Si a alguien que se fue a un largo viaje en 2010 y regresa
ahora a Cataluña le cuentan que la política catalana depende de las decisiones
de la CUP (Candidatura de Unidad Popular), seguramente no creería nada de lo
que está oyendo. Algún que otro extranjero que nos quiere también se extraña y se
pregunta: ¿responde la CUP a una vieja tradición de izquierda frikie en Cataluña?
El caso es que en las elecciones autonómicas del pasado 27S,
la candidatura independentista improvisada por el presidente Artur Mas (un
nacionalista de centro derecha) sacó 6 diputados menos que el límite (68) de la
mayoría absoluta, y necesita los 10 diputados de la CUP (un grupo que se
declara anti-sistema y contrario a la Unión Europea) para formar gobierno. Por
lo menos necesita que uno vote a favor y los otros se abstengan, lo que ha dado
lugar a que algunos sospechen de un “Tamayazo” (por uno de los diputados
tránsfugas que dieron en una ocasión la presidencia al PP en Madrid) pero “a la
Catalana”. Es decir, no hará falta un soborno seguido del oprobio eterno del
sobornado, sino que se le ofrecerá un hueco en el star system indepe, dirá que
lo hace por Cataluña, y al cabo de un tiempo lo veremos presentando un programa
en TV3 o presidiendo algún organismo bien remunerado. Junts pel Sí, la
candidatura en la que Mas por su impopularidad iba camuflado en el número 4 de
la lista, no puede plantearse ningún otro aliado porque la razón de su
existencia es declarar la independencia de Cataluña, cosa que ningún otro de
los grupos políticos (que cuentan con 63 diputados) está dispuesto a apoyar.
Hacer girar la política catalana alrededor del proyecto independentista nos ha
llevado a esta situación, muy difícil de entender para quien no haya seguido de
cerca lo que ha pasado en esta comunidad en los últimos cinco años, donde un
tercio del electorado muy movilizado, debido a la abstención diferencial y al sistema
electoral consigue hacer girar todo el debate político entorno a la posible
independencia de Cataluña, ignorando
otras alternativas más razonables y
factibles a los problemas reales de arquitectura institucional.
Algún extranjero conecta a la CUP con los anarquistas o los
okupas. Pero los anarquistas eran cosmopolitas, federalistas y tenían autores
de referencia internacionales. Incluso los okupas tienen una filosofía y unas
redes internacionales de apoyo. ¿Quiénes son los autores de referencia y los
aliados internacionales de la CUP, valientes anti-capitalistas que parece que no
se atreven ni a echar a Artur Mas?
Está muy bien su crítica a la corrupción (aunque de repente
parece que ya no es prioritaria para ellos), si bien ha convivido con los abrazos a Artur
Mas y con la presidencia por parte de un líder de la CUP de una Comisión de
investigación (a raíz de la confesión de Jordi Pujol de que había incurrido en
fraude fiscal continuado y masivo) que ha hecho más por dispersar
responsabilidades que por poner en evidencia y divulgar urbi et orbe la ciénaga
de CDC, el partido de Mas y los Pujol. Son anti-sistema pero sacan más votos en
porcentaje en Vic que en l’Hospitalet, es decir en la Cataluña rural de nivel
de renta media-alto, que en las zonas metropolitanas de clase trabajadora
(donde el independentismo es muy minoritario). Su lema es “independencia para
cambiarlo todo”, como si el fraude fiscal, la concentración creciente de la
riqueza, o el cambio climático, dependieran sólo de lo que se haga aquí.
Su último candidato, cuyo curriculum de periodista es más
bien triste, parece salido del Club de la Comedia, y lidera un partido
euro-escéptico que ni se molesta en presentarse a las elecciones al Parlamento
Europeo. Dicen que quieren plantear un plan social de choque pero al mismo
tiempo no devolver la deuda enorme del gobierno catalán: ¿cómo van a pagar no
ya el plan de choque, sino las nóminas de los funcionarios y otros trabajadores
del sector público, si creen que la deuda es un juego de niños? Amenazan, pero con
disparar en la sien del pueblo catalán. El problema de la creciente
incertidumbre política no es la intranquilidad de empresarios e inversores (que
seguro que solucionan su problema, yéndose a otro sitio si hace falta), sino el
derecho de la gente corriente, de las clases populares, a tener una vida
tranquila, a seguir contando con la seguridad de una moneda segura, un pasaporte
válido, una ley que sea la misma para todos, y un mínimo estado del bienestar.
Uno puede entender el gesto desesperado de algunos electores
al votar por la CUP, pero eso no convierte sus políticas en razonables, porque
no lo son: serían un desastre. El periodista Enric Juliana
en 2012 pronosticó
que la política catalana evolucionaría hacia un sistema en 2050 donde un Partido Catalán
de Europa (Convergencia refundada más escindidos socialistas) competiría por el
poder con las CUP. Hoy lo que queda del partido de Pujol (con la ayuda
incomprensible de algunos ex socialistas) carece de aliados en Europa y negocia
el gobierno con la mismísima CUP (y en la oposición hay 63 diputados, que
quizás en 2050 habrán desaparecido –o quizás serán más, pero que hoy ahí
siguen).
Artur Mas y Junts pel Sí pretenden negociar la presidencia
con un partido euro-escéptico, declarar la independencia en 18 meses (para lo
cual no tienen ningún mandato democrático basado en un mínimo marco legal
reconocido), e ir a Bruselas a negociar una rápida integración en la eurozona y
la Unión Europea, integración para la que hoy no disponen de ningún aliado
entre los 28 estados miembros que deberían por unanimidad aprobarla. Perdonen,
pero algo no cuadra: ¿y si dejan de engañar a la gente, y de jugar con las
cosas de comer? ¿Vamos hacia un Partido Catalán de Europa, o hacia una
coalición de la Liga Norte con Beppe Grillo “a la Catalana”, o sea, siempre por
la patria?