domingo, 25 de abril de 2021

MANUAL DEL SECESIONISTA DE ELITE EN TIEMPOS DE NACIONALPOPULISMO

Florentino Pérez, el “ser superior” como le llamó Butragueño (a quien a su vez llaman el Buitre), no aprende. Su DUI (Declaración Unilateral de Independencia) duró más de 8 segundos pero no pasó de las 48 horas. En este mundo de sobrenombres y sobrentendidos, los ricos no quieren ser molestados por los pobres, a quienes sin embargo necesitan.

Pero el Sr. Pérez tenía que haber aprendido de su estrepitoso fracaso apoyando la Operación Roca en 1986 (una operación política a escala española en alianza con la derecha nacionalista catalana), que cuando las cosas del privilegio parecen lo que son, en una sociedad democrática, no tienen muchas posibilidades de éxito. Treinta y cinco años después ha vuelto a cometer el mismo error con la Super Liga. Creía que era posible imponer el valor del dinero tal cual, a pecho descubierto, pareciendo lo que era, un intento de los ricos de quedarse con el pastel, y controlarlo, aun prometiendo repartir alguna migaja. Es como si los ricos dijeran que a partir de ahora no pagarán impuestos porque ya se encargan ellos de redistribuir. El fiasco ha sido tan sonoro como el de la Operación Roca en 1986, y su intento de aliarse con catalanes que son como él de nuevo ha servido de poco.

No. Hoy día para que los privilegiados se impongan, el primer mandamiento es que no parezcan lo que son. Eso es lo que intenta hacer Isabel Díaz Ayuso (IDA) en Madrid: hablar de libertad, cooptar a pocos pero ruidosos ex-socialistas, hablar bien de los excompañeros muertos o fuera de combate de estos últimos. O sea, hacer como hacen desde hace 10 años los independentistas catalanes, que saben perfectamente que no pueden en ningún momento parecer lo que son. Si el “ser superior” no adopta estrategias un poco más sofisticadas, más disimuladas, nunca conseguirá algunos de sus objetivos, como son los de mandar directamente en la esfera política, o presidir el pastel mundial del fútbol. Ayer había un perfil extraordinario del presidente del R. Madrid en el Financial Times. Revelando su alianza con un expresidente de Endesa, explicaba que Pérez intenta en el fútbol lo mismo que intenta en sus negocios en sectores regulados: conseguir estabilidad a través de congelar cualquier poder político que se le escape. Sólo que eso está condenado al fracaso en las sociedades democráticas, a no ser que adopte estrategias más sofisticadas.

Se enfrentó a Boris Johnson en lugar de aliarse y aprender de él a mentir mucho más, a no parecer lo que es, a olfatear la opinión pública, aunque al primer ministro británico le importen un pimiento los hinchas del fútbol.

IDA en su lucha sin cuartel porque los ricos de Madrid no sean molestados, aparentemente sabe más, e intenta plagiar páginas enteras, aunque no todas, del trumpismo catalán (también del original). Sin complejos.

En Cataluña el secesionismo de élite intenta aprender de sus errores, aunque fruto de un ya largo recorrido, se le van notando los patrones de conducta. Como dijo Obama en un famoso discurso en Sudáfrica, con ocasión del centenario de Mandela, antes cuando se pillaba a alguien de la esfera política mintiendo, los mentirosos callaban y se daban por aludidos. Ahora, siguen mintiendo. Es lo que ha pasado con el escritor Javier Cercas: éste demuestra una mentira en la tele, entonces le acusan con otra mentira, que a su vez el escritor demuestra que es falsa. Aparece entonces la ubicua masovera del independentismo rectificando pero ratificando, para que Cercas o quien piense algo parecido a lo que piensa éste, quede retratado (da igual la evidencia) como el personaje que interpreta Ralph Phiennes en La Lista de Schindler. Entonces seguramente repetirán “fascista, fascista” algunos abducidos que habían estado en la izquierda y que ahora repiten como cotorras las consignas de la masovera, por muy de derechas que sea ésta. Es de este totum revolutum del que Florentino debería aprender.

