Las propuestas de la izquierda y el centro-izquierda europeístas no deben ser para tranquilizar a los mercados o los inversores, ni para responder al griterío nacionalista de los independentistas o del PP-Ciudadanos, sino para
tranquilizar a los trabajadores. Creo que las últimas propuestas del socialismo español y francés por avanzar hacia la federalización de la zona euro van en esta dirección y merecen un aplauso. Los socialistas catalanes, españoles y europeos no hace falta que digan todos lo mismo, igual que no todos los músicos de una orquesta tocan exactamente lo mismo. En una
orquesta hay muchos egos y varios instrumentos, pero las mejores orquestas
interpretan piezas bellas y coherentes, y se esfuerzan por innovar sin inventar el mundo de nuevo en cada concierto. Ante la incapacidad de la extrema izquierda, por ejemplo de
la CUP en Cataluña y de Podemos (pese a las apelaciones constructivas) en España, y del nacionalismo populista, por aportar un poco de coherencia ante la confusión, existe la necesidad
de un marco conceptual para construir la federación europea. Aportar algo contra la confusión es muy distinto de hacer caso a quienes desean que se actúe "sin complejos". Sin
complejos es como actúan Marine Le Pen, la Liga Norte, el UKIP, o el Tsipras del absurdo referéndum griego que después se tuvo que comer. Los matices, la pedagogía, la reflexión, son necesarios cuando la realidad es compleja y no se puede despachar con un tuit. A veces personas con valores parecidos pero raíces culturales o redes sociales distintas se estancan en
discusiones léxicas bizantinas, por ejemplo sobre si hay que hablar de estado
plurinacional o de reconocimiento de identidad; o de reforma constitucional o de
proceso constituyente. Que las palabras no nos impidan avanzar:
soberanía, nación, asimetrías son conceptos importantes, pero discutidos y
discutibles, que no deben servir para enfrentar a ciudadanos y líderes que se podrían poner de acuerdo fácilmente. Hoy nuestros ciudadanos, nuestros sindicatos,
empresarios, vecinos, partidos políticos, académicos, y organizaciones
deportivas, ya se organizan de forma federal. Por eso es hoy posible un acuerdo
amplio, que consolide y mejore una democracia de ciudadanos libres e iguales,
donde la diversidad cultural y lingüística sea considerada una riqueza común.
En muchas políticas concretas, la cooperación, autonomía y experimentación que
permite el federalismo permite aumentar las cotas de igualdad: es el caso de
las políticas de renta mínima, las reformas impositivas o de las políticas sanitarias. Federalismo, regeneración democrática e igualdad son tres vértices de un mismo triángulo: son complementarios y si falla uno fallan los otros dos. Es un triángulo que se come al trilemma de Rodrik, al precio de eliminar la soberanía nacional. Pero con tacto y con muchos complejos. Ante lo que no tiene que tener complejos el socialismo es ante el clientelismo y la corrupción. La Fundación Alternativas en su último informe sobre la democracia en España cuestiona todavía en el PSOE lo que llama prácticas feudales de sus barones territoriales, y El Pais ayer mismo seguía sacando a la luz prácticas clientelares del PSC (y de otros partidos) en la Diputación de Barcelona. Los mejores conciertos también necesitan los mejores instrumentos.
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