Mientras Rajoy regurgitaba como plato
fuerte de su discurso de investidura una proclama sobre la unidad de España,
alguien en un importante diario decidía sugerirle un artículo de opinión a
Pedro Sánchez para responderle con palabras que incluyen éstas: “No se avanzará
en este camino mientras los soberanistas catalanes y los soberanistas españoles
prioricen movilizar a la opinión pública con proclamas patrióticas, avivando el
enfrentamiento para mantener a corto plazo sus opciones de seguir al frente de sus
gobiernos. Pelearse por la soberanía nacional cuando ningún Estado europeo
tiene una política económica autónoma ni ejército ni moneda ni una única
lengua, es algo que no tiene sentido.
Los soberanistas españoles y los
catalanes dicen apoyar una Europa federal pero recelan de una España federal,
lo que es una contradicción. No se puede estar dispuesto a derribar las
fronteras con otros países europeos pero crear nuevas fronteras en España, ni
pretender que el resto de los europeos renuncien a sus nacionalismos sin estar
dispuestos a rebajar los decibelios del nacionalismo español. Los símbolos y
las emociones siguen siendo en gran parte nacionales, pero las políticas y las
transacciones lo son cada vez menos. Como bien explican el economista francés
Thomas Piketty, o el filósofo alemán Jürgen Habermas, cuestiones como el
combate contra la desigualdad o la crisis migratoria no se pueden afrontar ya
desde la perspectiva del estado-nación, que no es capaz de dar respuesta a los
grandes problemas de la globalización ni de ser el contexto único en que se
articula el contrato social.
Un federalismo que supere el
estado-nación en España y Europa es hoy la mejor vacuna contra el repliegue
identitario y el nacional-populismo en ascenso en todo el mundo, también entre
nosotros. Y es la mejor manera de desarrollar una arquitectura institucional
que permita gobernar la globalización y alcanzar una prosperidad compartida".
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