El próximo viernes, 11 de Diciembre, se celebra por quinta vez la Convención Federalista que organiza cada año la Fundación Rafael Campalans. El think tank del socialismo catalán lleva, desde antes de que existiera esta convención, trabajando en el debate y la concreción de los principios federales, desde los tiempos de Isidre Molas como presidente de la Fundación hasta los de José Montilla, pasando por Miquel Iceta (hoy líder del PSC). Ante las tendencias anti-intelectuales de cierta política, el hecho de que una modesta (en sus medios) fundación lleve años elaborando ideas que hoy forman parte de los programas electorales y las páginas de los diarios, debería ser motivo de reflexión. También deberían ser un poco más generosos en su reconocimiento del éxito del esfuerzo realizado (sobre todo comparado con el éxito de otros esfuerzos) quienes todavía dan muestras de escepticismo ante el avance del federalismo en Europa y España. Como recordaba ayer Xavier Vidal-Folch, hasta De Gaulle tuvo que claudicar después de burlarse de los “federadores” europeos.
Siguiendo el principio de que el movimiento se demuestra andando, la Convención se celebra con aliados de peso, las fundaciones del socialismo español y el socialismo alemán (la Campalans también organiza eventos con la fundación de los socialistas europeos). Han pasado por ella, en ediciones anteriores, personas de distintos partidos políticos, líderes europeos como Massimo Dalema, presidentes autonómicos como Ximo Puig, así como los principales expertos en derecho constitucional y hacienda pública. Este año, la agenda no decepciona, y presenta un panel al más alto nivel sobre co-gobernanza federal para la recuperación económica y social, y un diálogo entre dos federalistas españoles y europeos de distintas ideologías, Ramón Jáuregui y García Margallo. Una vez más, los distintos participantes dotarán de contenido los principios federales, como llevamos haciendo bastantes en los últimos años a través de libros, asociaciones y documentales. Hoy está claro que estas concreciones son parte de los cimientos sobre los que se va a edificar la reconstrucción económica y social de España y Europa.
Es una victoria ideológica de los que hace años que proponemos que un federalismo fiscal debe corregir los incentivos a competir por rebajar algunas figuras impositivas, que sectores del independentismo ahora parezcan priorizar algún mecanismo de armonización fiscal en España. Como explicó recientemente el economista Alejandro Esteller en una sesión organizada por Federalistes d’Esquerres, la forma más fácil de corregir los efectos negativos de rebajas en el impuesto de Patrimonio en una Comunidad sobre otros territorios, es reformando las fórmulas de nivelación en el Sistema de Financiación Autonómica. Este sistema está caducado desde 2014, entre otras razones por la desidia de los últimos gobiernos del PP y la inhibición de los gobiernos independentistas catalanes desde esa fecha.
Lástima que se hayan perdido 6 años (5 con ERC en el Departamento de Economía de la Generalitat) priorizando con el dinero de todos proyectos fantasiosos que ahora se saben totalmente fracasados (aunque no hacía falta esperar tanto para darse cuenta de que no iban a ningún lado), en lugar de ir a las reuniones clave o yendo a hacer de “spoiler” (como la última con la Presidenta Von der Leyen). Hemos perdido mucho por el camino. Cuando el Departamento de Economía tenía que estar defendiendo los intereses de la ciudadanía catalana en las mesas adecuadas, practicaba una contraproducente política de la silla vacía (creyéndose De Gaulle), mientras preparaba (con la base de operaciones en el mismo Departamento) una descabellada “desconexión” y veía cómo huían 5.000 empresas y 30.000 millones de euros en depósitos. Y presenciaba pasivamente el deterioro de nuestra sanidad y servicios públicos, aparte de perder oportunidades e inversiones como la Agencia Europea del Medicamento.
Sin embargo, no se puede defender poner límites a la competencia fiscal en España y al mismo tiempo decir que “lo volveremos a hacer”. De estas dos cosas, hay que explicar a la ciudadanía que solo se puede hacer una. Y con claridad y seguridad jurídica, quienes propongan de forma creíble negociar (alejando el debate de las hipérboles extremas) un sistema de financiación que limite la competencia fiscal, para reforzar nuestros servicios públicos, en Catalunya y también en Madrid, tienen las de ganar. Porque la ciudadanía está viviendo en su propia piel, más que nunca, la importancia de tener unos buenos servicios públicos, bien financiados y bien gestionados, con gobernantes que se tomen en serio las instituciones.
Aceptada la victoria ideológica del federalismo por parte de quienes lo han estado intentando ridiculizar y boicotear durante años, es hora de aceptar también que quienes pueden avanzar por esta senda son los que han creído en ella desde el principio. Quienes hicieron posibles los Juegos Olímpicos de Barcelona. Quienes negociaron (con sus aspectos positivos y sus aspectos mejorables) el sistema de financiación autonómica de 2009. Quienes han liderado desde España, con otros gobiernos europeos, una salida mutualizada, federal, a la crisis actual con los fondos Next Generation EU. Quienes vienen diciendo desde hace años que hay que poner en marcha el Consorcio Tributario previsto en el Estatuto de Autonomía vigente para luchar mejor contra el fraude fiscal. Quienes vienen reivindicando una cierta dispersión de las sedes de capitalidad, y la practicaron con el traslado a Barcelona de la desaparecida CMT. Sí, una fiscalidad progresiva y robusta, coordinada, que busque un equilibrio entre autonomía, co-responsabilidad y suficiencia, es necesaria para reforzar nuestros servicios públicos. Eso es lo que venimos diciendo algunos desde hace bastantes años, mientras otros se echaron al monte: que el federalismo, como dice Piketty, es pre-requisito de una sociedad igualitaria y próspera en el siglo XXI.
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