Perder el miedo a una palabra ha sido el efecto para mí más importante del debate posterior al acuerdo alcanzado por el PSC y ERC para investir a Salvador Illa como President de la Generalitat.
En uno de los momentos culminantes de mi vida (solo equiparable al día en que el Alcalde Pasqual Maragall me llevó siendo yo Concejal en 1994 al palco del Nou Camp a ver como el Barça derrotaba al Manchester United por 4-0 en el último gran partido del Dream Team), el investido se acercó a mi modesta persona ayer en el Pati dels Tarongers para reconocer no la suya, que es la importante, sino mi victoria: Pedro Sánchez por fin había pronunciado la palabra que empieza por F. No haberlo hecho antes es algo que yo le había reprochado repetidamente al nuevo President. Ya me puedo retirar. O por lo menos dedicarme a otras cosas.
Existen los termómetros, pero no los "federalómetros". Los neo-federalistas (Sánchez hablando de federalización, ERC –que menciona como ejemplo las federaciones avanzadas en su documento sobre “Financiación Singular”, Mas Colell escribiendo sobre una gran oportunidad federal, Alfonso Guerra usando el federalismo para criticar la tentación confederal, entre muchos otros) suponen una gran coalición. Sin duda muy heterogénea: incluyen algunos que eran federalistas sin saberlo o sin querer reconocerlo, otros que no querían serlo y ahora lo encuentran útil, y algunos que despiertan de su sueño soberanista. El federalismo, como tantos conceptos políticos, no tiene una definición consensuada, ni se puede medir como la temperatura. Nos intentamos acercar a ello con Joan Botella y Victoria Camps en el libro “Qué es el federalismo” editado por Catarata (y presentado en Madrid en su momento por Alfredo Pérez Rubalcaba). Pero no reivindicamos ninguna autoridad especial al respecto.
El acuerdo con ERC es un documento político entre federalistas e independentistas, y así se explicita con toda transparencia, y que respeta escrupulosamente nuestro marco legal, que ya tiene muchos componentes federales, en España y Europa. El PSC partió de su programa económico, explícitamente federalista, que fue elogiado durante el período postelectoral por Andreu Mas Colell, ex independentista, y el más prestigioso economista catalán. El consorcio tributario que incluía el programa no fue aceptado por ERC, pero hará falta compartir mucha información si se quiere recaudar el irpf. En el pacto no aparecen ni el concepto de concierto ni el de régimen común. Aparece el concepto de solidaridad sin concretar. Cobro y gestión de los impuestos, como Alemania. ¿Se podía haber negociado mejor? Quizás sí... buena suerte al próximo que lo intente (yo colaboré en la negociación). Ya hay muchas singularidades y bilateralidades en el modelo actual, y puede que las que se añadan sean más solidarias y transparentes que las actuales. El federalismo consiste en hacer compatibles la singularidad y la cooperación solidaria. El consorcio de inversiones, un elemento federalista del pacto, propuesto por el PSC a imagen y semejanza del Holding Olímpico de 1992, del que se habla poco, es de lo primero que se podría poner en marcha.
No había alternativa a pactar con ERC (y por lo tanto a aceptar conceptos que ciertamente chirrían con la tradición federal) que llevara a una presidencia de Illa: era y es un pacto apoyado por los sindicatos y el empresariado. La alternativa era hacer realidad los sueños húmedos de Puigdemont (una figura mucho más estrafalaria que Pujol, y no hacían falta los últimos acontecimientos para darse cuenta): priorizar la colusión del PSOE en Madrid con el nacionalismo conservador para dejar en segundo plano al PSC (como hicieron algunos de los que critican el pacto con ERC, y como ha rechazado hacer Sánchez, poniendo en riesgo su mayoría) y regalar la Generalitat al nacionalismo… con Puigdemont a la cabeza.
Algunos que ahora lo empuñan veían el federalismo como el fin del mundo. Otros lo apoyan desde hace tiempo, y han expresado sus reservas o críticas respecto al Pacto, a las que hay que prestar atención. Me refiero a personalidades como Alberto López Basaguren, Francsico Pérez, Elena Valenciano o Ramón Jáuregui. A ellos y otros como ellos habrá que dirigirse y con ellos habrá que colaborar.
El reto, perfectamente factible por lo abierto del acuerdo, es conciliar con el conjunto del PSOE y el federalismo sincero español, y mantener el pacto con ERC y la alianza con la sociedad civil catalana. Y si se puede, y algún día se podrá, sumar al consenso federal a los sectores más lúcidos de la derecha española.
España ya es federal (a través del estado autonómico y su pertenencia al corazón de la UE), pero lo es de forma imperfecta. No existen las tablas de la ley federales, no existe el "verdadero federalismo" ni habrá una DUF (Declaración Unilateral de Federalismo): lo construiremos colectivamente, a la vez en Cataluña, España y Europa. Habrá que evaluar si tras el gobierno de Illa, que esperemos que dure mucho, Cataluña ha contribuido o no a que mejore el federalismo en España y Europa. Llámenme ingenuo: yo soy muy optimista.
España es federal porque el poder político está fuertemente descentralizado y varios niveles de gobierno rinden cuentas directamente a la ciudadanía y no solo entre ellos. En la UE y en la zona euro, nadie tiene el monopolio de la soberanía, sino que ésta se comparte.
No soy el único que ha trabajado para que la palabra que empieza por F deje de ser tabú. Está en el frontispicio de las organizaciones que dieron lugar al socialismo catalán desde sus orígenes. Salvador de Madariaga encabeza una larga tradición de federalistas hispanos, debidamente arrinconada por todos los nacionalismos, como lo ha sido en Europa la tradición de Spinelli y el Manifiesto de Ventotene. Más recientemente, personas como David Lizoain, que tiene orígenes canadienses, y ha estado en la Moncloa y en sala de máquinas del PSC, también se han empleado a fondo. Sin duda influido por él, pero tras hacer su propio trabajo interior que le lleva a evolucionar desde su tarradellismo original (una tradición previa al estado autonómico y la integración en Europa) Salvador Illa dijo en inglés en el discurso inaugural de su campaña electoral, en la London School of Economics:
“¿Cuál es la alternativa? En una palabra, federalismo. El federalismo es una forma de entender el mundo y una manera de gobernarnos. El federalismo nos enseña que es posible la coexistencia de distintas identidades en un único sistema de gobierno. Que unidad no implica necesariamente uniformidad. Que la unión de diferentes creencias, naciones, lenguas e identidades puede dar lugar a algo mejor aún, forjado en base a las propias diferencias. El federalismo es una gobernanza con el compromiso de unir y servir. El futuro es federal: para Cataluña, para España y para Europa”