El combate por molestar y frenar a los ricos secesionistas que no quieren ser molestados continúa, y requerirá sofisticación. Porque es la lucha de nuestro tiempo, en el fútbol y más allá.


martes, 20 de abril de 2021

Una Liga europea abierta hubiera sido una buena idea (fragmento de mi libro "Pan y Fútbol", publicado por Alternativas Económicas)

La mayoría de las ligas nacionales de fútbol, y en especial las europeas, son ligas abiertas. Lo son en un doble sentido. En primer lugar son abiertas en cuanto a su composición, porque la disputan cada año equipos en parte distintos debido a los mecanismos de ascensos y descensos. Y en segundo lugar, son abiertas porque los equipos y sus deportistas pueden “salirse” puntualmente para disputar otras competiciones, como los torneos de Copa o las competiciones continentales. Nada de esto ocurre en ligas norteamericanas como la NBA en baloncesto o la NFL en fútbol americano, donde las ligas son cerradas, en el doble sentido de no estar sometidas a ascensos y descensos (proporcionan una dosis parecida de emoción final a través de los playoffs), y en el sentido de monopolizar casi totalmente el tiempo y los derechos sobre clubs y deportistas. La principal consecuencia de la existencia de ligas abiertas es que los clubs de fútbol basados en el modelo europeo están sometidos a un riesgo financiero mucho mayor, ya que las diferencias de ingresos entre una categoría u otra, o entre jugar o no las competiciones europeas, son enormes.

Las ligas profesionales de deportes en Estados Unidos, en fútbol americano, béisbol o baloncesto, están sometidas a muchas más restricciones competitivas que las ligas europeas de fútbol o aquellas que se basan en su modelo. Los clubs no compiten con absoluta libertad por los jugadores en el mercado de fichajes, sino que se someten al sistema del draft, por el que los equipos más débiles de la temporada anterior son los primeros en elegir a los nuevos jugadores disponibles en el mercado. O existe un reparto mucho más equitativo de los derechos de retransmisiones televisivas, y en algunos casos incluso se comparten los ingresos por taquilla. Los límites salariales son mucho más estrictos que en Europa y sirven de elemento de colusión entre los grandes clubs.

Estos dos paquetes de características son complementarios. Las restricciones a la competencia, por ejemplo, son más fáciles de acordar cuando no se teme perder la categoría, porque suponen renunciar a instrumentos para derrotar a los rivales. Debido a esta complementariedad, es difícil pretender introducir un elemento del paquete institucional y no otros, porque se refuerzan mutuamente. Algunos han interpretado las diferencias entre ligas europeas y norteamericanas como la paradoja de una Europa más capitalista y una América más socialista en el deporte, pero en realidad estamos hablando de dos formas distintas de combinar mercado con organización colectiva. En Estados Unidos, una serie de organizaciones con ánimo de lucro se ponen de acuerdo para introducir elementos igualadores y colectivizantes, para conseguir un tamaño mayor de la tarta. En el caso europeo, una serie de organizaciones que tienen sus orígenes en el deporte aficionado, basadas en principios igualitaristas que conducen a la noción casi sagrada de la posibilidad para todos de llegar a lo más alto mediante los ascensos (y a la pervivencia de los torneos de copa), prefieren mantener el carácter abierto de las ligas, lo que dificulta mucho más los acuerdos colusivos.

No existe un modelo mejor que el otro, sino que son dos realidades que han evolucionado en paralelo para satisfacer las preferencias de los aficionados partiendo de realidades distintas en contextos diferentes, y donde cada una ha ido resolviendo los problemas que se iba encontrando por el camino.

