martes, 22 de septiembre de 2015

Tongoy, Snyder y el voto de los europeos

La semana pasada en uno de mis entrenos corriendo por las calles de Barcelona pensaba en cuál debería ser mi actitud si alguien me pedía alojar en mi casa a refugiados sirios. Solucioné mi dilema mental de pequeño burgués acomodado del mundo rico acordando conmigo mismo que, bueno, en mi casa no, pero que apoyaría que los niños encontraran acomodo inmediato en el colegio de mi hija. Al día siguiente, Tongoy sufrió un tsunami. En mi parte del mundo casi nadie sabe qué es Tongoy. Sólo conozco a otros cuatro catalanes que hayan estado en Tongoy: mi hija, dos señoras que hablaban mi lengua que me encontré por ahí, y el escritor Enrique Vila-Matas, a quien debía gustarle el lugar y dio el nombre de Tongoy a un personaje suyo en "El Mal de Montano". Tongoy es una aldea de pescadores y turistas en el norte chico de Chile, junto al Pacífico, donde mi suegra tiene una modesta pero bella casita no muy alejada de la playa. Para mi, es lo más lejos que he estado de todo, y por ello quizás es donde me he sentido mejor del mundo. Varias personas perdieron su casa por el tsunami, y por unos metros mi suegra salvó la suya, que ahora aloja a una familia que se quedó sin hogar. Mientras tanto, el historiador Timothy Snyder, discípulo del malogrado Tony Judt, publicaba un artículo en The Guardian ("El mundo de Hitler podría no estar muy lejos") donde decía que el cambio climático pondrá a prueba nuestra capacidad para demostrar que realmente el nazismo partió de comportamientos muy alejados de nuestros cimientos éticos. Dice mucho más: explica cómo Hitler se aprovechó de la destrucción del estado en el este de Europa para poner en marcha el exterminio de los judíos, partiendo de la idea de que en el mundo los recursos son finitos e insuficientes para el bienestar de todos y por lo tanto había que luchar por ellos entre grupos raciales. La destrucción de los estados del este le permitió a Hitler dirigir los incentivos hacia el odio, canalizando y personalizando las tensiones de la globalización. Dice Snyder: "los estados no son estructuras que haya que dar por garantizadas, sino el fruto de un largo y paciente esfuerzo (...). El pensamiento político no es ni destrucción ni crítica, sino la imaginación informada de estructuras plurales -una labor del presente que puede preservar la vida y la decencia en el futuro." Supongo que es muy ambicioso pensar que los europeos deberían leer el artículo de Snyder antes de decidir su voto y enfrentarse a otros dilemas morales de nuestros días.

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