Ha coincidido la publicación del libro coordinado por Beatriz Silva y publicado por Libros de la Catarata sobre Chile (donde he contribuido con un modesto capítulo sobre los Chicago Boys) con un breve viaje mío invitado por la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM) y la Universidad de Santiago de Chile (USACH) para un evento sobre la modernización del Estado. Una nueva oportunidad para aprender y reflexionar sobre Chile, uno de mis países.
Ya está en las librerías españolas y pronto estará en las librerías chilenas, aunque algunas personas privilegiadas ya tienen el ejemplar que les llevé yo en la maleta. En mi capítulo escribo sobre la influencia de los economistas formados en la Universidad de Chicago, que tuvieron a su cargo las políticas económicas, entre otras, de la dictadura militar de Pinochet. Ellos constituyeron una rama radical del neoliberalismo, y me permiten reflexionar sobre la relación entre economía, política y moral.
La presentación en Barcelona (este próximo lunes es la presentación en Madrid), a cargo de la autora y de los periodistas Guillem Martínez y Pere Rusiñol, así como el artículo de Javier Pérez Andújar en El Diario, permitieron a más personas darse cuenta de la relevancia de las reflexiones contenidas en el libro. Los grandes temas que afectan a Chile afectan también a España y al conjunto de la humanidad: el complejo transitar de la dictadura a la democracia, el encaje de las aspiraciones sociales de la mayoría en una democracia capitalista, o el abordaje de los grandes retos climáticos y demográficos del siglo XXI.
Los españoles no tenemos que dar ninguna lección a Chile,
sino recibirla. Es verdad que en Chile la derecha tiene un gran poder mediático
e institucional, pero como si no lo tuviera en España… Es verdad que la clase
obrera organizada tiene poco peso relativo en Chile, pero como si en España los
propietarios de las grandes empresas no tuvieran un peso social y político
superlativo. Nuestras derechas se parecen en sus distintas vertientes, sólo que
quizás la chilena sea un poquito más sofisticada intelectualmente. Y a Pinochet
lo detuvimos entre todos.
Hoy Chile y España tienen gobiernos progresistas sometidos a
gran presión y dificultades, pero guiando países democráticos y estables,
comparados con la mayoría de países del Planeta. En Chile se vive cierta
sensación de estancamiento, y de frustración por no haber aprovechado la
oportunidad, que brindaban los acuerdos liderados por Boric tras el estallido
social de 2019, de elaborar y aprobar una nueva Constitución. Al primer
intento, se cometieron a mi juicio dos errores: prescindir de los partidos
tradicionales (incluidos el comunista, el socialista y el cristianodemócrata, que
podían haber buscado un consenso con los sectores menos retrógados de la
derecha) y facilitar el protagonismo a liderazgos individuales y “nuevos”, sin
experiencia ni reputaciones en juego; y lo que yo llamaría “El error Puigdemont”:
pensarse que los problemas de diversidad étnica se solucionaban apelando a un
soberanismo retrógado (a la mayoría no le gustó el concepto de “plurinacionalidad”)
en lugar de apelar a la igualdad de derechos individuales. En el segundo
intento, una asamblea ahora dominada por la derecha ha sido incapaz de redactar
un proyecto mejor, y en el plebiscito del próximo 17 de diciembre, parece que
ganará la opción de votar en contra: una Constitución que deje definitivamente
atrás la de Pinochet (aunque reformada por Lagos) quedará pendiente.
Pero ahí sigue Boric, el joven presidente al frente de un
gobierno progresista, con un ministro socialista “catalán” de Hacienda, Mario
Marcel Cullell (hijo de padre y madre catalanes). Chile y España son hoy dos
sociedades libres, hermanadas en la lejanía geográfica, dispuestas a escribir
nuevas páginas en su andadura democrática.
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