Otra diferencia es la distinta escala de las ligas. Las ligas norteamericanas tienen escala continental, mientras que la mayoría de ligas nacionales europeas tienen una dimensión territorial mucho más pequeña. Las competiciones europeas, y en especial la exitosa Champions League, se solapan con las nacionales y están a medio camino entre una competición por eliminatorias y una auténtica liga, y excepto en la final de la Champions, están relegadas a jugarse entre semana. Además, siguiendo criterios de distribución territorial, el acceso a la Champions League no es totalmente meritocrático, porque el sistema sigue garantizando una cuota de presencia para equipos relativamente débiles que vienen de ligas menos competitivas. Curiosamente o no, los dirigentes europeos del fútbol, tanto de las federaciones nacionales como de la UEFA (el organismo de gobierno europeo), se han resistido (desde los inicios de la Copa de Europa) a los distintos esfuerzos por introducir una competición europea potente, pese al enorme potencial en términos de creación de un producto altamente demandado. Y también se han resistido a los esfuerzos por debilitar el carácter balcanizado de las competiciones nacionales, con la creación de ligas como la Atlántica o la del Benelux, que agruparía a equipos históricos que ahora juegan en ligas demasiado pequeñas para ser competitivos en el mercado global de fichajes. Esto permitiría a estos equipos históricos (como el Celtic o el Ajax) recuperar el músculo financiero necesario para luchar de nuevo de forma creíble por los títulos europeos, con lo que se corregiría la tendencia reciente hacia una mayor polarización continental. No sería el primer terreno en el que se crean jurisdicciones que se solapan con las fronteras de las administraciones tradicionales por razones de eficiencia. En el sector eléctrico, por ejemplo, los operadores del sistema que gestionan redes de alta tensión y los intercambios que las utilizan, se han organizado de modo regional superando fronteras administrativas. Es el caso del sistema PJM en los Estados Unidos (que agrupa a territorios de varios estados), del NordPool que agrupa a varios países escandinavos, o del sistema eléctrico irlandés, que agrupa a toda la isla de Irlanda (y que es una de las eficiencias que se perderían en caso de un Brexit duro). La idea de crear jurisdicciones por razones de eficiencia, separadas o solapadas respecto al resto del mapa administrativo-territorial, está también detrás de la propuesta del economista suizo Bruno Frey, que propone extender la idea a cualquier sector donde haya una masa crítica de ciudadanos dispuesta a organizarse para servicios concretos, en lo que llama FOCJ (Functional, Overlapping, Competing Jurisdictions, jurisdicciones competidoras solapadas y funcionales). Algo parecido viene funcionando desde hace décadas en Estados Unidos con los llamados distritos especiales, que gestionan la educación, el agua o el transporte público, y que raramente coinciden con las fronteras administrativas territoriales. Estos distritos especiales tienen la ventaja de la funcionalidad y la eficiencia de escala, pero tienen los inconvenientes de la posibilidad de duplicar costes fijos entre administraciones, y de las dificultades de rendición de cuentas al atraer sólo la atención de aquellos sectores cuyos intereses están más directamente vinculados a las decisiones del distrito especial.  En el caso europeo, estos inconvenientes podrían quedar mitigados si las ligas regionales nuevas que se crearan fueran supervisadas por las autoridades europeas para garantizar su rendición de cuentas, y si compartieran el poder y por tanto los costes fijos de gestión con la UEFA y las federaciones nacionales.

Todos los deportes tratan de organizar competiciones donde participen los mejores deportistas, de ahí por ejemplo el gran éxito del Mundial de fútbol o los Juegos Olímpicos. En Europa no hay duda de que hay margen para caminar en esta dirección en el fútbol, ya sea con la creación de una superliga europea que no tendría por qué ser cerrada para respetar la tradición del deporte europeo; o mediante la ampliación de una de las ligas nacionales actuales, como la Prmier League; o mediante la ampliación del Mundial de Clubs. En una liga europea que jugaran ocho equipos, por ejemplo R.Madrid, Juventus. Liverpool, Manchester City, Manchester United (o Sevilla), Bayern de Munich, FC Barcelona y AS Roma (o At. Madrid), a dos vueltas (con la Navidad y el mes de enero entre ellas), habría los mismos partidos que tienen que jugar aquellos de estos equipos que lleguen hasta la final que han jugado en la Champions League o en la Europa League en la temporada 2017-18, pero a diferencia de lo que ocurre ahora, todos los partidos serían al más alto nivel, con lo que la calidad de los partidos aumentaría, y por lo tanto lo haría también la generación de valor y riqueza, que se podría distribuir entre los protagonistas y redistribuir hacia el resto del mundo del fútbol y a la sociedad en general. Los mismos equipos mencionados más arriba, más los mejores equipos de otras regiones del mundo, participarían en un Mundial de clubs ampliado cada cuatro años por el que la FIFA parece haber recibido recientemente una gran oferta financiera por parte de un grupo de inversores. Este movimiento parece demostrar que existe “dinero encima de la mesa”, es decir, una ineficiencia en el sentido de que existen hoy los medios para crear valor para los consumidores pero el proyecto no termina de llevarse a cabo de momento por razones distributivas e institucionales. El reto para el mundo de fútbol es crear los mecanismos institucionales que solventen los conflictos por el reparto del valor creado y así hacer posible la creación de dicho valor. Si se optará por transformar una liga nacional en una liga europea, o por ampliar la actual Champions League, o por ampliar el Mundial de clubs, dependerá de cuál de las instituciones existentes impone su modelo. A la lucha distributiva por repartir el valor entre los potenciales perdedores relativos (los clubs modestos) se une la lucha sin cuartel por ver cuál de las actuales grandes instituciones (la Premier League, los grandes clubs, la UEFA o la FIFA) se hará con los derechos de propiedad de los nuevos formatos de competición. Lo que es difícil de discutir es que la estructura de competiciones del fútbol global no está cerrada, sino en permanente evolución. En el pasado se han creado competiciones como la Champions League y han desaparecido competiciones (como la Recopa, que reunió en Europa a los campeones de Copa), y otras han tenido una existencia efímera (como la Copa de la Liga en España). En el futuro seguirá siendo así.

