Cuando Roberto Bolaño escribía sobre la literatura Nazi en América, uno pensaba que exageraba. Sin embargo, en el largo Siglo XX latinoamericano, que va según Carlos Granés desde la Guerra de Cuba hasta la muerte de Fidel Castro en 2016, no ha escaseado el flirteo de intelectuales y artistas con las peores tendencias del pensamiento político, incluyendo el nazismo.
“Delirio Americano” es un largo ensayo lleno de párrafos poderosos, que se convierte en algo difícil de soltar hasta que se llega a la página final. Uno no hubiera pronosticado que una indagación sobre la relación entre el arte y la política, de más de 500 páginas, sería uno de los libros a leerse de pe a pa fuera de los períodos vacacionales. Pero así ha sido, por lo menos para mí. Desde el esquema inicial representando gráficamente las distintas tendencias artísticas y políticas, hasta las últimas páginas sobre la muerte de un Fidel Castro que sale totalmente desmitificado, la riqueza de conocimientos que transmite el libro no deja de sorprender.
Y es que en el libro de Granés, uno no sólo se empapa de las peripecias de artistas de todo pelaje y las tendencias políticas en medio de las que vivieron y fueron protagonistas, sino que uno encuentra material de sobras que interpela a cualquiera preocupado por las derivas políticas del día de hoy. En un ejercicio de justificable presentismo, el autor explica gran parte de los “delirios” de políticos y artistas en América Latina hasta el día de hoy en el contexto de las tendencias nacionalpopulistas e identitarias que sacuden nuestras sociedades, y dañan a la democracia y el progreso económico por igual. Estas tendencias no serían algo especialmente reciente, sino que hundirían sus raíces en fenómenos que nacieron a finales del siglo XIX cronológico, y que han tenido fases democráticas y fases totalitarias, dependiendo de lo que permitían los condicionantes de cada momento.
Juan Gabriel Vásquez afirmó en un artículo en El País sobre el libro de Granés que “la exuberancia y la desmesura que son fértiles cuando se habla de literatura o de artes plásticas resultan nocivas —sí, delirantes— en el universo de la política”. Pero ese deambular entre la creación y la realidad política es lo que permite al autor compaginar un retrato del populismo, que supera incluso el de expertos como Federico Finchelsein o Jan-Werner Müller, que son los mejores que yo había leído hasta ahora.
Ese populismo identitario (con sus fuertes rasgos nacionalistas y soberanistas) que ha despreciado ya sea las formas o el espíritu de la democracia, según la época, ha tenido expresiones de izquierdas y de derechas, y de ambas a la vez. Granés sitúa el gran error del populismo de izquierdas latinoamericano en haberse alejado de la socialdemocracia europea. También podría decirse que la contingencia impidió tomar otras rutas, como la ruta de la integración que sí tomaron los vecinos del Norte, como explica Joshua Simon en un interesante ensayo. Quien sabe si otro gallo hubiera cantado, pero lo cierto es que no se pueden hacer experimentos con la historia, que sólo transcurre una vez.
El nacionalpopulismo español sale mencionado varias veces en el libro, y no por la vía fácil de circunscribirlo a VOX (una extrema derecha perfectamente transparente), sino por la más interesante de hablar de dos grandes creaciones populistas de la España reciente, Podemos (con sus referentes bolivarianos y peronistas) y el separatismo catalán. Este último aparece mencionado hasta en cuatro ocasiones, siendo comparado con varias dimensiones del nacionalpopulismo latinoamericano.
Si una paradoja tiene el libro es la de pensar que América Latina es algo especial, como si hubiera una maldición, y lamentarse por no poder disfrutar de algo entre el liberalismo y la socialdemocracia. Se podría decir que el mismo Granés cae en el error que denuncia, el de creer que la región tiene algo especial, cuando quizás se podrían escribir libros parecidos sobre la India, sobre Rusia o sobre el mundo entero. Y en todos ellos se podría al mismo tiempo dejar un poco más abierta la puerta a la esperanza. El autor del libro la abre muy poco, mencionando a creadores y políticos que han defendido la razón y la democracia, pero el tono es más de excepción, de voluntarismo esperanzado, que de constatación de que los mimbres para un futuro digno están en todas partes.
Hacían falta 517 páginas de erudición y brillantez para describir y definir con precisión algo tan complejo y eficaz, a la vez que improductivo, como el nacionalpopulismo, fruto de la evolución humana, y de ensayar y errar con creaciones y proyectos políticos de todo pelaje. Y esas 517 páginas las ha escrito Carlos Granés.