jueves, 6 de junio de 2024

Proteger a la democracia europea del oscurantismo

El rosario que se va a rezar en Madrid ante la sede socialista el día de reflexión previo a las elecciones europeas, nos va a recordar que no tenemos que dar por asegurada la existencia de una democracia laica y moderna. Existe una parte importante de la opinión pública europea, instigada por partidos políticos y todo tipo de organizaciones neo-conservadoras, convencida de que se están produciendo demasiados cambios demasiado de prisa, y que nuestra identidad está amenazada por ellos. Estos sectores son vulnerables a los intentos de quienes están dispuestos a todo para imponer su agenda interesada de oposición a los cambios para mantener sus privilegios.

Esta derecha ha recibido distintos calificativos: identitaria, soberanista, etno-nacionalista, populista, ultra… y no es la misma en todas partes. Pero han conseguido avances en los últimos años, aunque también derrotas (en Brasil, en Polonia, pronto en el Reino Unido probablemente). Son conscientes de sus limitaciones: saben que hoy lo tienen difícil para asaltar la democracia por la vía militar, o que la Unión Europea es demasiado fuerte para proponer abandonarla o destruirla. Prefieren luchar desde dentro. Pero eso no nos engaña sobre su naturaleza. Meloni, la primera ministra italiana, es la heredera desacomplejada de un partido fascista y si respeta las formas del estado de derecho es porque no tiene más remedio. Cuando puede, vulnera derechos y libertades para imponer sus valores de sociedad cerrada y conservadora.

Le Pen en Francia, con posibilidades de ganar las próximas presidenciales, es heredera del discurso racista y antieuropeo de su padre. La AfD en Alemania es heredera del nazismo. Más allá de Europa, pero influenciándola cuando no amenazándola, Trump, Putin, Modi, Netanyahu, Bolsonaro, Milei (este último, con sus perros clonados con nombres de economistas neoliberales) son dirigentes que combinan en dosis diversas una actitud contraria a la democracia con una visión etno-nacionalista de las cosas. Que algunos de ellos hayan perdido temporalmente el poder no nos debe hacer bajar la guardia.

Las democracias modernas a las cuales nos hemos acostumbrado combinan el voto, el imperio de la ley, la libertad de expresión, la transferencia pacífica del poder, la legitimidad de todas las opciones. La Unión Europea, con todos sus defectos y limitaciones, es la principal institución que sostiene este andamiaje.

El etno-nacionalismo es parte del oscurantismo. Muchos hemos sugerido que las identidades nacionales, igual que las religiosas, deberían pasar a la esfera privada, y el estado debería ser también laico en esta dimensión.

Las elecciones del domingo son una oportunidad de pronunciarse a favor de algunas políticas concretas decisivas en el mundo de hoy, como la lucha contra el cambio climático. Pero también está en juego algo más importante incluso, requisito para estas políticas deseables: mantener posiciones ante el ataque de las fuerzas que están buscando retrocesos en nuestra democracia, que es totalmente inseparable del proyecto de construcción europea. La Unión Europea es lo que protege nuestra democracia. Aparte de votar, para proteger a la democracia europea del oscurantismo y el etno-nacionalismo tenemos que hacer mucho más, claro. Pero también hay que votar.


1 comentario:

  1. Totalmente en sintonía contigo. Tod@s tenemos que explicar e insistir sobre cómo se retrotransformaría Europa si este neo-fascismo llegara al poder de nuevo. Sobretodo a l@s jovenes y a aquellas personas que no tienen memoria histórica para evaluar ese posible escenario suficientemente.

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