El debate sobre la estructura de las ligas se centra mucho en la cuestión del equilibrio competitivo entre equipos. A los clubs se les deja cooperar en ligas (es decir, se les exime de la aplicación rigurosa de la defensa de la competencia) porque se supone que con la liga y sus restricciones a la libre competencia (pactos de horarios, negociación conjunta de derechos de televisión) crean un producto mejor. Aunque ya se ha dicho cuando más arriba se ha hablado de la demanda que no está muy claro el impacto del equilibrio competitivo en el bienestar de los consumidores, lo que sí está bastante claro es que este bienestar aumenta con la calidad de los partidos, y ésta aumentaría con una super-liga europea de cómo mínimo ocho equipos que se enfrentan todos contra todos a dos vueltas en las mismas jornadas que ahora ocupa la Champions League (algunas de las cuáles podrían trasladarse al fin de semana para aumentar las audiencias y la disponibilidad a pagar de los espectadores que van al estadio). Lo que genera ineficiencia ahora en el fútbol europeo no es la falta de más restricciones a la competencia como las que existen en Estados Unidos (como el draft inicial de jugadores), sino las barreras institucionales que impiden la creación de ligas supranacionales, con una liga por encima de todas ellas, que debería ser la última aspiración de cualquier equipo, como sería una super-liga europea. Lo que se conoce en la teoría económica del deporte como la invariance proposition (proposición de invariancia, un anticipo en los años 1950 de lo que sería llamado poco tiempo después el Teorema de Coase, un razonamiento parecido pero de carácter más general) sugiere que las formas de organizar las ligas al final no alteran la distribución de talento entre los equipos, porque los buenos jugadores tienden a ir a los buenos equipos, y en general los jugadores se asignan por medio de mecanismos de intercambio a aquellos equipos que encajan más con sus características. Distintos mecanismos de restricciones a la competencia o su ausencia lo que hacen cambiar es quien se lleva las ganancias finales de los intercambios (por ejemplo, si los jugadores o los clubs), pero no alteran la asignación de talentos y por lo tanto el grado de polarización. Lo que impide en este momento que se cree valor adicional en Europa es la estructura balcanizada de ligas y la ausencia de una super-liga europea, y no las reglas institucionales internas de cada liga.

