La aprobación del Fondo Next Generation EU por parte de los líderes europeos supone según la mayoría de expertos un paso adelante en la dirección de una Europa federal. El término se ha abierto paso no sólo entre expertos y partidarios del federalismo, sino en medios de comunicación convencionales serios, como El Pais o el Financial Times. Por eso sigue siendo un poco raro que el presidente del gobierno español siga siendo reacio al uso de la palabra federal o sus derivados, cuando él, como el personaje de Molière con la prosa, ha estado empujando con más fuerza que nadie por una Europa federal. El gran derrotado de la reunión europea es el confederalismo, la idea de que unas naciones pueden vetar a otras, y de que no va a haber mutualización ni asunción colectiva de retos creando instancias, como ya se han creado, que no dependen directamente de los gobiernos nacionales. La victoria del federalismo sobre el confederalismo en Europa la ha explicado muy bien Xavier Vidal-Folch. La lección vale también para quienes en España siguen creando confusión haciendo llamadas a una España federal o confederal, como si fuera lo mismo, como ha hecho alguna vez Íñigo Errejón y otros planetas más o menos salidos de la órbita de Podemos. Si fuera lo mismo, no se hubiera producido la Guerra Civil en Estados Unidos en el siglo XIX.
La federación es más democrática que la confederación, porque crea instancias de poder en distintos niveles, en este caso el europeo, que son controladas directamente por los ciudadanos, como el Parlamento europeo, y donde hay distintos niveles con poder y capacidad financiera de iniciativa. A partir de ahora, como se dijo esta semana, no sólo habrá un Banco Central federal, un Tribunal de Justicia y un Parlamento federal, sino que también habrá una política fiscal federal, una deuda federal, y se abre la puerta inevitablemente hacia unos impuestos federales en Europa. Quienes llevamos años abogando por una Europa federal como respuesta y alternativa a los soberanismos, hemos sido tratados con cierta condescendencia e incomprensión por parte de soberanistas catalanes y españoles. Creo que esta condescendencia va a desaparecer a partir de ahora. La federación europea va en serio.
Por supuesto, la federación ideal seguirá siendo un camino a recorrer, en España y en Europa. Falta mucho para tener un presupuesto europeo comparable al presupuesto federal de los Estados Unidos. Falta mucho para que el Parlamento Europeo le pueda hacer una moción de censura a la Presidencia de la Comisión, y falta mucho para que toda la ciudadanía europea pueda elegir directamente a la Presidencia de la Unión. Pero esta semana nos hemos acercado. Y no hay otro camino si queremos progresar, abordar las desigualdades o el cambio climático. Delante vamos a tener a los nacional-populistas, a quienes se oponen a la división de poderes, a los que se oponen a las sociedades diversas y abiertas, descritos magistralmente en los libros de Josep Burgaya sobre los tonos peronistas del independentismo catalán y por Adolf Tobeña en su libro sobre cómo los populistas sacan partido de las proclividades psico-biológicas del cerebro y el sistema hormonal humano. Los nacional-populistas van a intentar frenar el federalismo o, si ya es demasiado tarde, van a tratar de aprovecharse de él, o de alguno de sus poderes, para ir contra otros y erosionar la democracia federal, como hacen Trump, Bolsonaro, Salvini, o la pareja Torra-Puigdemont. A todos ellos les molesta lo que ocurrió esta semana en Europa. Hubieran preferido un colapso. Federalismo en Europa o barbarie en el mundo.
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