejemplo, uno puede llegar a la conclusión de que la independencia de los reguladores depende de dos variables latentes que explican en gran parte a las observables, como son la autonomía presupuestaria respecto al gobierno, y hasta qué punto el gobierno puede interferir de un modo u otro en las decisiones día a día de los reguladores. Lo que observamos es mucho más multidimensional que lo latente, que es lo fundamental, y que tiene menos dimensiones. Esta idea de que lo observable se manifiesta de muchas maneras pero lo fundamental consta de unas pocas dimensiones puede probablemente aplicarse al comportamiento de los líderes políticos. Esto es lo que pensé el otro día observando a Mariano Rajoy, el presidente del gobierno español, cuando aceptaba "a medias" el encargo del jefe del Estado para intentar formar gobierno. "A medias" porque no quedó claro si se sometería a votación en caso de no reunir los apoyos necesarios. Su media sonrisa revelaba que estaba muy orgulloso de su astucia, recordando mucho en ello a los líderes del independentismo catalán, especialmente Artur Mas, que lleva cuatro años intentando bordear la legalidad para conseguir ventajas políticas. Esta "astucia" constitucional sería una de las variables latentes que viene guiando la actuación de gran parte de la derecha española desde hace años. Otra, también visible en la misma rueda de prensa, es la utilización que hace Rajoy y la derecha española de fenómenos que se supone que condenan y están en sus antípodas. Primero fue el terrorismo vasco y ahora es el independentismo catalán. A veces parecería que se alegran de que estos fenómenos recobren vida cuando parecen moribundos. El otro día, el presidente del gobierno español utilizaba el último rebrote retórico del independentismo para presionar a los socialistas y otros grupos para que facilitaran su investidura, todo ello regado con la retórica habitual usando conceptos distorsionados a gusto como los de "soberanía nacional" (algo que ya no existe), la igualdad de los españoles (algo que Rajoy es quien ha hecho menos por defender) o el constitucionalismo (que no se sabe si acoge a quienes defendemos reformar la constitución usando sus instrumentos). Hasta que Rajoy y los dirigentes de la derecha española no modifiquen algunas de sus variables latentes va a ser muy difícil que se logren acuerdos de mínimos que desbloqueen la situación actual.

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