Las ligas abiertas favorecen la emoción en el doble sentido del suspense por los ascensos y descensos, y porque debido a la pluralidad de competiciones, cuando una pierde emoción, la emoción subsiste en las otras. Si en primavera de 2018 la Premier League estaba totalmente decidida desde mucho antes de que terminase, no lo estaba la FA Cup, donde el líder de la liga fue eliminado, ni lo está la Champions League, donde sobrevivieron hasta la fase de eliminatorias un total de cinco equipos ingleses. Y todo eso sin contar que el Mundial estaba a la vuelta de la esquina, con su sistema de grupos y eliminatorias con emoción hasta el final, posibles tandas de penaltis, y la presencia de los grandes astros del balón. Es difícil pensar que el sistema de ligas monopolísticas de Estados Unidos, pese a los playoffs, pueda ofrecer el mismo nivel de dramatismo y emoción, aunque por supuesto hay margen de mejora en el diseño de muchas competiciones, como la Copa del Rey española, que inexplicablemente sigue jugándose con eliminatorias a doble partido. La diversidad de ligas y competiciones favorece la generación de ideas e innovaciones institucionales y la selección y expansión de las mejores prácticas. Por ejemplo, en la actualidad la liga española estudia implantar un sistema de dos vueltas asimétricas como el de la liga inglesa, por el que el orden de los partidos en la primera y segunda vuelta no es el mismo, sino que se decide en función de maximizar el interés de los espectadores. Existe competencia entre ligas: la española vs la inglesa vs la china, por ejemplo. Esta competencia en los últimos años ha ido acompañada por una ampliación de los mercados y una mejora de la calidad, aunque como todo proceso competitivo a gran escala genera zonas de sombra y opacidad, como las asociadas al mercado global de fichajes.

 

martes, 13 de abril de 2021

De la revolta dels somriures al linxament a Cercas

El diumenge al matí es respirava optimisme entre els sectors de la societat catalana que venim reclamant un clima de major tolerància i respecte a Catalunya. Javier Cercas havia estat entrevistat a TV3 en un programa en directe important, i havia estat objecte d’un tracte correcte. L’escriptor havia aprofitat l’oportunitat per emetre una sèrie de missatges contundents i ben argumentats, amb educació, respecte i simpatia. Semblava que era possible recuperar unes condicions per un debat plural, tranquil i serè, on ningú sigui intimidat per les seves idees.

Aquests missatges contundents es podien resumir en un: s’han de deixar de dir mentides (“bulos”, és la paraula que es va fer servir en algun moment, encara que Cercas es va expressar en el perfecte català que fa servir cada dia), com per exemple que Espanya no és una democràcia plena. És un fet que ho és, i està entre les millors del món, encara que tingui moltes coses millorables.

A partir del diumenge a la nit i el dilluns, però, alguna cosa es va girar, i va començar una campanya salvatge d’intimidació, insults i linxament contra Javier Cercas a les xarxes socials. Aquesta campanya, simptomàticament, estava basada precisament en el que denunciava Cercas: una mentida. La història de la manipulació està perfectament explicada, entre altres, per dos periodistes que han fet la seva feina, Xavi Ayén a La Vanguardia i Cristian Segura a El País. La mentida estava basada al seu torn en una frase ridículament treta de context d’un discurs admirable pronunciat fa uns anys, molt celebrat en el seu moment, on l’escriptor feia a Extremadura, la regió on va néixer, un homenatge a la democràcia i a la seva pròpia catalanitat.

El mecanisme és ben conegut, perquè ha passat abans, amb altres protagonistes. Es treu una frase de context (en alguns casos, que no el de Cercas, un petit error o una broma innocent desafortunada), s’exagera una enormitat, i es fa passar l’acusat o els acusats (a les xarxes socials i en algun mitjà digital subvencionat) per poc menys que un depravat, en un clima de delatació, odi i intimidació propi d’una societat malalta. L’objectiu és que la persona es calli o se'n vagi, i tothom que pensi com ell aprengui la lliçó. Durant una estona, aquestes campanyes afecten i posen molt nerviós a les persones que en són víctimes, encara que el linxament sigui purament virtual. Però les persones que intenten intimidar i linxar no són virtuals, poden ser periodistes subvencionats, representants legislatius de JxCAT del sector fonamentalista, fins i tot periodistes que havien tingut un presitigi o han escrit llibres (un d’ells comparant Cercas amb persones condemnades per crims contra la humanitat), o un veí famós del teu poble, o fins i tot un íntim amic teu del passat, o un parent llunyà. Al cap d’un temps (hores, dies, mesos o anys) i si hi ha sort i la persona és prou forta, i rep ajuda, la persona afectada recupera les forces i decideix defensar-se. I això és el que salva les democràcies.

