Ronald Coase ya nos advirtió hace muchas décadas de que la visión del capitalismo como un sistema dominado por el mercado, donde las empresas juegan un papel pasivo y aislado en un gran océano de transacciones anónimas, es una ficción. En realidad, gran parte si no la mayoría de las transacciones se realizan dentro de jerarquías, ya sea el Estado, las familias o las empresas. En la economía real, en todo momento, existe un nivel óptimo de planificación, y ésta la realizan tanto el Estado como las organizaciones privadas.
La Fundación Alternativas (quizás el principal think-tank progresista de España) ha hecho bien en asociarse al principal experto en España en economía de empresa (y pronto merecido Doctor Honoris Causa por la Universidad Autónoma de Barcelona) Vicente Salas Fumás, para reflexionar precisamente sobre la contribución de la empresa a la sociedad, y sobre la necesidad de un nuevo propósito para la empresa, en un momento donde los efectos externos de las empresas para la sociedad tienen un peso tan importante o mayor que los efectos sobre quienes toman las decisiones. Los trabajos iniciales se han reflejado en dos importantes artículos recientes en el diario El País, uno justo antes de la crisis y otro ya en plena crisis
("el sistema económico dominante en el mundo es una seria amenaza para la sostenibilidad económica, social y medioambiental de la humanidad"),
hace unos días. No es aquí el momento de rivalizar en profundidad con la Fundación Alternativas o Vicente Salas, ni podría hacerlo. Pero sí de destacar algunas cuestiones sobre las que vale la pena llamar la atención, para que en el torbellino de reflexiones apresuradas, y a veces interesadas, en medio de la crisis, no nos pasen por alto algunas cuestiones útiles.
Muchas grandes empresas (como Inditex, Telefónica, Mercadona) disponen de capacidad logística y financiera para ayudar a objetivos públicos durante la pandemia y también en el proceso de desconfinamiento y recuperación. Son cruciales para que sigan funcionando bienes y servicios esenciales y pueden serlo para reconvertir con cierta rapidez sus procesos productivos para realizar nuevas tareas urgentes. Muchas empresas también pueden aportar su know-how y experiencia en varios países para reflexionar en medio de la incertidumbre sobre cómo acelerar el regreso a la actividad reduciendo el riesgo para la salud.
El sector público al mismo tiempo ve que se relajan las normas que habitualmente limitan las ayudas públicas, y tiene que ir afinando los criterios con las que éstas, igualmente escasas, van a aplicarse. Hay que leer a Rodrik sin dejar de escuchar las advertencias de Palafox. La salida de la crisis será una gran colaboración público-privada en minúsculas, donde las experiencias positivas y negativas de las fórmulas jurídicas existentes de Colaboraciones Público-Privadas en mayúsculas pueden ser útiles.
Habrá que agradecer y animar el altruismo de los Bill Gates de turno, sin dejar de reclamar un impuesto de sociedades armonizado internacionalmente a un nivel decente (así como nuevas formas impositivas temporales o no), al tiempo que se combate con firmeza el uso de paraísos fiscales y el fraude y la elusión fiscales internacionalmente organizados. Como dicen Vicente Salas y sus coautores en el último artículo mencionado
"Aunque el agregado esconde mucha heterogeneidad en el tejido empresarial español, hay que procurar hacer compatible la protección del capital y la continuidad de los proyectos empresariales sostenibles, con una participación equitativa del sector empresarial en el reparto de los costes críticos de la crisis."
Los sectores lúcidos del empresariado que piden reformar el capitalismo tendrán ocasión de demostrar su sinceridad, reconociendo el rol de las personas trabajadoras (estabilidad y participación) y el empleo de calidad. El objetivo de rentabilidad deberá complementarse con objetivos de justicia social y protección del medio ambiente. Las empresas tendrán oportunidad de colaborar con el Estado multi-nivel y con las comunidades (locales y virtuales).
GUIÓN para un posible traslado de estas reflexiones a Cataluña (quizás mediante elaboración dinámica de un documento con reuniones flexibles con agentes y grupos interesados, incluyendo la identificación local de los "sectores lúcidos" anteriormente mencionados): seguridad jurídica, profundizar en el cambio del modelo productivo, las nuevas plataformas, digitalización y pacto verde, start-up tecnológicas, regulación e imposición, colaboración público-privada, política industrial, desarrollo económico territorial, economía social y cooperativa, internacionalización, tamaño, movilidad, marca Barcelona...
Este es parte del trabajo que tenemos por delante.