De vegades no hi ha hagut prou força, o prou ajuda, i algunes persones han arribat a callar o a anar-se’n almenys per un temps, com va pasar en el seu moment amb Marina Pibernat, per culpa dels qui no la van ajudar prou. No és la primera vegada que passa i linxaments semblants els han rebut Serrat, Borrell o Coscubiela, i els reben a diari persones menys famoses com Paola Lo Cascio i altres.

Però tinc la sensació que el mal humor i el desvergonyiment han anat a més, potser degut al no assoliment dels objectius independentistes, és a dir, degut a la frustració. Albert Branchadell a El Periódico ja va explicar que han quedat enrera els temps en què l’independentisme dominant es volia presentar com a pragmàtic i integrador. Quan fins i tot s’acceptava que parlar en castellà, o barrejar el català i el castellà, eren les coses més normals del món a Catalunya. Sembla que ja no és així, i que quan cau una gota de pluralisme en el magma de la uniformitat, es produeix una reacció química fulminant. El pluralisme preocupa, i preocupa que vingui d’una persona que té èxit, que és respectat internacionalment, que parla un català perfecte amb accent de Girona, que escriu novel·les en castellà de gran èxit, i que ven els seus llibres com xurros a les llibreries de Barcelona.

Si l’objectiu és que Cercas i els qui l’admirem ens callem, aquestes campanyes, que són profundament desagradables, ens donen força, no perquè siguem especialment forts, sinó perquè confirmen que expressar les nostres opinions, en comptes de quedar-nos sense dir res com si no passés res, és una obligació ètica i democràtica.

Estem amb Cercas. Estamos con Cercas.

viernes, 9 de abril de 2021

"Izquierda soberanista" es un oxímoron

En el artículo que publiqué en La Vanguardia sobre los costes económicos del populismo (basado en el trabajo de Funke y coautores) partí de esta definición: el populismo se caracterizaría por combinar una ideología muy delgada capaz de cubrir fuerzas políticas muy dispares, con el uso de una retórica basada en el “nosotros” (“el pueblo” definido de forma a la vez homogénea y exclusivista, negando el pluralismo) contra “ellos” (unas supuestas “élites”, ya sean políticas o económicas, culpables de todo, aunque ello esconda muchas veces un enfrentamiento entre élites, o estrategias de distracción por parte de un sector dominante).

Los ejemplos que dí no dejaron satisfechos a todo el mundo, no porque no fueran acertados, sino por los que se supone que omitía. No me convence centrarse en lo que NO dice un artículo, pero por supuesto pienso que muchos otros casos que no mencioné encajan en la definición, y en otras definiciones de populismo, como el caso venezolano, argentino y otros. El estudio mencionado sólo habla de gobiernos nacionales, pero por supuesto que el “procesismo” catalán encaja con la definición, con las patologías, y con los costes económicos.

La vía institucional que proclamaron algunos economistas para justificar la independencia catalana (una oportunidad para construir instituciones virtuosas) ha saltado por los aires por lo que explica el artículo: porque precisamente un mecanismo por el que se produce un gran coste económico es el desgaste de las instituciones que propician los independentistas y los populistas en general. Piénsese en los eventos de octubre de 2017, las leyes de desconexión que pretendieron legitimarlos, o el fantasmagórico Consejo de la República (más bien la Re-Privada).

El federalismo, digo en el artículo, es en este sentido, un arma de doble filo: otros gobiernos protegen de las derivas populistas de uno de ellos, pero esa protección actúa como seguro, como garantía de que otros acabarán saliendo al rescate. Pero no hay otra que avanzar en el gobierno multinivel, porque los problemas de nuestras sociedades son interdependientes.

Y las distintas dimensiones del conflicto político no son independientes, como explican Piketty y sus coautores en su último libro. Uno no se puede reclamar de izquierdas en una dimensión, y apoyar en supuestamente otra dimensión independiente, la secesión de una región rica de un marco de solidaridad más amplio. Ese no es precisamente un proyecto de izquierdas.

Mucha de la gente que apoya a la llamada izquierda soberanista sostiene genuinamente valores de izquierda, pero a menudo acaba haciendo el juego al nacionalpopulismo más reaccionario. No me refiero sólo al apoyo a un referéndum de autodeterminación, algo que no contempla casi ninguna democracia con Constitución escrita (ciertamente ninguna de la UE; y que por tanto no es algo que se pueda simplemente acordar con un gobierno), porque genera división e inestabilidad, y no es más democrático pero sí más problemático que la ratificación de acuerdos ampliamente compartidos, como fue en su día el caso de la Constitución Española o los Acuerdos de Viernes Santo en Irlanda del Norte.

Creen algunos incorrectamente, a mi modo de ver, que sus objetivos de justicia social se pueden hacer realidad en un entorno de comunidades que no compartan su soberanía con las comunidades vecinas, y en cierto grado con todo el mundo. Se vio claramente con el presupuesto que los Comunes les aprobaron a Aragonès y Torra, que hacía ver que subía impuestos; la pandemia lo convirtió en papel mojado, pero cualquier otra cosa lo hubiera convertido en papel mojado, porque no se puede elevar significativamente la recaudación fiscal sin acuerdos federales. Por eso es imposible la renta básica universal e incondicional de la CUP sin un marco federal (nunca pasaría de proyecto piloto; en lugar de la vía menos espectacular y más realista de mejorar el Ingreso Mínimo Vital y las rentas garantizadas autonómicas, coordinándolas); y por eso Biden y Yellen quieren financiar su plan de infraestructuras con un acuerdo global para fijar un mínimo del impuesto de sociedades. En la medida en que la izquierda federalista no podamos formar una mayoría sólo con nuestras fuerzas, estamos obligados a dialogar y a buscar acuerdos si es posible y en su momento, con aquellos que creen que una izquierda soberanista es posible. Pero también estamos obligados a convencerles de que están equivocados.

domingo, 4 de abril de 2021

L'acció federalista d'esquerres, més important que mai

La meva predicció és que Federalistes d’Esquerres (l’associació actual o una que s’hi assembli molt, o un conglomerat) creixerà molt i creixerà en importància en els propers anys. La raó és sobretot de demanda: hi ha una necessitat de federalisme d’esquerres, cada vegada hi ha més gent que el reclama. Aquesta és la demanda principal a Catalunya, més federalisme d’esquerres. Hi ha una demanda al món, a Europa i Espanya de federalisme en general, no només d’esquerres, però la gran batalla ideològica, sobretot a Catalunya, és per satisfer la demanda de plataformes que ajudin a gestionar les interdependències en un sentit progressista.

És a dir, moltes persones de diverses generacions saben que cal impulsar un gran programa igualitarista i internacionalista que salvi el Planeta del canvi climàtic, i progressivament es van adonant que això només és possible superant el marc de l’Estat nació. Però aquesta demanda té adversaris: els que tenen por de perdre-hi, que en alguns llocs com Catalunya són els que han manat tota la vida. En altres llocs s’han inventat el populisme plutocràtic. Aquí, s’han inventat (o per assaig i error han anat a ensopegar-hi) el “procés”. Els adversaris són poderosos, però estem veient els costos socials i econòmics de les seves victòries electorals i de les seves aventures suïcides. Calen partits polítics i sindicats forts que els hi plantin cara, i calen plataformes i instruments cívics que competeixin amb el nacionalpopulisme en relat i mobilització.

Per alguna cosa l’autor més important de l’esquerra del moment, l’economista francès Thomas Piketty, descriu entre altres adjectius el seu programa de “socialisme” com a “federal”. El federalisme i la superació de la sobirania nacional són crucials en la seva proposta.

A Federalistes d’Esquerres (FED) hi ha un debat en marxa, mentre continua la seva acció, que acabarà amb una associació encara més forta i activa, amb idees renovades. Espero participar-hi modestament amb aquestes notes i amb els comentaris que pugui aportar quan pugui.

FED va contribuir (com explico al llibre Missió Federal) a evitar entre 2012 i 2017 una deriva sobiranista de bona part de l’esquerra catalana (PSC i Comuns); però la feina no està acabada, perquè l’abraç que aquestes forces, i els sindicats de classe, fan del federalisme, no sempre és prou contundent i coherent. Siguem sincers, alguns ho coneixem d’a prop. Mentrestant, el sobiranisme no para d’insistir en un suposat discurs progressista ple de contradiccions, però que en aquest moment serveix de cohartada perquè centenars de milers de persones tinguin la consciència tranquil·la votant un programa fonamentalment insolidari. La batalla federalista i d’esquerres contra aquesta gran mentida s’ha de donar, i amb més força que mai. Si el federalisme s’aïlla en un suposat “eix territorial” perdrà tota força i capacitat d’emocionar. Per a les esquerres, el federalisme és el complement necessari de l’acció social. El "discurs dels dos eixos" és una fal·làcia que només serveix per donar excuses al tonicominisme per abraçar moviments profundament insolidaris.

FED és l’única plataforma quantitativament i qualitativament rellevant de col·laboració entre esquerres de diferents sensibilitats a Catalunya. Això no es va dissenyar en un laboratori, va ser fruit de la integració federal d’una sèrie de persones que no es coneixia massa o que feia anys que no es veia, i va reeïxir relativament perquè n’hi havia la demanda, com n’hi segueix havent, i diria que amb més força.

La batalla a Catalunya és en el marc dels valors progressistes, que ara tothom diu compartir. El progressisme dels líders independentistes és “fake”, perquè l’independentisme és essencialment insolidari; va diguin el que diguin contra la resta de persones d’Espanya, i contra la resta de persones del món, al prioritzar (a més a més sense cap efectivitat) com a criteri “ètic”, el benestar dels catalans i només dels catalans (a més definits com millor els convingui).

Alguns poden pensar que no es pot fer res, perquè la gent no es deixa convèncer a una certa edat, i hi ha certa raó en aquest pessimisme. Però això ens ha d’obligar a prioritzar: és fonamental solidificar la molta gent que és federalista sense saber-ho i que no vota ni votarà els independentistes, i actuar sobre les noves generacions de votants. A molts altres països, la joventut, els sectors metropolitans, la majoria de les dones, estan donant l’esquena als nacionalpopulismes insolidaris. Però no n’estan immunitzats. La immunització ha de venir de la mobilització i l’acció col·lectiva, cultural i política al voltant dels valors del federalisme d’esquerres.

És molt difícil consolidar una marca, com s’ha fet amb FED, a les xarxes socials, els mitjans de comunicació i entre sectors polititzats. Una marca que reflecteix una acció, que ha provocat la reacció i la preocupació de sectors que actuen posant diners sobre la taula per mobilitzar la suposada “Esquerra” sobiranista. Aquests sectors brindarien amb cava si la marca "Federalistes d'Esquerres" desaparegués. És molt difícil consolidar una marca nova en el món de les economies de xarxa d’avui.

És veritat que cal també tenir instruments per actuar en el marc d’un federalisme més plural i no necessàriament d’esquerres. Per raons pràctiques (les institucions neutrals no posen diners si una cosa porta l’etiqueta “d’esquerres”). I perquè pot haver-hi gent disposada a col·laborar sense ser d’esquerres, encara que és una incògnita quants. FED ja hi ha col·laborat, convidant des del principi als seus actes a persones que no són d’esquerres com Zarzalejos, Gasòliba o Foix. N’hi ha més, com l’economista Marimon o el politòleg  JM Colomer. Crec, però puc estar equivocat, que són pocs a Catalunya i en canvi el potencial de creixement pel federalisme d’esquerres segueix sent més gran. La gran batalla a Catalunya avui és en el marc dels valors i el vocabulari de l’esquerra. Els independentistes ja ens han robat suficients paraules. Ni una més.

Però es pot explorar veure si té potencial una acció no estrictament d’esquerres. S’hi podria dedicar un grup de persones, creant quelcom com un Fòrum Plural pel Federalisme (FPF), mantenint i potenciant encara més Federalistes d’Esquerres com la marca potent que és ara, i que manté a alguns centenars de persones de diferents sensibilitats cohesionades. En gran part això és el que ja ha aconseguit la fantàstica presidència de Joan Botella fins ara: desenvolupar una xarxa d’aliances a Espanya (Associació per una Espanya Federal) i Europa (Unó Europea Federalista) de sigles que se solapen i es complementen, però amb una sola organització coherent a Catalunya.

Si la nostra marca deixés d’existir, al dia següent la tornaria a crear algú perquè n’hi ha la necessitat objectiva. I jo me’n faria de nou membre entusiasta, com el primer dia fa ara ja 7 o 8 anys.